Fe en los jóvenes
Salir a su encuentro en las redes sociales y «abrir espacios donde podamos de verdad escucharlos». Tras el Sínodo, el Congreso Católicos y Vida Pública ha aportado claves para reconstruir los puentes entre la Iglesia y los jóvenes
La Iglesia tiene «fe en los jóvenes». Así lo ha proclamado el XX Congreso Católicos y Vida Pública que, consolidado como gran espacio de encuentro para el laicado español, ha abierto la veda para una puesta en práctica de las conclusiones del reciente Sínodo de los obispos. Uno de los grandes retos es aprender los nuevos lenguajes digitales. Otro, más ambicioso, crear una cultura de la escucha y el acompañamiento, con estructuras en las que los jóvenes se sientan libres para hablar de sus sentimientos más profundos y de las cuestiones que realmente les preocupan, sin censuras. Solo así –cree el obispo auxiliar de Madrid Jesús Vidal, uno de los ponentes– la Iglesia podrá «conectar con el corazón de los jóvenes» y restaurar los puentes destruidos.
«Un nuevo impulso, una nueva energía que conlleve mayor ardor en la fe, una mayor frescura y espontaneidad en el modo de vivirla; más sensibilidad para entender y amar al hombre de hoy, con sus miedos, dramas y esperanzas….». Todo esto «podemos y debemos esperar los mayores de los jóvenes cristianos», aseguraba Alfonso Bullón de Mendoza al inaugurar la XX edición del Congreso Católicos y Vida Pública, celebrado del 16 al 18 de noviembre en la Universidad CEU San Pablo de Madrid con el título Fe en los jóvenes.
Los jóvenes, por su parte –añadía–, «pueden y deben esperar de nosotros la sabiduría que da la experiencia, una paternidad que ya ha sido probada y puede acompañarlos en el camino de la vida; una coherencia entre fe y vida, de modo que, a pesar de sus debilidades, no dé lugar a dudas sobre su sinceridad», puesto que «lo que más daño puede hacer a nuestros jóvenes es la inautenticidad de nuestra fe».
La doble dinámica que presentaba el presidente de la Asociación Católica de Propagandistas resume en gran medida el planteamiento de tres días de reflexiones que, como agradeció el nuncio en España, Renzo Fratini, han estado «en sintonía con el Sínodo de los obispos». La Iglesia tiene el reto de «demostrar al mundo juvenil que confiamos y esperamos mucho de ellos», añadía el arzobispo de Burgos y consiliario de la ACdP, Fidel Herráez, sin esconder su preocupación por «la fractura que se ha producido en la transmisión de la fe». Era inevitable que sobre este congreso sobrevolaran datos como el de que el 54 % de los jóvenes católicos en España no se siente comprendido por la Iglesia, según los cuestionario recibidos para el Sínodo por la Conferencia Episcopal. Eso, en lo que respecta a la minoría católica comprometida. En su conjunto, al 75 % de los jóvenes españoles la Iglesia les merece poca o ninguna confianza, a tenor del último informe de la Fundación SM.
Hablar el lenguaje de la juventud
Aprender a hablar el lenguaje de los jóvenes no es una opción: la Iglesia debe estar en las redes sociales. En la conferencia inaugural del congreso, el periodista italiano Filippo Passantino habló de su trabajo en la Secretaría el Sínodo para la puesta en marcha de una estrategia de comunicación digital. La asamblea de obispos demostró que «las redes son una oportunidad para que los jóvenes sean partícipes en la vida de la Iglesia», dijo Passantino, utilizando a modo de argumento datos como los diez millones de personas alcanzadas aquellos días por los contenidos volcados en Facebook desde los canales oficiales del Vaticano, o los 500.000 contenidos compartidos por los usuarios en las redes. A la vista de lo cual «surge del Sínodo la propuesta de crear una serie de organismos para la evangelización digital a nivel central, vaticano, diocesano…».
El reto consiste –dijo el CEO de Rome Reports, Antonio Olvié– en «salir a buscar a los jóvenes donde están». El 73 % de los europeos occidentales de entre 18 y29 años se informan a diario a través de internet, frente a solo el 33 % que acuden a la radio y el 12 % que lee prensa escrita, añadió, citando un reciente estudio del Pew Research Center. En la comunicación «hay que arriesgar, es lo que nos está pidiendo el Papa», subrayó el veterano periodista en la conferencia de clausura del congreso. Siempre desde la premisa de que no basta una comunicación dinámica y atractiva. «Detrás debe haber acción», hechos reales. «La gente, y sobre todo los jóvenes están hartos de discursos». En cambio, «el mensaje cristiano vivido y encarnado tiene una gran capacidad de llegada», también a los no creyentes. Ahí reside –asegura– la fuerza comunicativa del Papa Francisco. Y de testigos del Evangelio como el argentino Pedro Opeka, misionero en Madagascar, en la mejor tradición de santa Teresa de Calcuta. Testigos que, a poco que uno busque, «los hay en todas las ciudades».
El arte de discernir
Pero a la vez que la Iglesia aprende de sus jóvenes los nuevos lenguajes digitales, debe enseñarles a transitar por los viejos caminos del silencio, de la contemplación, de la escucha, de la conversación serena y sincera… Jesús Vidal, obispo auxiliar de Madrid, no cree que estén en crisis la vocación religiosa ni la matrimonial. «Lo que está en crisis es el discernimiento», el arte de descubrir en la propia vida la vocación que Dios tiene para cada uno, aquello –dicho en lenguaje laico– que permite a la persona realizarse en plenitud.
Para ir aprendiendo a tomar las riendas de su vida, los jóvenes necesitan ser acompañados en sus familias, dijo Vidal durante una de las conferencias centrales del congreso. Pero «también los padres necesitan vivir acompañados, y los sacerdotes, y los obispos... Si yo no soy acompañado, ¿cómo voy acompañar? En el camino de la experiencia de los que nos han precedido en la fe, vamos aprendiendo todos este camino».
Es una necesidad mayor que nunca en el contexto de «un mundo que cambia rápida y continuamente» y genera «una incertidumbre nunca experimentada». Ante lo cual algunos sienten la tentación de «no comprometerse». O bien, por el contrario, «necesitan alcanzar rápido certezas de seguridad. Muchas veces, siendo rector del seminario, me he he encontrado con jóvenes que, ante una conversión, querían ser sacerdotes,
“¡pero ya!”». Algo análogo a lo que ocurre en las relaciones sexuales precoces: «En el fondo, lo que buscan es una seguridad, algo que les permita atar este amor, sin descubrir que, al querer agarrarlo», no le permiten madurar y lo que ocurre es que «se les escapa».
También en el seminario se ha encontrado Vidal ese «grandísimo analfabetismo emocional» que caracteriza hoy no solo a las generaciones jóvenes. Aprender a discernir significa recuperar la capacidad de leer correctamente en el propio interior los diferentes sentimientos «sin escandalizarnos ante ninguno», permitiendo «aflorar toda esa riqueza emotiva y nombrar nuestras pasiones, sin juzgarlas ni rechazarlas, pues son la puerta de entrada a nuestro corazón». Así es como llegamos a ser capaces de «escuchar la voz interior de Dios», que resuena en cómo nos afectan las distintas situaciones de la vida, debidamente reposadas y meditadas en el silencio y la oración.
Existe, cree Vidal, una «gran oportunidad» para que la Iglesia dé respuesta a este vacío. «Mi experiencia es que, cuando uno dialoga a fondo sobre lo que ha vivido, dado que estamos bien hechos, al final nuestro corazón responde de una forma adecuada». Pero para eso –advirtió– necesitamos «abrir espacios donde podamos escuchar de verdad lo que un joven ha experimentado, sin miedo a ser corregido, juzgado o censurado»