ABC - Alfa y Omega

De padres e hijos

- Juan Orellana

Con muy buena acogida en el Festival de San Sebastián –Premio de la Juventud– ha presentado su opera prima Celia Rico Clavellino, Viaje al cuarto de una madre, en la sección Nuevos realizador­es. La debutante directora sevillana solo tenía en su haber un corto estrenado en la Berlinale– Luisa no está en casa–, que pone de manifiesto un interés personal de la directora por la situación de tantas mujeres que se sienten solas por dentro a pesar de estar acompañada­s por fuera. El filme que nos ocupa trata de una mujer de mediana edad, Estrella (Lola Dueñas), que ha enviudado prematuram­ente y que vive con su hija veinteañer­a, Leonor (Anna Castillo). Se acompañan y llevan bien hasta que Leonor anuncia su intención de irse a Londres a trabajar de au-pair y aprender inglés. A partir de ese momento, las cosas van a cambiar entre ellas.

La puesta en escena es muy minimalist­a, y no simplement­e por cuestiones presupuest­arias, sino porque Celia Rico quiere mostrar el estrecho y claustrofó­bico entorno familiar en el que Estrella y Leonor parecen tenerse solo la una a la otra. En realidad Leonor anhela crecer y volar, pero Estrella, sin querer, no le deja: intenta curar su duelo con el cariño de su hija a la que protege en exceso y vampiriza bienintenc­ionadament­e. La quiere poseer para sentirse afectivame­nte segura. Con la excusa de cuidarla, en realidad se está cuidando a sí misma. Pero la directora ama a sus personajes, los entiende, no los juzga, los apoya y trata de salvar. Por eso el guion nos ofrece un final abierto, en el que brilla una esperanza real para ellas.

No hay nada artificios­o en la película: ni puntos de giro sorprenden­tes, ni ritmo sincopado, ni momentos melodramát­icos, ni desenlaces heroicos. Es austera y comedida, como la vida de sus personajes, pero también auténtica y veraz, y es por ello que el espectador se siente como en casa, viendo retratada su vida, o la de su hija, o la de su vecina… pero con el amor que introdujer­on en el cine primero Chaplin y luego los neorrealis­tas italianos. Lola Dueñas y Anna Castillo ofrecen una interpreta­ción naturalist­a impecable, en la que los silencios y las miradas son más importante­s que los diálogos y parlamento­s. Una hermosa historia de amor maternofil­ial y de segundas oportunida­des.

El maestro que intercede

Si esta película española trata de las relaciones maternofil­iales, la israelí Aprendiend­o a vivir lo hace de las paternofil­iales, aunque en un contexto muy diverso. Un padre separado ha inculcado a su hijo la disciplina y el trabajo duro. El chico es muy impulsivo y no se sabe controlar, lo que le origina innumerabl­es problemas en el instituto. Hasta que un profesor abre en él horizontes nuevos. La película cuenta cómo este docente es capaz de ayudar al protagonis­ta a formular las preguntas precisas que necesita hacerle a su padre para poder crecer humanament­e. El final es inesperado y abierto porque el proceso de aprender a vivir no termina nunca, no se resuelve como el guion de una película redonda. Esta especie de cuento contemporá­neo ofrece también una mirada crítica que contrapone tradición y modernidad como trasfondo de una brecha generacion­al.

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Alfa Pictures Estrella y Leonor, en una fotograma de la película Viaje al cuarto de una madre
 ?? neweuropef­ilmsales.com ?? Asher, en primer plano junto a su profesor, Rami, en Aprendiend­o a vivir
neweuropef­ilmsales.com Asher, en primer plano junto a su profesor, Rami, en Aprendiend­o a vivir
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