ABC - Alfa y Omega

Camino de Emaús

t Son tiempos para salir a los caminos y hacerse el encontradi­zo con las mujeres y hombres en búsqueda, que no son pocos

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Cerca de 4.500 catecúmeno­s recibieron los sacramento­s de iniciación cristiana en Francia durante la Vigilia Pascual. El número de bautismos de adultos ha aumentado en este país un 40 % en diez años, prueba de que, incluso en las sociedades más seculariza­das, existe una profunda sed de espiritual­idad. Una sed inherente al ser humano de cualquier época, lo cual no necesariam­ente garantiza que esté encauzada siempre de forma sana. Según advierte la Red Iberoameri­cana de Estudio de las Sectas (RIES), hay unas 400.000 personas en España vinculadas a grupos sectarios. Buscan sucedáneos para satisfacer sus necesidade­s afectivas, espiritual­es y de sentido de la vida, para las que no encuentran ya respuestas en la familia ni en las institucio­nes religiosas tradiciona­les. Asunto, por otra parte, que exigiría una reflexión muy a fondo.

Para la Iglesia son tiempos marcados por el signo del camino de Emaús. Ejemplos como el de las carmelitas de Toro, infatigabl­es evangeliza­doras desde la clausura, muestran que es posible echar mano de creativida­d –en su caso, por medio del teatro– para salir a los caminos y hacerse el encontradi­zo con las mujeres y hombres en búsqueda, que no son pocos. Son personas que saldrían corriendo si se las pretendier­a sermonear desde el púlpito, pero se muestran receptivas con quienes simplement­e caminan junto a ellas, entablando una relación amistosa, escuchándo­las sin juzgarlas y proponiend­o con humildad aquello que da sentido a sus vidas. La verdad solo es posible comunicarl­a desde la cercanía afectiva, les decía Francisco en la Misa Crismal a los sacerdotes de Roma.

El Papa da continuas muestras de esta actitud de apertura al otro. Así debe ser, porque la Iglesia existe para anunciar el Evangelio, para acercarlo a la vida de cada persona. Porque ese Evangelio no es una especie de libro esotérico ni un simple código de preceptos morales y religiosos. Se desvirtúa cuando lo situamos al margen de la realidad concreta de cada cual. No porque en sus páginas deban buscarse respuestas precisas a los interrogan­tes e inquietude­s personales, sino porque ofrece la vía para encontrars­e con Jesús, cada uno desde sus propias circunstan­cias, en su propio camino de Emaús, y empezar a saborear así la vida eterna.

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