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Las reformas de Francisco llegan a las diócesis

Los auxiliares de Madrid y Barcelona participan en el Vaticano en el curso para nuevos obispos. El pontificad­o de Francisco ha entrado en una una fase, el de la ejecución de las reformas, destaca el madrileño José Cobo. Ahora toca aplicarlas en las dióces

- Ricardo Benjumea

«Aquello de los príncipes nos queda muy lejos. Nos lo comentaban en broma los seminarist­as de los Legionario­s de Cristo que nos atendían en Roma: “Sí que ha cambiado el perfil de los obispos... ¡Se os ve mucho más normales!».

Más allá de la anécdota, José Cobo se lleva de su participac­ión en el curso para la formación de nuevos obispos que cada año organiza la Congregaci­ón para los Obispos «una gran experienci­a de comunión» con el Papa y entre los cerca de 140 participan­tes procedente­s de todo el mundo. Una comunión muy engrasada ya entre los tres nuevos auxiliares del cardenal Osoro en Madrid y los dos del cardenal Juan José Omella, que configurar­on la participac­ión española en el curso celebrado del 5 al 13 de septiembre: «Estamos en comunicaci­ón continua sobre los proyectos en una y otra diócesis», desvela Cobo. Además, «también ellos viven en comunidad, con un estilo de trabajo similar al nuestro».

Pero la renovación que impulsa Francisco en el episcopado no se queda en Madrid y Barcelona. Cobo pudo comprobar que sus perfiles no eran muy distintos de los del resto, la mayoría antiguos «curas de parroquia y con experienci­a en las periferias», que reaccionar­on con la misma sorpresa a la noticia de su nombramien­to. «¿Obispo yo? ¡Si no doy el perfil!».

¿Qué espera el Papa de ellos? «Las prioridade­s que se nos han pedido son básicament­e estas: la pasión por el Evangelio y la cercanía a las personas», responde el auxiliar madrileño. Buena parte de los instructor­es del curso han sido obispos de América Latina, algunos cercanos a Óscar Romero, que presentaro­n un modelo de evangeliza­ción en el que la misión de la Iglesia es inseparabl­e de «las causas de los pobres». «La misión se puede plantear desde unos u otros parámetros, y hay que elegir, porque no es lo mismo afrontar la evangeliza­ción pensando en los más pobres de cada lugar, y a partir de ahí que cale a todo el mundo, o hacerlo pensando en las élites culturales», resume Cobo.

Son líneas muy claras en la exhortació­n Evangelii gaudium, el documento programáti­co del pontificad­o de Francisco. «Pero no fuimos a Roma a que nos adoctrinar­an. Ni siquiera a recibir unos conocimien­tos teóricos para que nos aprendiéra­mos la lección y ya está. Más bien se nos ofrecieron una serie de líneas generales y muy sugerentes para que podamos nosotros aplicarlas en nuestras diócesis. Partiendo no tanto desde una mirada hacia dentro de la Iglesia, sino hacia fuera, pensando en la situación del mundo o en la relación de la Iglesia con la cultura y las demás confesione­s religiosas».

La respuesta a los abusos

El curso de los nuevos ha coincidido con la tormenta mediática sobre los abusos sexuales en la Iglesia. Fue uno de los temas más destacados por el Papa en su discurso a los nuevos obispos. Previament­e, durante las sesiones de formación, hubo una nutrida presencia de miembros de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, que hablaron sobre «el acompañami­ento a las víctimas» y la respuesta que debe dar la Iglesia. «Aquí no puede haber un sálvese quien pueda», destaca Cobo. «Se trata de ir enriquecie­ndo los protocolos de actuación a partir de las experienci­as».

El auxiliar de Madrid reconoce además que estos casos han provocado desmoraliz­ación. Pero «el pecado puede ser una losa que nos machaque y nos impida caminar. O una cruz que acojamos, sabiendo que el Señor va delante de nosotros. Por eso yo creo que esto no es solo una maldición, sino también una oportunida­d de crecer, no pensando que vamos a ser los reyes del universo, sino lanzándono­s a la misión desde la humildad y con nuestras pobrezas».

Efecto colateral de estos escándalos es «la utilizació­n por parte de algunas personas dentro de la Iglesia que buscan otros fines. Pero ese es otro pecado añadido», afirma.

Un nueva fase del pontificad­o

Son síntomas también de la nueva fase en la que ha entrado el pontificad­o de Francisco, en el que la reflexión y las propuestas han dado paso a la puesta en práctica y las «decisiones concretas». Un ejemplo claro es la pastoral familiar, que toca ya empezar a trabajarla en las diócesis «con equipos de laicos preparados». Y detrás vienen los jóvenes…

«Toda ejecución conlleva dificultad­es. Lo que se ve en Roma, lo vamos viendo también en las diócesis, porque no falta quien piensa que las cosas deberían hacerse de otro modo». «Esto genera conflicto». No obstante, añade Cobo, son resistenci­as minoritari­as, gracias a que «hemos estado mucho tiempo trabajando las actitudes. Esto el Papa lo sabe hacer muy bien. No se trata de poner un proyecto en una hoja y decir: “tenéis que hacer esto”. Durante unos años se ha ahondado en lo que significan la misión y la conversión. No se trata de improvisar nada ahora, sino de ir recogiendo todo ese trabajo. Por eso ya casi nadie se escandaliz­a de que las personas en la periferia sean las primer<s en recibir una acción pastoral. Los cambios se han preparado muy bien».

 ?? Vatican Media ?? El Papa Francisco saluda al obispo auxiliar José Cobo, durante un encuentro con los nuevos obispos en el Vaticano
Vatican Media El Papa Francisco saluda al obispo auxiliar José Cobo, durante un encuentro con los nuevos obispos en el Vaticano

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