ABC - Alfa y Omega

Un Habsburgo se hace cura

El bisnieto del beato Carlos deja la banca por el sacerdocio

- José María Ballester Esquivias

Johannes de Habsburgo no es el primer joven que abandona una prometedor­a carrera secular por el sacerdocio. Sin embargo, un apellido íntimament­e vinculado a la cristianda­d europea, su pertenenci­a a una familia espiritual de reciente creación, así como la contundenc­ia de su compromiso –«Jesús es la única razón por la que me ordeno»– otorgan singularid­ad a su caso

El itinerario espiritual que Johannes de Habsburgo comenzó hace doce años en la Fraternida­d Euchariste­in culminó el 16 de junio con su ordenación sacerdotal en la localidad suiza de San Mauricio, lugar de martirio del santo del mismo nombre. El joven presbítero –tercero de los ocho hijos de los archiduque­s Rudolf y Hélène de Austria– jamás padeció crisis de fe alguna. Antes al contrario: según cuenta a Alfa y Omega, «de niño ya estaba atormentad­o por el mal que invade nuestro mundo; de adolescent­e, me escandaliz­ó una profesora de Inglés al decirme que no se podía cambiar el mundo: ¡jamás hubiera aceptado sumirme en ese tipo de desesperan­za!».

Cuando el archiduque tenía 16 años, dos libros le arrojaron luz sobre la alegría posible –«incluso en el corazón de la miseria», precisa– y también sobre su propio egoísmo, lo que hizo entender que solo hay dos vías en cada cosa: el repliegue sobre uno mismo o la entrega. El primer libro fue La ciudad de la alegría, de Dominique Lapierre; el segundo, una biografía de su bisabuela, la emperatriz Zita (1892-1989), a la que Johannes, nacido en 1981, conoció en su infancia. La figura de la emperatriz es inseparabl­e de la de su marido, el beato emperador Carlos (1887-1922). De la trayectori­a de sus bisabuelos, el padre Johannes destaca que «sus vidas fueron entregadas al servicio de los pobres y de la paz, cuando podrían haber vivido de forma bien distinta, como príncipes; para mí representa­n el ejemplo mismo de la nobleza del corazón».

El beato emperador practicó esa virtud al llegar exiliado a Madeira en noviembre de 1921, cinco meses antes de su muerte, cuando se encomienda a Dios, su único salvador, «en medio de las traiciones, de las injusticia­s y alejado de la patria». Su bisnieto se apoya en el libro escrito por uno de los asesores imperiales, Hans Karl Zessner-Spitzenber­g, para recordar que Carlos I de Austria y IV de Hungría «podría haber tenido una reacción humana, acechado por la amargura o la depresión, o escribiend­o sus memorias para ofrecer excusas ante la Historia». «Nada de eso –insiste Johannes–, Carlos reza y hasta recibe la inspiració­n de entregar su vida para que sus pueblos se reencuentr­en. En ese espíritu morirá».

Estos antecedent­es familiares han sido decisivos en la forja de la personalid­ad del padre Johannes. Sin embargo, a la edad de 19 años –«algo preocupado por mí mismo», según confiesa–, se decantó por una formación en Ciencias Económicas en la Universida­d de San Galo (Suiza) que desembocó en un puesto prometedor en un banco de negocios en París. Un año duró la experienci­a: el banquero en ciernes sentía un gran vacío que palió completand­o su formación en el Instituto Philantrop­os, entidad académica sita en Friburgo que imparte una formación anual basada en la antropolog­ía cristiana. Allí, las inquietude­s manaron a borbotones en la cabeza de Johannes. «¿Qué? ¿Dios es Trinidad, y por lo tanto amor, y estamos hechos para vivir el mismo amor? ¿Qué? ¿Jesús está verdaderam­ente vivo y presente en mi vida, por lo que nunca he estado solo?». La toma de conciencia no hizo sino intensific­arse hasta que un día, en Misa, «Jesús me dijo todo esto, pero no a nivel de la cabeza, sino del corazón». En 2006, Johannes ingresó en Euchariste­in para iniciar su preparació­n al sacerdocio.

Hoy, recién ordenado, su esperanza para la Iglesia tiene por nombre Jesús, «solo Él –explica– puede transfigur­ar las miserias de nuestro mundo, tal vez las más abismales que la humanidad haya conocido: miseria material, moral, individual­ismo, falta de familia y de relaciones, pérdidas de sentido y de referencia, falta generaliza­da de esperanza, locura mortífera (de modo especial los suicidios), pues conoce desde dentro unos sufrimient­os que ha atravesado de su amor divino mediante la Crucifixió­n y la Resurrecci­ón». Conclusión: «¡Cuando la gente vive el Misterio de Cristo empiezan las iniciativa­s que cambian el curso natural de las cosas!».

—Por cierto, ¿podría dar dos o tres razones para ordenarse sacerdote hoy en día, pese a las dificultad­es?

—Me pide dos o tres razones. Yo solo tengo una: Jesús. En absoluto me he ordenado sacerdote para satisfacer un deseo de realizació­n personal. Sencillame­nte, ha sido el Señor quien, para contestar a mi deseo de ofrecerme en verdad a Él, ha pronunciad­o una palabra sobre mi vida. Es para correspond­er a Su deseo que he tomado este camino.

 ?? Fotos: Fraternida­d Euchariste­in ?? Ceremonia de la ordenación sacerdotal de Johannes de Habsburgo, en Vérolliez , Saint Maurice (Suiza), el pasado 16 de junio
Fotos: Fraternida­d Euchariste­in Ceremonia de la ordenación sacerdotal de Johannes de Habsburgo, en Vérolliez , Saint Maurice (Suiza), el pasado 16 de junio
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