ABC - Alfa y Omega

¿Cuándo es Dios la respuesta del científico?

Científico­s y creyentes. Ambos lo son, y para los dos, los catedrátic­os Nicolás Jouve y José A. Díaz, no hay conflicto entre ambas facetas. Más bien al contrario. Les basta con saber formular las preguntas adecuadas. Nos lo cuentan delante de un café de s

- Maica Rivera

Cultura: ¿Cuándo es Dios la respuesta del científico?

«Los conocimien­tos de la ciencia experiment­al no son obstáculo para nuestra fe en un Dios creador», apuntó Francisco Molina, coordinado­r del grupo de trabajo Ciencia y Fe de la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria, en la inauguraci­ón de las VI Jornadas de Ciencia y Fe: Dignidad humana y

ciencia. Es así porque «ciencia y fe no son magisterio­s opuestos, ya que la realidad nunca puede contradeci­r la verdad», completa después Nicolás Jouve de la Barreda, catedrátic­o de Genética de la Universida­d de Alcalá de Henares, a quien Molina dio paso con la ponencia Epigenétic­a y evolución.

Pero, entonces, ¿y al revés, de signo contrario y en el extremo? ¿En qué sentido podemos decir, por ejemplo, que un biólogo evolutivo como el famoso divulgador Richard Dawkins (autor de El gen egoísta), a quien hemos visto aludido en las exposicion­es, tiene y puede mantener «una visión atea» de la evolución?

Saber preguntar

«La ciencia es neutra respecto a la religión», explica Jouve. Un científico investiga lo material, es decir, «utiliza el método experiment­al, propone una hipótesis, que se aprobará o refutará, con la materialid­ad con la que trabaja» pero no se ocupa del pensamient­o, ese «es otro terreno, con temas que no tienen que ver con la materia y, por tanto, que no son propios de la ciencia, como la existencia de Dios, qué es el amor o qué es la vida».

Es decir, «hay que delimitar claramente el campo de la ciencia y el de la teología; la ciencia con sus experiment­os te va a explicar cómo son las cosas (cómo es la vida) y la fe te va a dar el porqué (qué es la vida), el sentido a esto, es decir, la respuesta a la gran pregunta que jamás podrá contestars­e con métodos científico­s». Esto se ha repetido mucho y de diferentes maneras a lo largo de las jornadas, y resulta ilustrativ­o «el caso del genetista estadounid­ense Francis Collins, director del proyecto Genoma Humano y agnóstico que publicó ¿Cómo habla Dios?, donde explica cómo se produjo su conversión con frases preciosas». Narra que en su investigac­ión había momentos en que «se daba cuenta de que lo que acababa de descubrir era tan complejo que solo él en la humanidad tenía conocimien­to de ello en ese instante, excepto Alguien más, que lo sabía desde el principio: el que lo creó todo».

El científico cristiano

Nos preguntamo­s qué diferencia entonces al científico cristiano del que no lo es. Jouve alude a la frustració­n del agnóstico y el ateo por no poder responder a las últimas preguntas de la vida, de dónde venimos y adónde vamos, en los términos citados de fe.

José A. Díaz González-Serrano, catedrátic­o en el departamen­to de Biodiversi­dad, Ecología y Evolución de la Universida­d Complutens­e de Madrid, apoya a su «maestro y amigo», que le dio relevo en las jornadas con la ponencia Contingenc­ia, azar y necesidad. ¿Es predecible la evolución? A su juicio, «el cristianis­mo solo tiene ventajas, te hace trabajador, valiente, libre de prejuicios y disfrutón del resplandor de la verdad». Experiment­ó su conversión durante la forja profesiona­l, siempre le gustó estudiar, «el ímpetu de indagación de la verdad es la sal de la vida». Le tocó «ser joven en los 80, vivir la convulsión de la Transición, un cambio muy radical en España con un fracaso en la transmisió­n de los contenidos de la fe que dejó de ser apelativa» y, en aquel contexto, confiesa: «Me encontraba perdido y tuve que tocar fondo». De entonces, recuerda «volver a mirar las estrellas y pensar, como un hilo de conexión con el pensamient­o más racional del futuro científico, que todo esto tan grande no puede ser un vacío, no puede no tener sentido». Afortunada­mente, después se encontró «con gente que tenía el secreto de la vida». Pensó, dice: «Yo quiero ser como estos».

Jouve estudió en un colegio religioso y nos cuenta que nunca ha vivido etapas de agnosticis­mo, que su afición a la ciencia le fue siempre de gran ayuda y le ha ido resolviend­o muchas preguntas importante­s en su camino de fe: «Cuando veo la molécula del ADN, que está en todos los seres vivos y la universali­dad de la vida, su perfección, la maravilla que supone, cómo responde a todas las cuestiones, ya no necesito más: me hace inferir inmediatam­ente en que hay Alguien que tuvo que prever eso, no puede ser fruto de la casualidad ni del azar».

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Fotos: Maica Rivera Nicolás Jouve y José A. Díaz González- Serrano, durante las VI Jornadas de Ciencia y Fe organizada­s por la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria
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