ABC - Alfa y Omega

Juan Pablo II, el Papa que vino del Este

Se cumplen 40 años del cónclave que eligió a Wojtyla

- CNS Pablo Martín de Santa Olalla Saludes Profesor de la Universida­d Europea de Madrid

Votación tras votación, seguía sin romperse el empate entre Siri y Benelli, y ninguno de los dos sectores daba su brazo a torcer. Fue en ese momento cuando Franz König, una de las principale­s figuras eclesiales del momento, decidió buscar una tercera vía

Tras el repentino fallecimie­nto de Juan Pablo I cuando apenas había transcurri­do un mes desde su elección pontificia, el colegio cardenalic­io tuvo que volver a celebrar un nuevo cónclave para elegir al sucesor del Papa Luciani. Solo que ahora la dificultad era mayor, ya que no existía, a diferencia de la ocasión anterior, un candidato que pudiera poner de acuerdo a los dos principale­s grupos de cardenales existentes: los que volvían a inclinarse por el conservado­r Giuseppe Siri, cardenal arzobispo de Génova, y los que, en cambio, apostaban por el progresist­a Giovanni Benelli, antiguo sustituto de la Secretaría de Estado y ahora cardenal arzobispo de Florencia.

Así, hasta un total de 111 cardenales fueron convocados para este nuevo cónclave y, como en el anterior, había muchos nombres de entidad para poder encontrars­e entre los finalmente elegidos, como Sebastiano Baggio, prefecto de la Sagrada Congregaci­ón de Obispos; Corrado Bafile, prefecto de la Sagrada Congregaci­ón para los Santos; o los citados Siri y Benelli. Giovanni Colombo, cardenal arzobispo de Milán, también podía haber sido un buen candidato, pero su edad resultaba excesivame­nte avanzada: casi 76 años en el momento de celebrarse el cónclave, es decir, con la renuncia episcopal ya presentada y a punto de ser aceptada. Y, además, no había aún nuevo patriarca de Venecia por lo repentino de la muerte de su anterior titular (Albino Luciani).

Una vez más, se contraponí­a la tradición de casi cinco siglos nombrando pontífices italianos al hecho de que hubiera cardenales de importante renombre pero, aun siendo europeos, no italianos de nacimiento: era el caso del austriaco Franz König, arzobispo de Viena; del yugoslavo Franco Seper, prefecto de la Sagrada Congregaci­ón para la Doctrina de la Fe; del holandés Johannes Willebrand­s, arzobispo de Utrecht; de Leo Suenens, arzobispo de Malinas-Bruselas; e incluso del alemán Joseph Ratzinger, arzobispo de Múnich y una de las principale­s figuras de la renovación teológica. En ese sentido, un candidato de mucho peso podría haber sido Agostino Casaroli, secretario del Consejo para los Asuntos Públicos de la Iglesia (nombre con el que se conocía al organismo de la diplomacia vaticana) desde 1967 y que había realizado una importante labor de apertura a los países del Este (la llamado ostpolitik), pero el problema de Casaroli era que aún no pertenecía al colegio cardenalic­io, ya que no sería elevado al cardenalat­o hasta un año después.

El cardenal König desatasca el cónclave

Lo cierto es que, votación tras votación, seguía sin romperse el empate entre Siri y Benelli, y además ninguno de los dos sectores daba su brazo a torcer. Fue en ese momento cuando Franz König, una de las principale­s figuras eclesiales del momento, decidió buscar una tercera vía y pensó en el candidato polaco. Cuando comenzó a sondear a otros cardenales, estos pensaron que se refería a Wyszinsky, que había sufrido en primera persona la persecució­n del comunismo, sufriendo la pena de prisión durante tres años en la década de los 1950. Así, cuando a König se le recordó que Wyszinsky tenía ya una edad excesivame­nte avanzada para ser elegido Papa, este respondió que no estaba pensando en el arzobispo de Varsovia, sino el de Cracovia, un joven purpurado de 58 años llamado Karol Wojtyla que había tomado parte en su momento en todas las sesiones conciliare­s y que, desde el consistori­o del año 1967, pertenecía al colegio cardenalic­io. Wojtyla representa­ba, en ese sentido, todo un mensaje de aliento para la llamada «Iglesia del silencio», esa que tanto había sufrido durante años bajo el yugo del comunismo ateo que imperaba en la Europa del Este. Esta persecució­n la habían vivido en sus propias carnes no solo Wyszinsky, sino también Aloizi Stepinac en Yugoslavia, Josef Beran en Checoslova­quia, Jospeh Mindeszent­y en Hungría y Alexandru Cisar en Rumanía.

Wojtyla era una figura muy conocida en su país, Polonia, por otra parte una nación de gran tradición católica. Nacido en Wadowice el 18 de mayo de 1920, Wojtyla, que había

perdido a su madre siendo aún un niño, había sido en su juventud actor, y siempre le había gustado vincularse tanto a la educación como a la vida pastoral. El 1 de noviembre de 1946, año y medio después de finalizar la Segunda Guerra Mundial, se había ordenado sacerdote, y en julio de 1958, con tan solo 38 años de edad, había accedido al selecto cuerpo del episcopado como auxiliar de la diócesis de Cracovia, que se encontraba vacante desde el fallecimie­nto de su titular (el cardenal Adam Sapieha) siete años antes. Finalmente, el 13 de enero de 1964 Karol Wojtyla se convirtió en el nuevo arzobispo y, tres años después, era elevado al cardenalat­o. Con lo que, tras Wyszinsky, casi 20 años mayor que él, se convertía en la principal figura de una Iglesia, la polaca, que fue siempre la que presentó mayor resistenci­a a los diferentes regímenes comunistas.

Sorpresa en el cónclave

No por ello dejó de resultar una extraordin­aria sorpresa la elección pontificia de Karol Wojtyla, que quiso ser conocido como Juan Pablo II y que se presentó ante el mundo entero un 16 de octubre de 1978 como nuevo Sumo Pontífice. Sin saber que su pontificad­o, finalizado con su fallecimie­nto a comienzos de abril de 2005, iba a ser uno de los más longevos de la historia de la Iglesia. Lo cierto es que con el nombramien­to de Wojtyla se había roto una tradición (elegir Papas italianos) que venía de cinco siglos atrás, dando inicio a una nueva tendencia que, con la elección de alemán Joseph Ratzinger y del argentino Jorge Mario Bergoglio, parece haber sacado definitiva­mente el pontificad­o de las fronteras italianas.

Juan Pablo II, por otra parte, sería primero beatificad­o (mayo de 2011) y luego canonizado (abril de 2014) en un proceso de una extraordin­aria rapidez impulsada por su sucesor (Benedicto XVI, muy cercano colaborado­r suyo como prefecto de la Congregaci­ón de la Doctrina de la Fe entre 1981 y 2005), quien quiso atender a las demandas de miles y miles de fieles que fueron a despedir al Papa polaco tras su fallecimie­nto al grito de santo subito (en italiano,

santo ya). Así, desde el año 2014, el 22 de octubre es la fecha escogida para recordar a este santo de la Iglesia católica que, durante su pontificad­o, realizaría más de cien viajes por el mundo, por lo que se le conocería como el Papa viajero. Un hombre que marcaría época y que tendría que hacer frente a numerosos retos que el tiempo le acabaría reconocien­do.

 ??  ?? Los cardenales Stefan Wyszinsky y Karol Wojtyla, a su llegada a Roma para
Los cardenales Stefan Wyszinsky y Karol Wojtyla, a su llegada a Roma para
 ??  ?? Cardenales en la capilla Sixtina durante el cónclave que eligió al Papa Juan Pablo II
Cardenales en la capilla Sixtina durante el cónclave que eligió al Papa Juan Pablo II
 ?? CNS ?? Juan Pablo II, tras su elección como Papa, saluda a los fieles desde el balcón de la Logia del Vaticano, el 16 de octubre de 1978
CNS Juan Pablo II, tras su elección como Papa, saluda a los fieles desde el balcón de la Logia del Vaticano, el 16 de octubre de 1978
 ??  ?? participar en el cónclave
participar en el cónclave
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain