El vía lucis se extiende
En la plaza Roja de Moscú tras la caída del comunismo, en un leprosario en China, sobre la roca del Calvario en Jerusalén, en parroquias y hospitales de todo el mundo, con niños y enfermos… Desde hace 30 años se extiende por toda la Iglesia la devoción de
Desde la plaza Roja de Moscú hasta la roca del Calvario en Jerusalén, desde las catacumbas romanas hasta un leprosario en la China comunista…, la devoción del vía lucis se expande desde hace 30 años por todo el mundo para dar a conocer el poder de la Resurrección.
«El vía lucis es la continuación normal y lógica del vía crucis», dice el salesiano Luis Rosón, asesor espiritual del movimiento Testigos del Resucitado, vinculado a la familia de Don Bosco, en cuyo seno nació, en 1988, esta particular devoción pospascual.
Sin embargo, el vía lucis es mucho más. Las 14 estaciones que comprenden el tiempo que media entre la Resurrección y Pentecostés han servido para alimentar la fe de miles de personas durante estos 30 años. Rosón cuenta que, «cuando cayó el muro de Berlín, el nuncio en Moscú nos pidió que fuéramos a la plaza Roja a rezar el vía lucis, y fue impresionante ver a la gente conmovida, llorando mientras rezaban». Escenas similares se han repetido en China, «donde los salesianos tenemos un leprosario; allí lo rezamos con los enfermos de manera discreta. Sin mucho ruido, pero lo hacemos…».
En Croacia y en Bosnia, especialmente en la zona musulmana, hay parroquias en las que se reza todos los sábados del año. En Roma se hace en las catacumbas de san Calixto –«porque los mártires son los primeros en celebrar la victoria de Cristo sobre la muerte»–, en Jerusalén se reza desde 1992 sobre la roca del Calvario en la basílica del Santo Sepulcro, y sus estaciones han llegado también a santuarios como Fátima y Pompeya. Su devoción se ha extendido por Australia, América y África, y hoy en día lo rezan laicos, sacerdotes y obispos.
A Juan Pablo II «le encantó cuando lo conoció», dice el salesiano, que desvela que la madre Teresa lo rezaba con sus hermanas en la casa de Roma. «Pero lo más conmovedor es cuando lo rezan los enfermos –afirma el padre Rosón–. Es muy bonito presenciar cómo cada estación les da esperanza en medio de su sufrimiento. Y cuando lo rezan los niños es precioso, porque ellos perciben con muchísima naturalidad a Jesús como su amigo bueno». Así, desde su movimiento pueden atestiguar cómo, en apenas treinta años, «el vía crucis ha dejado de ser nuestro. Nació entre nosotros pero se ha ido extendiendo por toda la Iglesia con el aliento de Cristo resucitado».
La palanca que mueve el mundo
La idea de esta devoción parte del padre Sabino Palumbieri, que en 1984 fundó el movimiento Testigos del Resucitado con el fin de impulsar y dar a conocer en la vida cotidiana la fuerza de la Resurrección. En 1988, con motivo del centenario de la muerte de Don Bosco, Palumbieri idea 14 estaciones basadas en escenas de la Iglesia naciente, desde la mañana de Pascua hasta Pentecostés: las apariciones a la Magdalena y a los discípulos, el camino de Emaús, el encuentro con Tomás, la pesca en el Tiberíades, el envío a la misión, la Ascensión, la espera del Espíritu… Al estilo del vía crucis, también se comienza con una fórmula que se va repitiendo antes de cada escena: «Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos. Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo».
«Se trata de mostrar cómo Jesús acompaña a la Iglesia desde el principio, y lo sigue haciendo», afirma Luis Rosón. «Esta idea bebe de la conocida frase de Bonhoffer en la que, parafraseando a Arquímedes, afirmaba que la Resurrección es el punto de apoyo que puede mover el mundo. La Semana Santa no termina en la muerte, y esto hacía falta pasarlo a la devoción popular. Había mucho Viernes Santo y poco Domingo de Pascua», señala.
Sin embargo, la relación entre el vía crucis y el vía lucis no es de contraposición, sino de continuidad: «Hay un equilibrio, una legítima y lógica continuación. Hay lugares en los que las estaciones del vía lucis se colocan inmediatamente después del vía crucis», señala el asesor espiritual del movimiento. Y apostilla que «es curioso cómo en otras partes se ha colocado en el exterior de las iglesias, como indicando el aire nuevo que se respira en Pascua. Porque si está Cristo, siempre es Pascua».
Quizá por eso el vía lucis no se reza únicamente durante el tiempo que ahora comienza, sino que tiene lugar durante todo el año. Rosón señala la estación de Emaús como el paradigma de esta forma de rezar, que permite tomar conciencia de dónde procede nuestra fe y anima a vivir como un resucitado todo el año: «Como con aquellos dos discípulos, Jesús camina con nosotros. Es nuestro compañero de camino, en particular cuando celebramos la Eucaristía y nos reunimos con la comunidad. Esto lo entiende muy bien la gente sencilla. Es una forma
nueva de vivir, y es lo que nos hace concluir cada celebración renovando nuestras promesas bautismales».
Hay futuro
En el año 2002, la Congregación para el Culto Divino avaló esta devoción afirmando que el vía lucis es «una óptima pedagogía de la fe» en medio de «una sociedad marcada por la cultura de la muerte, con sus expresiones de angustia y apatía», a la que ofrece «los valores esencialmente pascuales: la liberación, la alegría y la paz».
A fin de cuentas, «se trata de saber que Cristo vive, y anunciárselo a todo el mundo», concluye el padre Rosón. «Es vivir la vida testimoniando a Cristo resucitado. Cuando remarcas esto es impresionante ver las conversiones que se dan. Esto es el Evangelio, los apóstoles, la Iglesia, María… Vivir con Cristo hace posible tener alegría en medio del sufrimiento y de la muerte. No es saltar la muerte por encima, sino ir más allá. Gracias a la Resurrección hay un futuro para el hombre».