Una sonrisa contra la mafia
Pino Puglisi fue asesinado por la mafia porque les robaba su mano de obra, dice el escritor italiano Alessandro D`Avenia, exalumno del cura. Es la misma línea que pidió el Papa a la Iglesia de Sicilia: ofrecer alternativas a los jóvenes
Aquel día, un 15 de septiembre de 1993, el profesor de Religión, el sacerdote Pino Puglisi, no apareció por el colegio. El motivo de su ausencia no estaba relacionado con la celebración de su 56 cumpleaños. Acababan de pegarle un tiro.
La mafia había decidido matarlo porque el cura le robaba soldados para su ejército criminal con las actividades para jóvenes que organizaba. Pero incluso su asesinato se convirtió en un momento de evangelización. Justo antes de que el sicario accionara el gatillo, el sacerdote le dijo a su asesino: «Te estaba esperando», y le sonrió. Esa sonrisa se grabó a fuego en la mente del criminal y, un tiempo después, provocó un cambio radical en el mafioso hasta el punto de que terminó testificando en el proceso de beatificación de Puglisi en mayo de 2013.
Alessandro D’Avenia (Palermo, 1977) recuerda a la perfección esa misma sonrisa. «La veía a diario en la escuela cuando don Pino entraba en clase para impartir Religión». Los hechos sucedieron hace un cuarto de siglo y ahora D’Avenia, convertido en profesor y escritor, ha novelado la vida y muerte del sacerdote. La obra, titulada Lo que el
infierno no es (La Esfera de los Libros), acaba de llegar a las librerías españolas y ha sido presentada en el 25 aniversario de la muerte del sacerdote.
Literatura juvenil
La novela, con diversos pasajes autobiográficos, cuenta cómo Federico, un joven de clase acomodada de 17 años, acepta la invitación de su profesor y párroco de la iglesia del barrio marginal de Brancaccio para visitar la zona antes de su viaje a Oxford para mejorar su inglés.
Allí se encontrará con una realidad absolutamente desconocida para él, con el infierno, un barrio miserable marcado por las drogas, el paro, la violencia y la mafia y conocerá los esfuerzos del párroco para poner en marcha una escuela en contra de lo que desean los capos de la Cosa Nostra.
Transformaba a los chicos
Esta labor entre los jóvenes fue su sentencia de muerte». D’Avenia explica que, «cuando le preguntaron al sicario por qué la mafia había ordenado el asesinato de Puglisi, él dijo: “Le mataron porque se llevaba a los chicos con él”».
En este sentido, «don Pino era peligroso para la mafia porque transformaba la vida de los chicos, que podían imaginar una vida diferente a la del ejército mafioso, gracias a la educación y las actividades lúdicas», apunta el escritor. Los chicos «habían crecido en un barrio conflictivo, habían nacido en el infierno y gracias a la labor del sacerdote pudieron ver un atisbo del paraíso. Otra vida era posible».
De alumno, Alessandro D’Avenia, se ha convertido en profesor, pero tanto antes como ahora tiene muy presente la figura de Pino Puglisi. «Al hacerme profesor, el recuerdo de don Pino me hizo entender que un maestro no es alguien que tiene a su público asegurado, los alumnos, que están obligados a escuchar. Me hizo darme cuenta de que el profesor tiene que ser el público que tiene que escuchar y alentar y aplaudir a sus alumnos».
Una batalla silenciosa
La figura del sacerdote, beatificado por Francisco en 2013, sigue iluminando actualmente la lucha contra la mafia. «En una ocasión, a don Pino le hicieron una entrevista en la televisión y le presentaron como “sacerdote antimafia”. Puglisi cortó al periodista y dijo: “Yo, como Cristo, no soy antinadie, yo soy pro Cristo y pro Evangelio”. Él quería convertir también a los mafiosos». De esta forma, «con la muerte de don Pino cambiaron muchas cosas. Los sacerdotes dejaron de enfrentarse directamente a la organización criminal, para centrarse en difundir el bien», asegura D’Avenia.
Pero Puglisi no es un caso aislado. «Hay mucha vistosidad en una lucha contra la mafia hecha con escoltas, pero hay una lucha silenciosa que hacen muchos sacerdotes de quienes no sabemos nada. Están dando cultura a los chicos, tratando de ofrecerles una vida diferente como hacía don Pino. Ellos no son noticia», concluye el escritor italiano.