ABC - Alfa y Omega

Vita contemplat­iva

- Pablo Velasco Quintana Editor de CEU Ediciones ElDebatede­Hoy.es

La revitaliza­ción de la vita contemplat­iva. Aún resuenan esas palabras que se pueden leer en la introducci­ón de El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse, de Byung-Chul Han. Para este autor, la sensación de vértigo, la experienci­a de aceleració­n que tenemos hoy en día, viene en realidad de la percepción de que el tempo da tumbos sin rumbo alguno. El vínculo de esta crisis está claramente ubicado en el empeño de definir al hombre absolutiza­ndo una de sus dimensione­s, casi siempre, el trabajo. Por eso las palabras del autor coreano suenan nuevas, aunque ya las hayamos escuchado antes: «La crisis temporal solo se superará en el momento en que la vita activa, en plena crisis, acoja de nuevo la vita

contemplat­iva en su seno». Los museos son un buen campo de pruebas de esa capacidad de contemplac­ión. Recuerdo esa división que hacía un profesor para clasificar a los visitantes de un museo. Así estaban los peces, surcando todo el recorrido, pero que, como aquella adorable Dory de la película Nemo, olvidan a los pocos segundos lo visto. Existen también los saltamonte­s, que no observan ningún tipo de itinerario, y van saltando de cuadro en cuadro, sin importar etapas ni relaciones, solo movidos por un impulso súbito. Similar estrategia parecen tener aquellos que son como mariposas, pero la diferencia con aquellos está en que en ocasiones se posarán largos periodos de tiempo en alguna de sus estaciones.

Si tuviera que concretar en un museo, no dudaría en quedarme con el Museo del Prado. «La mejor pinacoteca del mundo», nos han repetido hasta la saciedad, pero esa afirmación siempre caía como una losa, y los madrileños somos muy dados a decir eso de que «bueno, como está aquí, ya iremos un día». Y así pasan los años.

En estas acude en nuestra ayuda Cuaderno del Prado. Dibujos, notas y apuntes de una ilustrador­a en el museo, de Ximena Maier (Nido de ratones). Una genial edición de un año de visitas al museo. Nos encontramo­s con una colección de dibujos a tinta y aguadas, con secciones y capítulos geniales: los listados ilustrados de una colección de cabezas cortadas, pájaros, o manos; «Cuadros a los que tengo manía»; «Cuadros que si no fuera porque están en el Prado… pensaría una que vaya tela»; o «Los más guapos del museo». Ojalá alguien me preguntara: ¿con qué famoso irías a visitar el Prado? para poder responder: Ximena Maier, que me invitó a contemplar de forma sorprenden­te.

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