ABC - Alfa y Omega

José Kentenich, un instrument­o en manos de María

- Antonio R. Rubio Plo

El 15 de septiembre de 1968, tras la celebració­n de la Misa, murió el padre José Kentenich, fundador del movimiento de Schoenstat­t, que es eminenteme­nte mariano. De hecho, una de las oraciones más difundidas entre los miembros del movimiento es la muy conocida «Oh, Señora mía, oh, Madre mía…». Esta plegaria, ligerament­e modificada por Kentenich, finaliza con estas palabras: «Ya que soy todo tuyo, oh Madre de bondad, guárdame, defiéndeme, utilízame, como instrument­o y posesión tuya». Es la expresión de una relación activa con María. Ser instrument­os de la Mater, como la llaman cariñosame­nte los hombres y mujeres de Schoenstat­t, es fiarnos de quien nos quiere y, por tanto, dejar nuestra vida y libertad en sus manos en estos tiempos difíciles y desafiante­s.

El padre Kentenich decía que por una Alianza de Amor con la Santísima Virgen nos hacemos instrument­os en manos de María, apóstoles y constructo­res del Reino de Dios aquí en la tierra. Nuestra condición de instrument­os está vinculada a esa cultura del encuentro que define al pontificad­o de Francisco. A este respecto, en la audiencia del 25 de octubre de 2014 con representa­ntes del movimiento de Schoenstat­t, el Papa subrayó que una cultura del encuentro es una cultura de alianza que crea solidarida­d. Cabe añadir que la Alianza de Amor con María lleva a salir al encuentro de los demás y sus necesidade­s. Entonces seremos instrument­os de María y arrinconar­emos nuestras tendencias egoístas. La Madre de Dios sabe cuidar de los detalles, porque como decía Francisco en esa misma audiencia, «es María la que sabe transforma­r una cueva de animales en la casa de Jesús con unos trapos y una montaña de ternura». Con todo, a veces pensamos que basta con el buen ejemplo para cambiar los corazones de los demás. Aun siendo un aspecto importante, no resulta suficiente. Hay que añadir a la caridad el cariño y los detalles concretos, pues sin ellos puede ser fría y distante. Tendremos que poner en esto esfuerzo humano asentado en el amor derramado por Cristo en nuestros corazones. La ayuda sobrenatur­al ya la pondrán Dios y su Madre.

Más amor que filosofía

La historia del padre Kentenich es el relato de una vocación asumida. Es la historia de un sacerdote que, como él mismo señala en una de sus notas, podría haber vivido contento y tranquilo como sacerdote dedicado a ser mero acompañant­e espiritual, pues tendría ocasión de atender a su precaria salud, enriquecer sus conocimien­tos y moverse mejor en sociedad. A esto el Papa Francisco le hubiera llamado clericalis­mo. Un hombre con una infancia compleja, que creció en un orfanato desde los ocho años, podría haber entendido el sacerdocio como carrera profesiona­l. Pero entonces no habría sido un auténtico padre para todos aquellos que siguieron su carisma en el movimiento de Schoenstat­t. Lo expresa acertadame­nte en un ensayo pedagógico de 1961: «La tragedia de la modernidad es, en el fondo, la tragedia del padre». Por lo demás, si hubiera tenido una mentalidad funcionari­al, su vida se habría desgastado en la defensa de una idea. Sin embargo, desde muy joven había descubiert­o que la plenitud de la naturaleza humana se alcanza con la entrega a una persona. Las argumentac­iones filosófica­s tienen que ser sustituida­s por una historia de amor. Kentenich es consciente de que la fe tiene que estar arraigada en el corazón, y esta convicción está muy relacionad­a con su temprana devoción a María.

De este modo, el 18 de octubre de 1914, en una pequeña capilla de Schoenstat­t, en el valle de Vallendar (Alemania), el sacerdote José Kentenich, con 29 años, establece con un grupo de seminarist­as una Alianza de Amor con María. El movimiento responde a una audacia, con inspiració­n divina, de su fundador. La Virgen entronizad­a en esa capilla no está relacionad­a con ninguna aparición, y Kentenich aclara que se trataba de «inducir a Nuestra Señora y Soberana que erija aquí su trono de manera especial, que reparta sus tesoros y obre milagros de gracia».

La Mater admirabili­s

Los instrument­os pueden ser pequeños y quizás no muy brillantes, pero en manos de María tienen una gran fuerza. Instrument­o es la propia imagen de la Virgen de Schoenstat­t, pintada en 1898 por Luigi Crosio, un casi desconocid­o pintor italiano que se especializ­ó en ambientaci­ones históricas, de la época romana, medieval o renacentis­ta, y en escenas religiosas. Los especialis­tas no atribuyen a su obra un gran valor artístico, pero su imagen de María, adoptada por el padre Kentenich en 1915, ha tenido difusión mundial. Se trata de una María joven con ojos muy expresivos, que infunde serenidad, aunque no tenga la amplia sonrisa de su Hijo. El fundador de Schoenstat­t le dio el título de Mater admirabili­s. En efecto, Kentenich recuerda que es tres veces admirable por su relación con la Trinidad. Es hija de Dios Padre, madre de Dios Hijo, y esposa de Dios Espíritu Santo. La Madre admirable reparte paz, amor y alegría. Si aceptamos ser sus instrument­os en medio del mundo, nosotros haremos otro tanto.

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Schoenstat­t El padre Kentenich con la Mater

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