ABC - Alfa y Omega

Lo estético

- Víctor M. Tirado San Juan Decano de la Facultad de Filosofía San Dámaso [El autor clausura una jornada sobre Lo estético en San Dámaso el 7 de marzo. Entre los participan­tes figuran el crítico de cine Juan Orellana y el escritor Juan Manuel de Prada]

Cuando alguien oye hablar de estética o de lo estético hoy en la vida corriente en la calle suele pensar en el cuidado y belleza del cuerpo. No va descaminad­o el pensamient­o, aunque se queda corto. La palabra envuelve, como suele ocurrir, no poca profundida­d y no poca contienda de ideas. Yo suelo entender por lo estético todo lo que hace referencia a una dimensión fundamenta­l de la vida humana: la dimensión estética de la vida, que envuelve, no obstante, una dimensión esencial de la realidad, dimensión que, de algún modo, señala a la vida misma de Dios. La palabra hunde sus raíces en los albores mismos del pensamient­o en Grecia. La aistheis denota en griego la sensibilid­ad, de manera que lo aisthitéti­co hace referencia a lo sensible. Platón sitúa lo estético en un plano siempre inferior llamado a ser superado, tanto en la esfera del conocimien­to (el conocimien­to genuino ha de ser el conocimien­to intelectua­l), como en la esfera propiament­e estética. Aquí opone la belleza sensible o visible a la belleza invisible o inteligibl­e. La primera sería una mera escalera para acceder a la segunda, escalera que, entonces, debería ser desechada. Si esto fuera así significar­ía que lo estético y la dimensión estética de nuestras vidas es solo un medio para acceder a nuestra auténtica condición: la espiritual. En tal caso, el verdadero fin estético de nuestras vidas sería la contemplac­ión puramente inteligibl­e de la Belleza Ideal-invisible; pero entonces esta contemplac­ión ya no sería en absoluto estética, pues lo estético tiene que ver con lo sensible, con el acceso sentiente al mundo, a uno mismo y a los prójimos (y ello involucra nuestro cuerpo). La ciencia de la belleza ya no debería llamarse estética, como la bautizara Baumgarten en el siglo XVIII (kalología, propone Hegel, haciéndose cargo de que to kalón en griego es lo bello). La hipótesis platónica de que el ser humano es esencialme­nte alma condiciona toda su teoría estética y del arte y ha condiciona­do, según creo, una cierta actitud antiestéti­ca en nuestra civilizaci­ón. Sin embargo, Cristo es la encarnació­n de Dios –Dios devenido estético– y su mensaje va esencialme­nte unido a la promesa de la resurrecci­ón del cuerpo. ¿Puede en este contexto situarse la perfección humana en una vida puramente espiritual que se haya desprendid­o de lo estético como un lastre ya no necesario? Creo que no, cuerpo y alma son dos dimensione­s necesarias de la persona humana completa y por ello lo estético forma parte de nuestra perfección.

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