Una no creyente y «la entrega absoluta» de los misioneros
No es frecuente que personas ajenas a la Iglesia o que se definen como «no creyentes» sepan captar el sentido trascendente de la vocación misionera. Una de ellas es la periodista y fotógrafa documental Ana Palacios, que este jueves, a las 19 horas en la cineteca del Matadero de Madrid, presenta su proyecto Niños esclavos. La puerta de atrás. «Siempre que puedo elegir para mis proyectos entre una ONG laica o religiosa – reconoce a Alfa y Omega– me voy con la religiosa. Me aportan más».
Combonianos, salesianos, escolapios, anas (Religiosas de la Caridad de Santa Ana), concepcionistas, vedrunas y la fundación Mensajeros de la Paz son algunas de las instituciones que ha visitado en distintos países de Asia y África desde que hace ocho años decidió dedicarse al periodismo de derechos humanos. «He encontrado en ellos el denominador común de una entrega total. La del cooperante es una entrega genuina también, y no menos comprometida. Pero los misioneros se dan a los demás por amor a Dios, y por eso su entrega es en cuerpo y alma».
La fotoperiodista pone como ejemplo un momento «muy revelador» que vivió en una de sus primeros contactos con misioneros, las anas, en la India, y que le sirvió para entender esta «entrega absoluta». En una casa que estas religiosas acababan de abrir para atender a mujeres en riesgo excluidas, «había cinco monjas y cinco mujeres, aunque el centro tenía capacidad para 150. Un día, la comida se retrasó mucho por varias circunstancias y yo estaba en la mesa esperando y pensando “qué hambre”. La situación se podía haber gestionado de muchas maneras. Podían haberles dicho: “Sois pocas, id a la cocina y servíos”. Pero no pararon hasta haber servido el último grano de arroz a estas mujeres; y con un cariño, una paz, una generosidad, una sonrisa…».
Palacios también subraya el compromiso de los misioneros con los territorios en los que están. «Es difícil –explica– que un cooperante lleve más de cuatro o cinco años en un sitio, porque rotan; y muy normal, en cambio, que los misioneros hayan estado 20 o 30 en cualquier pueblo perdido». Tal vez por eso, reconoce que «entiendo mejor los problemas cuando los conozco a través de los misioneros».