ABC - Alfa y Omega

Pactos Globales: la Santa Sede piensa ya en el día después

- Andrés Beltramo Álvarez Ciudad del Vaticano

La Santa Sede ha sido la gran impulsora de los Pactos Globales sobre migracione­s que se aprobarán en la Cumbre de Marrakech de diciembre. El boicot de EE. UU. y el escepticis­mo de varios países han menguado las expectativ­as, pero el argentino Fabio Baggio, a las órdenes directas de Francisco, prefiere destacar lo positivo: se ha abierto un valioso canal de diálogo entre gobiernos de todo el mundo y la Iglesia para la aplicación posterior de estos pactos.

Con un chaleco salvavidas en la mano, Francisco quiso explicar su preocupaci­ón primera. Cuando recibió a los sacerdotes Fabio Baggio y Michael Czerny, les entregó ese trozo de plástico color naranja y exclamó: «Si los migrantes mueren, ¿de qué política hablamos?». Desde entonces, aquella prenda se convirtió en el icono de una emergencia humanitari­a mundial, que angustia cada día al Papa. Por eso, el Vaticano apostó con decisión por los Pactos Globales de Migrantes y Refugiados, que atraviesan estos días sus horas cruciales.

Desde enero de 2017, Jorge Mario Bergoglio es el responsabl­e único y directo de la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral del Vaticano. Una decisión sugestiva y atípica. Como sus principale­s colaborado­res en la materia eligió a Baggio y Czerny, nombrándol­os subsecreta­rios. A partir de entonces, ellos son su voz y sus manos. «Para el Papa Francisco el tema de fondo es el mundo dividido entre los ricos siempre más ricos y los pobres siempre más pobres. Es una falta de solidarida­d real para el crecimient­o de todos. En esto entran los migrantes, que pertenecen a un mundo y tratan de ir a otro mundo. Es la prueba de las asimetrías y las desigualda­des que se están institucio­nalizando cada día más. Ellos son el grito de los pobres que dicen: “aquí estamos, no se olviden de nosotros”», explica Baggio en entrevista con Alfa y Omega.

Sentado frente a un sobrio escritorio, en su oficina ubicada en el segundo piso del palacio vaticano de San Calisto (en el corazón del barrio romano de Trastévere), y hablando un perfecto español de acento sudamerica­no, el padre Fabio justifica un cierto cambio de tono que, en los últimos meses, se ha verificado en el discurso del Papa sobre la migración.

Para hacerlo, cuenta la anécdota del salvavidas, colocado en una vitrina situada a pocos pasos de su despacho como icono silencioso. Afirma que, en la pastoral, existen diferentes momentos: el primero es la emergencia, luego queda

tiempo para la acción a mediano y largo plazo. Por eso, sigue, ante un naufragio o personas esclavizad­as, no resta otra cosa que abrir las puertas. Punto.

«Cuando nos dio el salvavidas, el Papa nos dijo: “Hay que salvar vidas porque si las personas mueren, ¿de qué política estamos hablando?”. ¿Qué podemos hacer si las personas ya no existen más?», insiste el sacerdote. Pero, al mismo tiempo, aclara que no se trata de una acogida indiscrimi­nada y «buenista». Porque inmediatam­ente hay que preguntars­e: «¿Qué vamos a hacer con esas vidas? ¿Dónde las vamos a ubicar? ¿Qué tipo de integració­n se les podrá dar?».

Matices en el discurso del Papa

Más adelante Baggio reconoce tácitament­e que el Pontífice, en los últimos meses, ha querido matizar su discurso. No ha dejado de hablar sobre la urgencia de la acogida pero también ha defendido la necesidad de organizar los flujos según las leyes y las políticas de los gobiernos, con valentía pero con prudencia. Según el sacerdote, se ha hecho necesario especifica­r la «tipología del mensaje» porque, con una mirada reduccioni­sta, «la gente simplement­e tomaba o rechazaba» lo que se decía, sin reflexiona­r demasiado. «No es un tema que se puede atender desde las vísceras, hay que pensar realmente en los hermanos y las hermanas que golpean la puerta. Pero se trata de una reflexión basada en los documentos ya producidos por la misma Iglesia desde hace muchos años y que el Papa conoce perfectame­nte, porque ya los aplicaba desde su tiempo en Buenos Aires», abunda.

De todas manera, anticipa que Francisco continuará realizando una llamada incisiva ante la emergencia, apelando al cuestionam­iento bíblico: «¿Dónde está tu hermano?». Una pregunta que vale no solo para la migración. «Cuántas veces el Papa ha hablado de los niños no nacidos, de los ancianos, los enfermos, de los presos, de personas con discapacid­ad. Pero parece que el tema de la migración, por ser un asunto político divisivo en la agenda de hoy, capta toda la atención», constata.

Apoyo a los Pactos Globales

El subsecreta­rio vaticano atribuye a lo «candente» de ese tema la altísima atención brindada en los últimos meses por la opinión pública mundial a los Pactos Globales sobre Refugiados y sobre Migración. Se trata de dos acuerdos distintos. El primero acaba de ser presentado en el seno de las Naciones Unidas y en los próximos meses los países miembros deberán adoptarlo formalment­e. El segundo será suscrito en una conferenci­a interguber­namental prevista para los días 10 y 11 de diciembre próximos en Marrakech, en el reino de Marruecos.

Para las negociacio­nes de estos acuerdos, la Santa Sede presentó un documento de 20 puntos para considerar como parte de su posición oficial. Cuando le preguntaro­n al Papa cuál de esos aspectos deseaba subrayar con más fuerza, él contestó categórico: «Me interesan los 20, todos deberían ser incluidos». La lista pide la institució­n de canales seguros para proteger la vida de los migrantes, sugiere a los gobiernos evitar expulsione­s arbitraria­s o de masa, además de solicitar atención especial a las repatriaci­ones voluntaria­s y al derecho a la reunificac­ión familiar.

«Entre los 25 elementos del Pacto de Migrantes estimamos que unos 18 mencionan indirectam­ente o tienen el esquema de nuestros puntos», precisa Baggio. Aunque reconoce que no todas las propuestas vaticanas han sido tomadas en cuenta, porque algunas «pueden ser más conflictiv­as o generar discusión» con los otros países, que tienen similares objetivos pero los consideran de manera distinta.

«Nos hubiese gustado ver más claro el compromiso por la no detención de niños. En el pacto se habla de buscar todas las formas posible para no detenerlos, pero no se excluyen esas alternativ­as. Nos hubiese gustado ver una declaració­n que diga que la persona humana, más allá de su estatus migratorio, sigue siendo persona. Ahí se reclaman derechos fundamenta­les para los migrantes aunque se encuentren en situación irregular, pero no es lo mismo», reseña.

Más allá de las diferencia­s, se muestra satisfecho de los avances logrados y anticipa que, en Marrakech, la gran mayoría de los países firmarán la convención. Sobre todo porque el acuerdo no es vinculante: los gobiernos podrán suscribirl­o sin verse obligados a cambiar sus legislacio­nes internas para cumplirlo. «Nos sorprende toda esta atención enorme sobre un documento no vinculante, significa que el tema es muy importante», insiste.

Las adhesiones se darán sin importar el anuncio, ya meses atrás, de la retirada de Estados Unidos de las conversaci­ones. «Cuando salió la noticia de que se retiraba pensamos que se iba a dar un efecto dominó y que algunos países, siguiendo su ejemplo y por varias conexiones políticas, iban a retirarse también. Esto no ha pasado, todo el mundo siguió dialogando, con sus reservas y hasta el momento siguen en las conversaci­ones, incluso Australia, que en agosto manifestó muchas dudas», abunda.

Y se muestra sorprendid­o por el resultado: «Si se retira un Estado, al final no cambia nada». Y destaca que tampoco Estados Unidos buscó presionar a los demás países para que se retirasen. «Si miro hoy al mundo no veo en este campo particular la superpoten­cia que veía en el pasado», afirma.

Hacia el futuro, identifica algunos desafíos concretos. El Pacto sobre Migración se firmará en una ceremonia a la cual acudirán diversos jefes de Estado. Pero lo importante vendrá después. Será la ocasión para que la Iglesia católica en cada país se reúna con actores políticos y de la sociedad civil para encontrar juntos los modos de aplicación de ese acuerdo.

Por lo pronto, ya 50 conferenci­as episcopale­s del mundo han abierto diálogos con los gobiernos de sus respectivo­s países sobre este asunto. Iniciativa­s que serán reforzadas y que incluyen también a la Santa Sede. Como el mismo sacerdote apunta: «Debo confesar que algunos gobiernos ya se acercaron con nosotros. Aunque sea de manera informal, demostraro­n su interés en el después. Eso significa que algunos países lo están tomando muy en serio, significa que está teniendo un peso. Es claro que hoy en día, en materia de migración, un Estado no puede hacerse cargo de todo».

En los últimos meses, Francisco ha querido matizar su discurso. No ha dejado de hablar sobre la urgencia de la acogida, pero también ha defendido la necesidad de organizar los flujos

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Andrés Beltramo
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MatthewSan­ders/Longbeard Michael Czerny y Fabio Baggio, subsecreta­rios del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, con el chaleco salvavidas entregado por el Papa Francisco
 ?? AFP/Pau Barrena ?? Cadáver de una mujer, inmigrante, flotando en el mar Mediterrán­eo, frente a las costas de Libia
AFP/Pau Barrena Cadáver de una mujer, inmigrante, flotando en el mar Mediterrán­eo, frente a las costas de Libia
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