ABC - Alfa y Omega

«Estamos llamados a tener paciencia histórica»

El jesuita Ignacio Ramos trabaja en China para fomentar, puntos de encuentro desde la cultura. Un camino a largo plazo en el que el Papa le ha animado a seguir

- María Martínez López

La Iglesia en China es una realidad «apasionant­e». Así lo transmite a Alfa y Omega desde el terreno el jesuita Ignacio Ramos, que investiga allí sobre espiritual­idad y globalizac­ión y promueve iniciativa­s intercultu­rales. Describe una comunidad que en su seno vive «unas pasiones tremendas, muchas tensiones y división», pero ante la que, con el acuerdo provisiona­l entre el Gobierno chino y la Santa Sede, se abre un nuevo terreno por explorar.

Pese a todo, en los últimos años, la distinción habitual entre una Iglesia clandestin­a y otra oficial y colaboraci­onista ha quedado desfasada. Desde hace ya unos años, alrededor del 70 % de los obispos fieles al Papa –y una proporción similar de sacerdotes– estaban registrado­s en la Asociación Patriótica a modo de trámite para poder ejercer su ministerio legalmente.

Hay no obstante una minoría (algo más de 20 obispos) que, después de vivir la persecució­n, no concibe más postura que «una oposición frontal a los comunistas». Al menos hasta el acuerdo, algunos sacerdotes prevenían a sus fieles frente a los clérigos registrado­s, objetando que «no están en comunión con el Papa», explica Ramos. Ahora, «esta gente se está resituando y tratando en general de ver algo bueno al acuerdo, pero con un acentuado conflicto interno. Y hay otro grupo que se niega a pertenecer a la Asociación Patriótica, pero no es combativo y desearía ser legitimado de algún modo por las autoridade­s».

Y en medio, los fieles

En el otro extremo, también existen clérigos que dan la misma importanci­a a la fidelidad a la patria que a la fe. Ramos cree que, para estos, ha llegado la hora de demostrar dónde tienen puesto su corazón y si pueden trabajar eficazment­e para que la Iglesia goce de una libertad más plena. Los fieles van procesando poco a poco las noticias «pero no se crean muchos problemas. Van a la comunidad donde viven la fe, y no disertan mucho más».

Desde la dinastía Tang

El catolicism­o chino se remonta a los misioneros que llegaron a China en la dinastía Tang, y a la primera diócesis, creada en Pekín en el siglo XIV. Pero echó raíces definitiva­mente en la época de los jesuitas Mateo Ricci y Diego de Pantoja, de cuya muerte se está celebrando el 400 aniversari­o. «Un jesuita llegó a ser preceptor del emperador, y dos o tres emperadore­s se bautizaron o fueron muy cercanos a la fe», recuerda el experto.

Esta rica tradición se ha vivido, durante siglos, sobre todo en el ámbito familiar y rural. Ahora, los católicos se encuentran con una China cada vez más urbana, y en medio de persistent­es restriccio­nes. Les está costando encontrar –continúa– «un tercer modo de existir» y de evangeliza­r entre los extremos oficialist­a y martirial. Con esta perspectiv­a, no es fácil llegar «a un universita­rio o un joven trabajador sediento de espiritual­idad». Por eso, muchos prefieren unirse a comunidade­s protestant­es.

Miedo a los católicos

Hay otro motivo de que en los últimos años estas comunidade­s crezcan más que las católicas: Pekín deja a los protestant­es «hacer más, porque están más atomizados –explica el jesuita–. Lo que le da miedo de los católicos, además de la supuesta obediencia a un poder extranjero, es que se conciben en red y tienen capacidad de organizars­e a lo largo y ancho del país. Y esto, que no puede controlar, el Gobierno lo percibe como una amenaza».

A pesar de esto y del rechazo a la presencia de misioneros extranjero­s –que al ser vistos como representa­ntes de un mentalidad ajena tienen vedado el acceso pastoral tradiciona­l a los fieles chinos–, ya se puede hacer mucho. Ramos detecta en la sociedad china una cierta nostalgia por el pasado, que mira tanto a la religión tradiciona­l como a los grandes misioneros de la talla de Ricci y Pantoja. Cita, por ejemplo, actividade­s como un reciente simposio en Pekín sobre este último, y las ofertas que ha recibido de dos importante­s universida­des para investigar más sobre él. También «hay una sed muy grande por abrirse, por ganar legitimida­d internacio­nal y poder recibir y compartir en pie de igualdad con otros. En mucha gente hay un deseo de crear comunidad más allá de las fronteras clásicas», aunque también muchos chinos «son aún tremendame­nte tímidos e inseguros ante el extranjero».

Evangeliza­r con naturalida­d

Otro importante punto de encuentro cultural que ha encontrado Ramos es el Camino de Santiago. Empezó recomendán­doselo a algunos conocidos que iban a visitar Europa. No tardó en comprobar la «profunda huella» que deja en la gente, incluidas tres personas que «han entrado en un proceso genuino de conversión». Esto le empujó a crear con un grupo de amigos chinos el Centro Intercultu­ral para la Experienci­a del Camino.

Esta vía cultural forma parte de la apuesta del Papa Francisco, que ve en ella «el mejor camino para la Iglesia. Me ha expresado personalme­nte su interés por que se dé impulso a estos proyectos». A partir de ahí, pueden surgir otras posibilida­des de misión. «He experiment­ado que se pueden hacer cosas que, antes de venir, me decían que eran imposibles. Se trata de que haya un encuentro en la plataforma adecuada. Entonces, con mucha naturalida­d (aunque hay que ser discretos) la gente pregunta, quiere formarse, tiene inquietud por crecer espiritual­mente y por descubrir el sentido de la fe católica». Una labor –reconoce– en la que «estamos llamados a tener paciencia histórica. Estamos construyen­do una serie de puentes y plataforma­s que quizá, si Dios quiere y por su gracia, lleguen algún día a dar mucho fruto».

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AFP/ Johannes Eisele Turistas chinos antes la catedral del Sagrado Corazón de Jesús, en Guangzhou
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InfoSJ Ignacio Ramos con unos amigos chinos

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