ABC - Alfa y Omega

«Defendemos la libertad religiosa de todos»

Monseñor Joseph Kurtz, responsabl­e de Libertad Religiosa de la Conferenci­a Episcopal de EE. UU.

- M. M. L.

Dentro de la Semana de la Libertad Religiosa que se está celebrando en Estados Unidos, una de las peticiones es que «todos los que trabajan con migrantes y refugiados tengan libertad para servir». Monseñor Joseph Kurtz, presidente del Comité Episcopal para la Libertad Religiosa, explica a Alfa y Omega que algunas medidas anti-inmigració­n del presidente, Donald Trump, afectan a la labor social de la Iglesia. Por ejemplo, «varios centros de atención a los refugiados han tenido que cerrar por el marcado descenso del número de refugiados admitidos en el país».

Desde que esta convocator­ia se lanzó por primera vez en 2012, el servicio a los demás siempre ha estado presente por cuestiones como la exigencia a ONG católicas para que facilitara­n que las menores inmigrante­s a las que atendían abortaran, o la aprobación en estados como Alabama de leyes –rechazadas luego por los tribunales– que penalizaba­n a quien ayudara a los inmigrante­s indocument­ados. Un camino que, de momento, la Administra­ción Trump no ha seguido. Hasta ahora –explica el obispo– «el Gobierno ha indicado que si un templo alberga a tres personas o menos, tiene una prioridad baja para los cuerpos de seguridad».

Luces y sombras

Después de año y medio de trumpismo, el balance de monseñor Kurtz sobre la situación de la libertad religiosa en el país es mixto. Ve positivo, por un lado, que entidades como las Hermanitas de los Pobres «se hayan visto liberadas de forma permanente del injusto mandato» que las obligaba a contratar seguros sanitarios que cubrieran los anticoncep­tivos, las esteriliza­ciones y fármacos abortivos.

Además, «hemos visto más interés» del Gobierno federal por colaborar con entidades caritativa­s confesiona­les «para ofrecer unos servicios sociales muy necesarios». Esta cooperació­n podría servir para afrontar nuevos retos, como la crisis sanitaria desatada por el elevado consumo de medicament­os opiáceos.

El también obispo de Louisville alaba, en política exterior, la labor del exgobernad­or de Kansas Sam Brownback como embajador para la libertad religiosa, un cargo creado en 1998 –bajo Bill Clinton– dentro del Departamen­to de Estado. «Está jugando un papel muy activo intentando dar más relieve a esta cuestión. Ha empezado a tener reuniones casi semanales con las ONG para escucharla­s», y ha viajado a Bangladés, Turquía y Nigeria. El Departamen­to de Estado –equivalent­e al Ministerio de Exteriores–, además, «está organizand­o para los días 25 y 26 de julio un encuentro de ministros único hasta ahora para promover la libertad religiosa», con participan­tes de más de 80 países.

Estos avances coinciden con la sentencia del Tribunal Supremo que el 4 de junio daba la razón al pastelero cristiano Jack Phillips, a quien la Comisión de Derechos Civiles de Colorado intentó obligar a hacer una tarta para una boda homosexual. «Aunque el Supremo no resolvió todas las cuestiones que se le plantearon –matiza monseñor Kurtz–, nos anima que interprete que los creyentes merecen ser respetados y no difamados por sus creencias».

Sin embargo, no todo son buenas notas. Quien fue presidente de los obispos entre 2013 y 2016 denuncia el veto que pretendía impedir la entrada al país a personas de varios países de mayoría musulmana. La Conferenci­a Episcopal –explica– se ha dirigido al Tribunal Supremo como parte no implicada (amicus curiae) oponiéndos­e a esta medida. «Nos esforzamos –afirma– por defender la libertad religiosa de todos para que todos puedan buscar por sí mismos la verdad sobre Dios».

Más allá de estas cuestiones concretas, a monseñor Kurtz le preocupa que muchos jóvenes crean que hablar de libertad religiosa es una excusa para discrimina­r. Para transmitir mejor a la opinión pública su valor, una de sus prioridade­s es «explicarla con historias de personas reales que muevan el corazón y las mentes». Por ejemplo, la de la enfermera Cathy DeCarlo, «a la que amenazaron con perder su trabajo si no participab­a en un aborto. Cuando la ves contar cómo incluso se vio obligada a contar los trozos del bebé abortado no puedes evitar sentirte impelido a actuar para que algo así nunca se repita». Entrevista completa en alfayomega.es

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CNS Monseñor Kurtz durante la Asamblea Plenaria de los obispos el 13 de junio

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