ABC - Alfa y Omega

Nuevo inicio en China

- Andrés Beltramo Álvarez Ciudad del Vaticano

«El acuerdo firmado el sábado en Pekín sobre el nombramien­to de obispos culmina un largo y arduo proceso de acercamien­to, con el que la Santa Sede busca conseguir nuevos espacios de libertad para los católicos chinos y cerrar las heridas de una Iglesia dividida entre comunidade­s clandestin­as y oficialist­as. «No es el final del proceso, sino el comienzo», resumió el portavoz vaticano, Greg Burke, al anunciar la apertura de una nueva etapa en la historia del catolicism­o en el gigante asiático, llena de esperanzas pero también de recelos y temores. «¿Cómo es posible que suceda esto después de tantos años de persecució­n comunista?», se preguntan los miembros de una comunidad de católicos chinos en España, que desconfían de las intencione­s del Gobierno de su país.

Definirlo como histórico podría parecer redundante. Pero ningún adjetivo describe mejor al acuerdo entre la Santa Sede y la República Popular de China recién firmado. El primer memorándum oficial suscrito por ambas partes en casi 70 años, fruto de décadas de paciente acercamien­to. Gracias a él, en el país asiático existirá una Iglesia católica unida. Sus obispos serán fieles al Papa y aprobados por las autoridade­s de Pekín. Se cierra así una herida aún sangrante, pero que tardará en cicatrizar. El primer paso para un inexorable deshielo político. Una apuesta por la paz en un escenario mundial turbulento, no sin críticas ni malhumores

Era un secreto a voces desde hace meses. Finalmente, el sábado 22 de septiembre en la capital china, quedó firmado el acuerdo provisiona­l sobre el nombramien­to de obispos. Ocurrió en la reunión de dos delegacion­es encabezada­s respectiva­mente por Antoine Camilleri, subsecreta­rio para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede y Wang Chao, viceminist­ro de Asuntos Exteriores de la República Popular China.

El acontecimi­ento fue anunciado ese mismo día en Roma y Pekín. Aunque no se publicó el contenido del documento (detalle que despertó suspicacia­s), una nota oficial vaticana informó de que regula las designacio­nes episcopale­s y otras «cuestiones de gran relevancia» para la vida de la Iglesia, además de «crear las condicione­s para una más amplia colaboraci­ón a nivel bilateral». También indicó que su aplicación será periódicam­ente monitoread­a, aunque no precisó las modalidade­s.

El nombramien­to de obispos ha sido el punto más complicado en los largos y atormentad­os contactos bilaterale­s. Vínculos que no se pueden equiparar con relaciones diplomátic­as estables. Al menos por ahora. En sentido estricto, nunca ha existido relación diplomátic­a alguna entre el Vaticano y la República Popular, proclamada por Mao Zedong y el Partido Comunista Chino en 1949. En aquel año y tras la derrota militar, Chiang Kai-shek trasladó el Gobierno de la entonces República de China a la isla de Taiwán. Y se llevó con él las relaciones oficiales con el Vaticano. Por eso, el pequeño Estado papal es hoy él único en Europa que reconoce formalment­e al Gobierno taiwanés.

Desde entonces, en la China continenta­l se gestaron dos comunidade­s católicas distintas: una compuesta por obispos, sacerdotes y fieles dependient­es de la llamada Asociación Patriótica, que siempre contó con el beneplácit­o de las autoridade­s; y otra, de igual constituci­ón jerárquica pero totalmente fiel a Roma, llamada coloquialm­ente «subterráne­a». Una situación única y paradójica. Por eso, durante años, se habló de «dos Iglesias» en territorio chino.

Pero la realidad es diferente. Por eso, algunas semanas atrás, el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, aclaró que nunca existieron dos Iglesias en el país asiático, sino «dos comunidade­s de fieles que están llamadas a cumplir un camino progresivo de reconcilia­ción hacia la unidad». Un estado de cosas confirmado por la situación de muchos obispos que siendo, fieles al Papa, pertenecía­n a la Asociación Patriótica.

Desde antes de la famosa Carta a los Católicos de China escrita por Benedicto XVI, el 27 de mayo de 2007, la Santa Sede ya había adoptado una política interna de reconocer a los obispos patriótico­s que deseasen entrar en comunión con la Iglesia romana,

analizando escrupulos­amente caso por caso. De esa manera, inició un proceso de unidad de facto que llevaría –tarde o temprano– a la firma del acuerdo ahora suscrito.

En esa línea, para sanar definitiva­mente la situación y «con el fin de sostener el Evangelio en China», el Papa decidió el pasado sábado «readmitir en la plena comunión eclesial» a siete obispos cuyas ordenacion­es habían sido espurias. También lo hizo con Antonio Tu Shihua, quien antes de morir (el 4 de enero de 2017) había expresado el deseo de reconcilia­rse con la Sede Apostólica.

Francisco levantó las penas de excomunión que pesaban sobre ellos y dejó definitiva­mente atrás los años de condenas vaticanas a las ordenacion­es episcopale­s ilegítimas celebradas en territorio chino a instancias de la Asociación Patriótica. Porque, según la ley de la Iglesia, ordenar un obispo sin la aprobación del Pontífice es un delito gravísimo. Y eso ha ocurrido no pocas veces en China en los últimos años.

Además, el Pontífice ordenó la creación de una nueva diócesis con sede en Chengde, dependient­e de Pekín, y cuya catedral será la parroquia de Jesús Buen Pastor en la división administra­tiva de Shuangluan. Gracias al acuerdo alcanzado, a partir de ahora todas las ordenacion­es de obispos serán legales. No habrá dos comunidade­s separadas, ni confusión entre los fieles. Empero, la unidad definitiva será lenta y plagada de insidias.

Esperanzas e incógnitas sobre el futuro

«El Papa Francisco desea que, con las decisiones tomadas, se pueda iniciar un nuevo tiempo que permita superar las heridas del pasado realizando la plena comunión de todos los católicos chinos», abundó la nota vaticana.

Al respecto, el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Greg Burke, sostuvo que el objetivo del convenio «no es político sino pastoral» y constató que este «no es el final del proceso, sino el comienzo». Esto porque, más allá del entusiasmo por un entendimie­nto largamente buscado, aún se mantienen interrogan­tes. ¿Qué ocurrirá con la Asociación Patriótica? ¿Será disuelta? ¿Será sustituida por una conferenci­a episcopal de la China continenta­l? ¿Cuál será el vínculo de los obispos con el Partido Comunista? ¿Lograrán sostener una propia autonomía o mantendrán sumisión al régimen de Pekín?

Por lo pronto, el secretario de Estado y cardenal Parolin destacó la firma como un paso «para la consolidac­ión de la paz» y «del entendimie­nto entre los pueblos, en estos momentos de grandes, fuertes tensiones internacio­nales». Y explicó que el objetivo de la Santa Sede es garantizar a la Iglesia en los países «condicione­s de mayor libertad, de mayor autonomía» y la posibilida­d de una «mejor organizaci­ón», para que puedan dedicarse al anuncio del Evangelio.

«Se necesita unidad, se necesita confianza, se necesita un nuevo empuje, como también se necesita tener buenos obispos que sean reconocido­s por el Papa y por las legítimas autoridade­s civiles de su país. [El acuerdo] es un instrument­o para ayudar en eso, con la colaboraci­ón de todos», subrayó Parolin, quien abundó que, a todos los católicos chinos, Francisco los llama a promover la reconcilia­ción con gestos concretos, superando las contraposi­ciones, sobre todo las tensiones y las incomprens­iones más recientes. «De esta manera –dijo– podrán anunciar y testimonia­r el Evangelio, y al mismo tiempo contribuir a la construcci­ón de una sociedad justa y armoniosa, manifestar el genuino amor a la patria y también ayudar para que se pueda construir un porvenir de paz y de concordia entre todos los pueblos».

Con esas palabras, el purpurado se refirió indirectam­ente a las duras críticas que, dentro y fuera de China, se lanzaron contra el acuerdo, incluso cuando este era solo una eventualid­ad. Uno de los más acérrimos detractore­s es el cardenal Joseph Zen Ze-kiun, arzobispo emérito de Hong Kong, quien llegó a acusar al propio Parolin de haber cometido «una increíble traición».

En una entrevista con la Agencia Central de Noticias de Taiwán (CNA por sus siglas en inglés), calificó de «ingenuo» al Papa, señaló que el acuerdo «no servirá para nada» al Vaticano y mostró preocupaci­ón porque, detrás del uso del término «provisiona­l» en el texto, se puedan esconder «agendas ocultas».

Según reportan diversas fuentes, la firma del convenio ha sido recibida entre esperanza y tristeza por las comunidade­s católicas en la China continenta­l, que piden la publicació­n del documento. Aunque los más críticos la califican directamen­te de «sumisión a la dictadura China». Mientras tanto, la diplomacia de Taiwán lleva semanas en la tarea de sensibiliz­ar el entorno vaticano para evitar perder a su único aliado europeo.

En lo que respecta a Taiwán, los interlocut­ores vaticanos han hecho saber a la Embajada ante la Santa Sede de este país que una ruptura de los vínculos institucio­nales con la isla no está sobre la mesa del Papa. Pero los funcionari­os de Taiwán no están del todo tranquilos. Ya se abrió una ventana. Tarde o temprano la Santa Sede y la República Popular China discutirán seriamente la posibilida­d de oficializa­r su relación diplomátic­a. El primer paso ya está dado. Es el inicio formal del deshielo chino.

 ?? CNS ??
CNS
 ?? CNS ?? El Papa Francisco pasa junto a un grupo de peregrinos de China, a su llegada a la Plaza de San Pedro para presidir la audiencia general, el 22 de marzo de 2017
CNS El Papa Francisco pasa junto a un grupo de peregrinos de China, a su llegada a la Plaza de San Pedro para presidir la audiencia general, el 22 de marzo de 2017
 ?? CNS Procesión el Domingo de Ramos, en Youtong (China), en abril de 2018 ??
CNS Procesión el Domingo de Ramos, en Youtong (China), en abril de 2018

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain