La alegría de Elías Yanes
Tuve la gracia de colaborar con don Elías en la redacción, difusión y puesta en marcha del proyecto de formación para laicos Ser cristianos en el corazón del mundo que la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar está editando y animando. Esta colaboración se trenzó con el cariño y la amistad. Era su forma normal de trabajar, mezclando el trabajo muy serio con la cercanía y el cariño.
¡Cómo se reía de las tonterías que en un momento dado le podía decir! Se reía como un niño sin complejos. ¡Lo vi tan feliz trabajando en la formación de los laicos y con los laicos! Feliz de participar en las asambleas de la Acción Católica, en las conferencias, con una humildad enorme, tomando notas. Agradeciendo el cuidado y asumiendo sus límites. Me maravillaba su humildad al retirar una aportación que él hacía en el grupo de trabajo del itinerario de formación Ser cristianos en el corazón del mundo porque pensábamos que era poco clara o poco adecuada para laicos normales de las parroquias.
Era hermosa su risa luminosa y su entusiasmo al hablar de experiencias que compartía, como cuando le tiró el caballo en Bulnes con mitra y todos los ropajes, o la admiración y el regocijo con que hablaba de amistades como don Atilano Rodríguez, que fue su secretario.
Si querías que se le iluminara la cara no había más que preguntarle por las estrellas: era un grandísimo aficionado a la astronomía. Y hablaba mucho también de su tierra, de La Palma.
Yo también a veces lo pinchaba con cosas, pero no conseguí que me hablara mal de nadie nunca. A veces se callaba, a veces expresaba su preocupación y sus dudas sobre determinadas prácticas, pero guardando respeto a las persona. Lo vi también sufrir por su diócesis, sufrir hasta enfermar, pero no le salió maledicencia ni desesperanza, sus últimas palabras fueron: «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo».