Continúa la limpieza en Chile
En medio de la celebración del Sínodo de los obispos dedicado a los jóvenes, el Papa quiso dar una señal. El 13 de octubre el Vaticano anunció que se apartaba del sacerdocio a dos obispos chilenos, ambos ya jubilados: Francisco José Cox Huneeus y Marco Antonio Órdenes Fernández, arzobispo emérito de La Serena y el obispo emérito de Iquique, respectivamente. Por primera vez en la historia, la sala de prensa de la Santa Sede puso por escrito que la dimisión del estado clerical se dio «como consecuencia de actos manifiestos de abusos a menores», a raíz de aplicárseles los procesos previstos en el decreto papal Sacramentorum
Sanctitatis Tutela, que se ocupa de los delitos graves de los sacerdotes. «La decisión adoptada por el Papa no admite recurso», sentencia la nota. Junto a Fernando Karadima, Cox y Órdenes se habían convertido en iconos del abuso sexual en la Iglesia chilena, ahora sumida en la peor crisis de credibilidad de su historia. Distinto es el caso del cardenal Donald Wuerl, arzobispo de Washington y sucesor del cardenal McCarrick. El viernes, el Papa aceptó su renuncia en medio de la crisis que afronta la Iglesia estadounidense por el mismo tema. Francisco reconoció que el purpurado podría haberse defendido ante ciertos errores de juicio que no constituyen encubrimientos, pero prefirió pedirle que aceptase su renuncia presentada casi tres años atrás, a los 75 años. «Tu nobleza te condujo a no usar esta defensa. Estoy orgulloso de esto y te agradezco», escribió el Pontífice en una carta.