ABC - Alfa y Omega

El fútbol y la fe

- Fran Otero

Los capellanes en los clubes de fútbol son el último reducto que recuerda la trascenden­cia en un deporte cada vez más mercantili­zado. Quienes tratan con ellos los describen como personas sencillas, cercanas, dispuestas a servir a los demás... Una presencia callada de Iglesia que los futbolista­s valoran y agradecen. Así se ha podido comprobar en los homenajes en recuerdo al capellán del Atlético de Madrid, el padre Daniel, fallecido hace apenas un mes.

El deporte rey ha tenido tradiciona­lmente un espacio para la trascenden­cia que se visibiliza­ba en el capellán del club, una figura que ha ido perdiendo fuerza y que ahora se encuentra en peligro de extinción. Sin embargo, los capellanes suelen ser personas muy queridas y aprecadas en los vestuarios. Era el caso del padre Daniel Antolín, capellán del Atlético de Madrid, fallecido el pasado 21 de septiembre

Hace apenas un mes que el padre Daniel Antolín partió de este mundo, donde, sin embargo, quedan sus obras y las gentes que tocó desde su ministerio sacerdotal. Pero del mismo modo que no se le puede entender sin su vocación, tampoco sin el fútbol; dos pasiones que conjugó a la perfección en el Atlético de Madrid, a cuya familia estuvo vinculado desde los años 60 y en la que entró oficialmen­te en 1974. Era el socio 1.215 y el capellán del equipo.

El padre Daniel era uno de los pocos sacerdotes que en la actualidad desarrolla­n parte de su labor pastoral en el mundo del fútbol. Muchos han fallecido y no han sido reemplazad­os, circunstan­cia que parece no se va a producir en el club de sus amores. Fue emocionant­e el minuto de silencio en el estadio Metropolit­ano, cuyas pantallas gritaban un «gracias, padre Daniel» y una pancarta rezaba en un fondo «Unidos por una misma fe. Padre Daniel D.E.P.». Días después, al funeral en su parroquia, San Basilio el Grande en Madrid, acudieron el presidente, Enrique Cerezo; el entrenador, Diego Pablo Simeone; y los capitanes –Godín, Juanfran, Koke– en nombre de toda la plantilla; además de personalid­ades vinculadas al equipo rojiblanco como el exentrenad­or Radomir Antic. Presidido por el obispo auxiliar de Madrid, José Cobo, y concelebra­do, entre otros, por su hermano sacerdote, Valeriano Antolín. Sobre el altar, la bufanda del Atleti que siempre le acompañaba, y una camiseta rojiblanca; y sobre el ambón, una oración a la que seguro se unió el padre Daniel desde el cielo: «Por la gente del Metropolit­ano, que sabe que si se cree y se trabaja, se puede. Para que nunca, nunca, dejemos de creer».

Daniel Antolín fue uno de los capellanes que marcaron una época en el fútbol español, del mismo modo que lo hicieron Ángel Sarmiento (Betis) y Rafael Taboada (Deportivo de La Coruña), ambos ya fallecidos, o el padre José Antonio Gracia (Real Zaragoza), que a sus 94 años sigue al pie del cañón, preparando en la tarea al que será su sucesor. Los tres escribiero­n una de las páginas más hermosas de la radio española con la tertulia que compartían los sábados en COPE en el extinto programa Al sur de la semana, que dirigía Rafael Sánchez.

El padre Gracia fue el segundo capellán de nuestro fútbol, como él mismo recuerda, después del que servía en el Athletic Club de Bilbao, «que se llevaba a los jugadores de retiro espiritual a Begoña». Ahora que el fútbol ha cambiado tanto, continúa, su labor también lo ha hecho y reconoce que «son una especie en extinción», «una figura decorativa». «Cuando empecé, el presidente del Zaragoza me dijo que tenían médicos, masajistas, pero no tenían a nadie que cuidase del espíritu… Entonces, yo me concentrab­a con ellos y hacía una labor muy callada. Era uno más; una figura indispensa­ble dentro del organigram­a del club. Era una labor pastoral en el sentido más puro de la palabra», añade a este semanario.

El padre Gracia guarda de entonces muchos recuerdos y anécdotas, pero sobre todo amigos. Con los veteranos se reúne a comer al menos una vez al mes. A muchos los casó él mismo y bautizó a sus hijos. Christian Lapetra, hijo del mítico futbolista maño Carlos Lapetra y hoy presidente del club, es uno de los que recibió el Bautismo de sus manos.

Otro de los históricos de las capellanía­s futbolísti­cas es el sacerdote Fernando Fueyo. A sus 81 años es el abuelo y el páter del Sporting de Gi-

jón. Apareció en la prensa nacional hace casi dos años después de que el entrenador de entonces le apartara del vestuario antes de los partidos y suprimiera así el padrenuest­ro que la plantilla recita antes de saltar al terreno de juego; él fue también el que presidió los funerales de figuras como Manolo Preciado o Quini en el estadio de El Molinón, en ambas ocasiones lleno hasta la bandera.

«La tarea del capellán es la de estar cerca del club, no solo de los jugadores del primer equipo, sino también de los que trabajan en el club, de la directiva…», explica nada más volver de Mareo, como se conocen las instalacio­nes de entrenamie­nto y categorías inferiores del Sporting, donde ha recogido material deportivo que enviará a Burundi, donde fundó la misión asturiana y pasó doce años de su vida.

En el desempeño de su labor pastoral, Fueyo ha entablado contacto con futbolista­s que lo han ganado todo, con quienes mantiene relación. De hecho, bautizó a las hijas de Luis Enrique, actual selecciona­dor español; casó a David Villa y bautizó a sus hijos, lo mismo que con el Pitu Abelardo, entrenador del Alavés. Hoy, el vestuario habla siete lenguas y profesa varias religiones, pero todos se siguen juntando para hacer una sencilla oración: «No imaginas el respeto que muestran todos cuando rezamos. Aunque sean de otra religión o confesión, yo también entablo contacto con ellos. Sin hacer proselitis­mo, pero que vean que nuestra Iglesia sirve para algo porque sirve a los demás».

A 30 kilómetros al sur de Gijón, en Oviedo, vive Santiago Heras, compañero de presbiteri­o de Fernando Fueyo y adversario futbolísti­co. Él es el capellán del Real Oviedo desde hace 14 años, labor que compagina con las capellanía­s en un colegio y un hospital y dos parroquias. «Mantengo relación con bastantes jugadores, algunos de ellos creyentes. Hay muy buen ambiente con respecto al capellán… Me sorprendió este año, cuando fuimos a Covadonga a hacer una ofrenda a la Virgen, que algunos futbolista­s comulgaron..», explica.

El padre Santiago está en el campo los días que el equipo juega en casa y también asiste a otros eventos de la vida de club. A nivel personal ofrece asesoramie­nto sobre sacramento­s, dirección espiritual, los acompaña cuando se lesionan o tienen un familiar enfermo… En definitiva, «una pastoral de cercanía». «Los futbolista­s agradecen esta presencia de la Iglesia y piden. Nosotros tenemos imágenes de la Santina en el vestuario y en los campos de entrenamie­nto; pues bien, este año pidieron una imagen –con el manto azul ovetense– para el autobús y ahí está. Hay un sentimient­o religioso, en algunos con más claridad que en otros, pero lo hay», añade.

Tanto Santiago Heras como Fernando Fueyo destacan que esta labor pastoral deviene en relaciones de amistad que se prolongan en el tiempo y que van más allá de que un jugador cambie de equipo y de ciudad. Las redes sociales y los nuevos servicios de mensajería ayudan mucho.

El futuro

Antonio Carpena también es capellán. Del Real Murcia. Es la viva imagen del futuro. Lleva apenas cuatro años, un novato si le comparamos con los antes citados, aunque al mundo del fútbol lleva ligado desde muy pequeño. Primero en equipos de base de Murcia –jugó con futbolista­s hoy en la élite– y, tras una importante lesión, como árbitro, donde alcanzó la 2ªB y no sabremos si mayores cotas si no lo dejara para entrar en el seminario. «Como soy hincha del Real Murcia se enteraron de que me había ordenado sacerdote y la junta directiva del club me propuso al obispo para que fuese nombrado y así fue», explica en conversaci­ón con Alfa y Omega.

Antonio acompaña a los diferentes equipos del club, desde el primero hasta las bases y también al de baloncesto, con los que ofrenda flores cada año a la Virgen de la Fuensanta, cuya imagen también está presente en su estadio, la Nueva Condomina, en una capilla. Los días de partido, si no le coincide con otras labores pastorales, está con el equipo desde una hora antes desde el comienzo del choque. Se hace fotos, habla con unos y otros, reza y les da la bendición. Su misión es estar al servicio de los futbolista­s y demás empleados que lo necesiten y también hacer presente a la Iglesia en el mundo del fútbol: «Es una gran ocasión para hacer ver que los cristianos estamos en el mundo aunque no seamos del mundo. Para que vean que somos gente normal, de a pie, que hacemos lo mismo que ellos, que nos gusta el fútbol y que no estamos encerrados en las sacristías…». A veces sorprende –y lo hace con satisfacci­ón– a futbolista­s arrodillad­os en la capilla. Pero su presencia sale lo físico y también llega a lo virtual a través de las redes sociales, donde mantiene una gran actividad. O incluso deja su zona de confort para entablar contacto con seguidores del Cartagena, eterno rival del Murcia, sus feligreses. Porque Antonio pastorea una parroquia en Cartagena, en cuyos terrenos habita, además, el estadio de fútbol local, Cartagonov­a.

 ?? Atlético de Madrid ?? Homenaje al padre Daniel Antolín en el Estadio Metropolit­ano
Atlético de Madrid Homenaje al padre Daniel Antolín en el Estadio Metropolit­ano
 ?? Antonio Carpena ?? Antonio Carpena, capellán del Real Murcia, en el túnel de vestuarios
Antonio Carpena Antonio Carpena, capellán del Real Murcia, en el túnel de vestuarios
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