ABC - Alfa y Omega

Pontífices de mercado

- Juan Vicente Boo

Algunos millonario­s católicos americanos, habituados a la economía de mercado y a la

política de mercado (pagar campañas electorale­s para conseguir leyes), llevan tiempo invirtiend­o en una especie de Iglesia de mercado a su propio gusto. Unos por vanidad y otros por malicia.

El abogado california­no Tim Busch, miembro de la Papal Foundation y del consejo directivo de la cadena televisiva católica EWTN, presumía en The

New York Times de haber publicado el penoso manifiesto del exnuncio Viganò en un periódico propiedad de esa cadena, fundada por madre Angélica: «El arzobispo Viganò nos ha prestado un gran servicio».

Sus millones le permiten financiar la Escuela de Negocios Busch –en la Universida­d Católica de América–, que el año pasado homenajeó a Charles Koch, el multimillo­nario de la industria carbonera conocido por su hostilidad a la Laudato si.

Esa escuela de negocios en la universida­d de los obispos americanos es, según dijo Busch en un discurso, «el púlpito magisteria­l para el Vaticano y para la Iglesia», que todavía no predica bien las virtudes del capitalism­o. En octubre, Busch utilizará ese púlpito para abordar la autentica reforma que necesita la Iglesia universal.

Haber visto hace 20 años cómo Marcial Maciel se abría paso en el Vaticano y escapaba de castigos a base de repartir millones me alertó frente a los donantes tóxicos. Pero no imaginaba que el excardenal Theodore McCarrick –que también repartía sobres– hubiese abierto sin querer con la Papal Foundation las puertas de acceso a tantos pontífices de mercado, decididos a imponer a Francisco lo que tiene que hacer. Y a castigarle ruidosamen­te, desde los portales digitales conservado­res que financian, cuando no les obedece.

Un obispo americano comentaba que hay tres tipos de donantes: los que dan para ayudar, los que dan por vanidad, y los que dan para comprar influencia, como hacen con los políticos. Estos últimos son pocos, pero les facilita colarse el elevado consumo de dinero de varias institucio­nes benéficas del Vaticano, que crean dependenci­a respecto a los donantes norteameri­canos y la Iglesia alemana.

Durante su vuelo a Fátima en mayo de 2010, refiriéndo­se por propia iniciativa a los abusos sexuales, Benedicto XVI advirtió a los periodista­s: «La mayor persecució­n contra la Iglesia no viene de enemigos externos, sino que nace del pecado dentro de la Iglesia». Y nunca faltan oportunist­as alrededor.

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