Los obispos de Europa piden reformas y diálogo
Monseñor Jean-Claude Hollerich, nuevo presidente de COMECE, apuesta por una política común de defensa que promueva la paz, no que «entre en un juego de poder»
«En la Unión Europea existe una sensación de urgencia» que exige cambios, y pronto. «Por primera vez, un país ha decidido salirse de la Unión, cuando hasta ahora todos querían entrar. La UE ha perdido mucha de su fascinación». Es una de las conclusiones que ha sacado de la Asamblea Plenaria de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE) su nuevo presidente, monseñor Jean-Claude Hollerich.
El arzobispo de Luxemburgo sustituye, después de dos mandatos, al cardenal Reinhard Marx. Fueron sus palabras al comienzo del encuentro de obispos europeos las que subrayaron la urgencia de los cambios. Marx transmitió que corría el tiempo, y que queda poco más de un año antes de que las elecciones europeas de 2019 y la consumación del brexit pongan fin a la «corta ventana de oportunidad para la implementación de reformas necesarias en la UE».
Monseñor Hollerich, que continuará la línea de repensar Europa puesta en marcha por COMECE, es un jesuita que hasta ahora presidía además la Conferencia de Comisiones Europeas de Justicia y Paz. Dentro de las reformas que pedía el cardenal Marx, su sucesor sugiere en declaraciones a Alfa y Omega «que el Parlamento Europeo tenga más fuerza», para ganar en democracia. Pero esto debe ser consecuencia de una apuesta firme por el diálogo, con una meta clara: afrontar las suspicacias hacia la UE en el centro y este de Europa y dar salida «a la frustración de muchos católicos europeos» que, sobre todo en esta región, «piensan que el aborto, el matrimonio homosexual… vienen todos de la UE. Tenemos que decirles a los políticos que estas preocupaciones existen y son muy reales».
La acogida, un deber cristiano
Es necesario, además, buscar desde la escucha mutua otros enfoques que ayuden a superar el antagonismo en torno a la acogida de inmigrantes y refugiados. Eso sí, sin olvidar los principios que deberían orientar una política migratoria común: «Siempre ha habido y siempre habrá migraciones. Tratar de detenerlas es imposible. Y deberíamos acoger a quienes vienen como refugiados. Es nuestro deber como cristianos». El blindaje de las fronteras, añade, «nunca va a funcionar a largo plazo. Si realmente queremos frenar estos movimientos, deberíamos ayudar a los países de África para que los jóvenes de allí puedan tener perspectivas de futuro. Pero eso no se puede hacer con pocos medios. Haría falta un gran esfuerzo».
Monseñor Hollerich no descarta ni una Europa de dos velocidades –que «no debería ser la primera opción»–, ni que los Estados miembros recuperen algunas competencias. Pero esto no debe impedir ni es incompatible con avanzar, por ejemplo, hacia una muy necesaria política común de defensa. La tendencia al aislamiento de Estados Unidos –explica– pide a Europa jugar un papel mayor a nivel global. «Me parece muy raro que en todo el conflicto de Siria, una guerra en nuestro vecindario, Europa no haya jugado ningún papel. Me gustaría haber tenido una política mucho más activa. Pero siempre como un proyecto de paz, que es lo que la UE ha sido desde el principio; no dentro de un juego de poder».