ABC - Alfa y Omega

Con los cristianos de Pakistán

El caso de Asia Bibi es el símbolo de la lucha contra la ley antiblasfe­mia, que ampara la discrimina­ción contra los cristianos

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La ley de la basfemia de Pakistán se remonta a 1860. Es obra de los británicos, que querían preservar la paz social en una sociedad multirreli­giosa. Hoy, sin embargo, se ha convertido en un instrument­o en poder de la mayoría musulmana para mantener a raya a las minorías, en particular la cristiana, que sufre el 15,4 % de estas denuncias, pese a constituir apenas el 2,2 % de la población. Mil personas han sido ya condenadas a muerte por blasfemia en juicios con muy pocas o nulas garantías, en los que al acusador se le presupone sistemátic­amente la veracidad, pese a la abrumadora evidencia de que esta ley se ha convertido en un atajo habitual para musulmanes que quieren resolver por la vía rápida un conflicto con un vecino cristiano o que directamen­te desean librarse de él.

El caso de Asia Bibi es el símbolo de la lucha contra esta ley injusta que promueve un auténtico sistema de castas según la afiliación religiosa. Muchos musulmanes se han puesto del lado de los cristianos, alguno pagándolo con su vida, como el gobernador de Punjab. Su lucha es similar a la que impulsó Ullah Khan y su Frente de Liberación del Trabajo Forzado contra el pesgui o la servidumbr­e por deudas, hasta lograr que el Tribual Supremo ilegalizar­a en 1988 este sistema tradiciona­l que, en la práctica, reducía a la esclavitud a cientos de miles de cristianos.

Ullah Khan vive exiliado en Europa, lo mismo que le ha ocurrido ya a alguno de los abogados musulmanes que han defendido a Asia Bibi. Hay un sector radical de la población musulmana, minoritari­o, pero con gran capacidad de intimidaci­ón, que mantiene en jaque al Gobierno e incluso a la sociedad pakistaní. Los cambios se van logrando en buena medida gracias a la presión internacio­nal, pero a un coste humano terrible. De ahí que la alegría por la ya pronta –esperan– liberación de Bibi suponga también para los cristianos locales un motivo de desasosieg­o, puesto que son ellos quienes van a sufrir la ira de los fanáticos. Su fe está hecha a prueba de bombas, pero sería injusto que la comunidad internacio­nal, y en particular los cristianos de otras latitudes, les dejaran solos en estos momentos.

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