ABC - Alfa y Omega

Madre, enséñanos a ser discípulos misioneros

En este Año Jubilar Mariano, peregrinad a la catedral de la Almudena, acercaos al altar de la Virgen y posad vuestra mirada sobre Ella

- +Carlos Card. Osoro Arzobispo de Madrid

La semana pasada, 25 años después de que san Juan Pablo II dedicara la catedral de Santa María la Real de la Almudena, arrancó un Año Jubilar Mariano en nuestra diócesis. Tanto a los que vivís en Madrid como a los que llegáis de otros lugares, os invito a peregrinar a nuestra catedral; acercaos al altar de la Virgen y posad vuestra mirada sobre Ella. En silencio y recogimien­to, pedidle que os enseñe a ser auténticos discípulos misioneros, como recoge el lema que hemos escogido para este año de gracia que se prolongará hasta junio de 2019.

La Virgen eligió la propuesta que Dios le hizo, todos podemos aprender mucho de Ella. Plena y totalmente abierta a al Señor, dijo sí para que tomase rostro humano y viviese como uno de tantos entre nosotros, en medio de esta historia. En Ella vemos que un discípulo misionero o se abre totalmente a Dios o no lo es. María no se comportó como controlado­ra, sino como facilitado­ra de la presencia de Dios en medio de todos los hombres sin excepción. María no pidió ninguna recompensa, no quiso ser aduana, quiso darle todo a Dios, porque solamente así se le puede anunciar a los hombres.

En ese camino, en el que tuvo que atravesar regiones montañosas, María nunca mostró miedo ni se dejó llevar por la desesperan­za, nunca quiso tirar la toalla. Desde el instante en que recibió la noticia, vivió en la alegría y la dicha de ser llamada a cambiar la historia y las relaciones entre los hombres, no por sus fuerzas, sino llevando la presencia real de Dios. ¡Qué bien lo expresa el texto de la Visitación! Asistiendo a su prima Isabel, le hizo experiment­ar que el Señor estaba con ellas, le hizo reconocer el valor de su adhesión y decir: «Dichosa tú que has creído que lo que ha dicho el Señor se cumplirá», al tiempo que hizo saltar de gozo en su vientre a su hijo no nacido, Juan, que experiment­ó la cercanía de Dios. Y esta Buena Noticia la llevó a todos sin excepcione­s, privilegia­ndo a quienes suelen ser los olvidados y despreciad­os. En Ella se hicieron así verdad las palabras de san Juan Crisóstomo: «No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida». Fue capaz de compadecer­se de los clamores de los hombres, se interesó por los demás, por cuidarlos.

Al igual que María, como nos recuerda el Papa Francisco en Evangelii gaudium, un discípulo no debe obsesionar­se por la «transmisió­n desarticul­ada de una multitud de doctrinas», sino que el anuncio debe concentrar­se en lo esencial para que la propuesta sea «más contundent­e y radiante». Recordemos las bodas de Caná y la intervenci­ón de la Virgen a aquellas gentes en apuros: «Haced lo que Él os diga». Dejó a un lado la ansiedad que todos tenían y miró a los ojos de los otros y escuchó, Ella quería ofrecer a todos la vida de Cristo. Sintamos el gozo, la pasión por ofrecerla, temamos más a encerrarno­s en nosotros mismos y a dejar de mirar a los otros; seamos discípulos misioneros como María, promotores y generadore­s de sentido en nuestras ciudades, donde aparecen otros lenguajes, símbolos, mensajes, paradigmas o modelos, que ofrecen nuevas orientacio­nes de vida, a veces en contraste con el Evangelio de Jesús. Se nos pide que no temamos a equivocarn­os, que imaginemos nuevos espacios de oración y de comunión que sean más significat­ivos y atractivos, que iluminen los nuevos modos de relación con Dios, con los otros, y con el espacio que suscite valores fundamenta­les, nada de barnices. Hay que alcanzar con la Palabra los núcleos más profundos del alma de este mundo. María, nuestra Madre, nos ayudará.

Tenemos un Año Jubilar Mariano por delante, con la Santísima Virgen como protagonis­ta. Como Ella, pongamos la mirada en Jesucristo. Seamos hombres y mujeres que no tienen miedo a la santidad, hombres y mujeres que no tienen miedo a que Dios quite fuerza, vida o alegría, sino todo lo contrario, pues llegaremos a ser fieles a nuestro ser. Depender de Él nos libera y nos hace reconocer nuestra dignidad, más santos y más fecundos para el mundo. Nunca tengamos miedo a dejarnos amar por Dios como lo hizo nuestra Madre, nos hace más humanos al encontrase nuestra debilidad con la gracia.

 ?? Archimadri­d / José Luis Bonaño ?? El cardenal Osoro abre la puerta de la catedral en el inicio el Año Jubilar Mariano en la Almudena
Archimadri­d / José Luis Bonaño El cardenal Osoro abre la puerta de la catedral en el inicio el Año Jubilar Mariano en la Almudena

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