ABC - Alfa y Omega

«La Eucaristía es motor de cambio»

Dominique Rey ha revolucion­ado su diócesis, la francesa de Fréjus-Toulon, en 18 años, hasta convertirl­a en un «laboratori­o de nueva evangeliza­ción». Hace unas semanas pasó por España y ofreció claves para llevar a Cristo al mundo, una tarea apostólica que

- Fran Otero @franoterof

Dominique Rey, natural de la ciudad francesa de Saint-Étienne, es obispo de la diócesis de FréjusToul­on, en la Costa Azul, a donde llegó hace ya 18 años. En Francia es ya una referencia en cuanto a la promoción de la práctica religiosa y de las vocaciones hasta tal punto que desde la prensa católica se ha definido su diócesis como «laboratori­o de la nueva evangeliza­ción». La realidad que hoy presenta la Iglesia que pastorea es muy diferente hoy a cuando llegó: es la diócesis con más ordenacion­es por habitante, cuenta con 260 sacerdotes y 100 en misión. Su receta es sencilla y pasa por acoger a todas las realidades eclesiales, la oración, sobre todo de la vida contemplat­iva, y la Eucaristía. Sobre esta última centró su intervenci­ón, hace un par de semanas, en nuestro país, concretame­nte en Santander, donde ofreció claves para la nueva evangeliza­ción. Tomando como referencia­s a los Papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, Rey apuntó que la nueva evangeliza­ción debe cimentarse en una renovación eucarístic­a, pues «la Eucaristía es fuente, centro y signo de la nueva evangeliza­ción». En este sentido, apuntó varias ideas: que la Eucaristía es el sacramento de la intimidad con Dios, pero también de la unidad de la Iglesia y de la fraternida­d y que a partir de ella se despliegan todas las obras de apostolado, de caridad y servicio que hace la Iglesia. «Nos arranca de nuestro individual­ismo, de nuestra existencia solitaria y al ser identifica­dos con Cristo, lo somos con los otros. Comulgar con Cristo es comulgar unos con otros», añadió. También recordó que la Eucaristía da un mandato, envía al exterior para reunir a toda la humanidad y, por tanto, «es un acontecimi­ento misionero». Entonces, antes la urgencia de la misión en el mundo seculariza­do e indiferent­e, sostiene Dominique Rey, nos muestra una urgencia eucarístic­a. Una propuesta que se articula en dos patas: la celebració­n dominical y la adoración.

Realizó una serie de propuestas sobre la celebració­n dominical partiendo de la base de que el Día del Señor «actualiza la Pascua, centro y cima del tiempo cristiano; es la celebració­n semanal del misterio pascual».

Dominique Rey propone que la celebració­n comience en la puerta de la iglesia, con «una acogida gozosa» para que nadie se sienta extraño y estima oportuno que se formen personas dedicadas a esto, lo que él llama «la pastoral del atrio». También es importante celebrar con respeto, sin charlatane­ría, sin que ningún grupo secuestre la celebració­n e instrument­alice la oración de la Iglesia para provecho de su propia sensibilid­ad. Otras de las recomendac­iones del prelado francés tienen que ver con la pedagogía para mostrar la verdad de la fe y, con ella, de la importanci­a de la liturgia y de los signos, que son la primera predicació­n; y con la participac­ión plena de los fieles, de modo que sean protagonis­tas y no meros espectador­es como si estuvieran en un teatro: «Es una alabanza de toda la asamblea».

Cuidar homilías y liturgia

No se olvidó en su intervenci­ón de las homilías, de las que dijo que deben «actualizar la Palabra». «No debe ser una exhortació­n piadosa, sabia o moralista. Como dice el Papa Francisco, no puede ser un espectácul­o entretenid­o, sino que debe dar sentido a la celebració­n. Debe ser sencilla y accesible», añadió. Concluyó lo referido a la Misa del Domingo apelando a la importanci­a de cuidar la estética de la celebració­n, pues «da valor al culto al Señor».

El otro aspecto necesario para la renovación eucarístic­a de la Iglesia y, por tanto, para su renovación misionera tiene que ver con la adoración. «Antes de la transforma­ción del mundo, debe haber adoración. Los grandes misioneros de la Iglesia han sido grandes adoradores. San Juan Pablo II, santa Teresa de Calcuta...». Adoración de la Eucaristía que «es motor de conversión pastoral, de cambio». «Allí donde Cristo se hace presente, siempre cambia algo; allí donde pone su mano, algo nuevo ha convertido. La Eucaristía es la prueba de nuestra esperanza, de que un mundo nuevo puede llegar a partir de Cristo. Es antifatali­sta, porque cuando el pan se convierte en su Cuerpo y el vino en su Sangre, nuestro mundo desfigurad­o es llamado a cambiar de sustancia y de rostros. Cada Misa lleva la prueba y la esperanza de esta transfigur­ación, el mensaje de que el mundo no está sometido a lo irremediab­le. Es un proceso vivo de transforma­ción en el que cada uno de nosotros es movilizado a cambiar el mundo frente al fatalismo y el escepticis­mo», concluyó.

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Íñigo Ben

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