Y el Santísimo frenó la matanza
La imagen en Masaya el 21 de junio se ha convertido ya en un icono de situación en Nicaragua. Es la Iglesia caminando entre trincheras, Santísimo en mano, para frenar una nueva matanza. Mientras participaban en una vigilia de oración en la catedral de Managua, a poca distancia, el cardenal Brenes, el nuncio Sommertag y el obispo auxiliar, Silvio José Báez, fueron alertados de que se preparaba un inminente ataque contra esta población declarada en rebeldía contra el presidente Ortega. Habla de todo ello en una extensa entrevista con este semanario el obispo Báez, que ha emergido en los últimos meses como gran referente en defensa de los derechos humanos. Se ha creado «un ambiente de terror» en Nicaragua, asegura, con pistoleros afines al Gobierno recorriendo casa por casa en busca de opositores. Este tipo de denuncias le han ocasionado varias amenazas de muerte. «No siento miedo, y creo que es una gracia del Señor», aunque «sí me preocupa un poco mi familia», confiesa.
Monseñor Silvio José Báez es obispo auxiliar de Managua y una de las voces más firmes contra la dictadura y la violenta represión de Daniel Ortega hacia al pueblo nicaragüense. Recibe constantes amenazas de muerte y ya es conocido como el Romero de Nicaragua. El pasado jueves caminaba entre trincheras junto al cardenal Brenes y al nuncio Sommertag por las calles de su ciudad natal, Masaya, Santísimo en mano, para evitar más matanzas que, en estos días, se han cobrado incluso la vida de bebés. «La situación de represión es tan desproporcionada» que, además de los ataques a manifestaciones pacíficas, «grupos parapoliciales» entran en las ciudades «lista en mano que consiguen por medio de espías para apresar a la personas que apoyan a la población, torturarlas y hacerlas desaparecer». También hay francotiradores «colocados para disparar a la cabeza o al corazón de los más activos en las protestas» ¿Se están reactivando viejas divisiones en Nicaragua que se creían ya cerradas?
Siempre las crisis políticas, sobre todo cuando van acompañadas de represión violenta contra el pueblo, provocan grandes divisiones y profundas heridas sociales. Ciertamente, después de que se supere esta crisis quedarán muchos resentimientos en los corazones, mucho odio entre las personas y desequilibrios emocionales a nivel personal y familiar. Quedará una sociedad herida y dividida, por lo que en el futuro la Iglesia tendrá delante una inmensa tarea de sanación interior de las personas y de promoción de procesos de reconciliación profunda.
Ustedes, los obispos, han declarado hace poco que no seguirán dialogando mientras haya asesinatos. Y cada día nos llegan noticias de más muertes. ¿El diálogo nacional está roto?
No está roto, pero se ha suspendido varias veces debido a la represión violenta y criminal del Gobierno contra la población civil, que ha ocasionado tantas muertes y también a causa de la falta de voluntad política del mismo Gobierno, que no acepta ninguna responsabilidad. Pero el diálogo continúa aunque, ciertamente este no es el mejor ambiente para dialogar. Son muchos los nicaragüenses que creen que no tiene sentido hablar con quien tiene las manos manchadas de sangre.
La Iglesia intenta una y otra vez salvar este diálogo. ¿Cree de verdad que merece la pena?
Los obispos estamos convencidos de que, aun con toda su fragilidad, es la única salida pacífica y constitucional a la crisis que estamos viviendo. Sin el diálogo la violencia sería peor. Pero, realmente, ha sido un riesgo desde el inicio. Yo lo dije desde que se planteó la posibilidad: podía ser una estrategia del Gobierno para ganar tiempo, para manipular o desprestigiar a la Iglesia, para desviar la atención de los grandes problemas… Ahora, el Gobierno continuamente con su intransigencia bloquea el diálogo. Pero nosotros, aunque lo hemos suspendido algunas veces, lo mantenemos vivo, porque sigue siendo una esperanza y un gran interrogante. Cada vez que se realizan las sesiones toda Nicaragua tiene la oportunidad de verlas en vivo por la televisión; es un medio para hablar con el Gobierno o para escucharle y, al mismo tiempo, una especie de válvula de escape para todos. Hasta ahora los frutos han sido pocos, pero creemos que tenemos que mantenerlo a pesar de toda su debilidad.
Hay informaciones de que, además de la represión contra los manifestantes, hay francotiradores en las ciudades y asesinos a sueldo con una lista de personas a las que matar. ¿Puede confirmarlo?
Estamos viviendo una situación de represión desproporcionada y excesivamente violenta de parte del Estado hacia la población civil. Una de esas expresiones es el ataque a manifestaciones pacíficas, pero además, se están produciendo también represiones contra ciudadanos que están atrincherados en los tranques –barricadas en las calles–, que sirven como expresión de protesta pero también como defensa para evitar que las fuerzas militares entren en las ciudades. En los lugares donde la Policía Nacional y los grupos parapoliciales –que son grupos armados, entrenados, financiados y dirigidos por la Policía–, han destruido los tranques y han logrado entrar a las ciudades, van con lista en mano que han conseguido por medio de espías e infiltrados en los barrios, que aquí la gente llama orejas, buscando de casa en casa a las personas que más visiblemente han apoyado a la población, para apresarlas y luego torturarlas o hacerlas desaparecer. Además, es escandalosa la presencia de francotiradores en algunos puntos altos de las ciudades,