ABC - Alfa y Omega

María Magdalena

- María Teresa Compte Grau

La película María Magdalena dirigida por Garth Davis sitúa a orillas del lago Tiberíades el encuentro de María de Magdala con Jesús. Ella, como el resto de los discípulos lo deja todo por seguir al Maestro. Y lo hace, pese a las miradas de sospecha y a los juicios maledicent­es, por razones espiritual­es. Jesús no es la coartada que le permite a María Magdalena escapar de un matrimonio concertado, sino la respuesta a los anhelos de una mujer profundame­nte espiritual.

No es verdad, como he leído en críticas, que la película de Davis confunda a la discípula con el Maestro. Es Cristo quien dota de sentido pleno la vida de la Magdalena. Es Jesús quien la anima a convertir la Palabra en gestos de misericord­ia, a vivir sin miedo, a cuidar de los otros, a escuchar desde el corazón y a no perder nunca el ánimo.

El camino a Jerusalén lo es de conversión. Y en ese camino ella acoge su sufrimient­o y acompaña su decisión de dar la vida. Es María, la Madre de Jesús, quien comparte con la de Magdala el sentido último del Amor: aceptar la pérdida de aquel a quien ellas aman profundame­nte. Con el alma rota, ambas mujeres no le tientan, no le abandonan; simplement­e se quedan hasta el final. María Magdalena nunca perdió el ánimo. Y porque vio y oyó no se reservó nada para sí. Consciente del don recibido, corrió a compartir la verdad. No pidió permiso para hablar. Cumplió con la misión que el Resucitado le encomendó: anunciar que Cristo estaba vivo y ella le había visto.

Apóstola de los apóstoles fue la dedicatori­a que Rabano Mauro y santo Tomás de Aquino dedicaron a María Magdalena. Juan Pablo II lo recordó en Mulieris dignitatem. El Papa Francisco lo ha rubricado al decidir que su festividad litúrgica adquiera el mismo rango que la del resto de apóstoles. Desgraciad­amente, la historia lo demuestra, no siempre el magisterio consigue hacerse praxis.

El guion escrito por la dramaturga Helen Edmunson está inspirado en el Evangelio gnóstico de María Magdalena. Los biblistas y sacerdotes que junto a rabinos e historiado­res han asesorado a la guionista y al director han tenido oportunida­d de aclarar y corregir. Nadie que conozca con un mínimo de rigor los Evangelios podrá negar los ecos gnósticos de la película. Pero, del mismo modo, nadie que conozca los Evangelios podrá negar que el intento de rehabilita­r a la mística de Magdala, como ha titulado La

Croix, está más cerca de la Magdalena discípula de Jesús que de la prostituta, símbolo de la mujer tentadora, de la que llevamos siglos oyendo hablar.

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