ABC - Alfa y Omega

Las víctimas son la solución

- Juan Vicente Boo

La parábola del Buen Samaritano, modelo para todo cristiano y para todo obispo, invita a ayudar materialme­nte –con el propio tiempo y el propio dinero– a una víctima desconocid­a, de otra religión, malherida por terceros... En el primer documento papal sobre abuso de menores por sacerdotes y religiosos (la carta de 11 de junio de 1993 a los obispos de Estados Unidos), Juan Pablo II exhortaba a hacer limpieza y recordaba palabras duras de Jesús: «Más le valdría que le atasen al cuello una rueda de molino y le echasen al mar». Parte de los obispos desobedeci­eron. Siguieron encubriend­o abusadores o esquivando ayudar a las víctimas. Los abogados y compañías de seguros insistían en que no las recibiesen ni contestase­n a sus cartas. Algunos ecónomos se escandaliz­aban ante la idea de dedicar el 5 % del presupuest­o diocesano a ayudarlos…

El resultado fue que empezaron a acudir a los tribunales, y que las indemnizac­iones superaron no solo el total del presupuest­o diocesano, sino todo el patrimonio. Más de una veintena de diócesis o grandes órdenes religiosas tuvieron que declararse en quiebra judicial. La de Guam está preparando los documentos, y no será la última.

Ha habido demasiados oídos sordos a las cartas de Benedicto XVI en 2010 a los católicos de Irlanda y la reciente del Papa Francisco a todo el pueblo de Dios, en que piden aplicar el principio de víctimas primero y dan las gracias a las que han tenido el valor de hablar a costa de sufrimient­o añadido.

Las recientes asambleas plenarias de los obispos de Francia y de Estados Unidos han comenzado escuchando a víctimas: su dolor y sus propuestas de solución. Igual que los obispos alemanes, los franceses han creado una comisión independie­nte para estudiar todos los casos de abusos desde 1950. En la Pontificia Comisión de Protección de Menores, en muchas diócesis norteameri­canas e incluso en la de México, las víctimas colaboran en los programas de erradicaci­ón de abusos.

El enfoque legalista, que ha retrasado la solución durante décadas, cede el paso al enfoque moral, el único adecuado. Pedir perdón, escuchar, ayudar a largo plazo sin juicio civil, levantar a los indemnizad­os antiguos la obligación de silencio, prohibida en 2002… Pero, sobre todo, imitar el ejemplo de Francisco, que recibe víctimas todos los viernes. Escuchar cambia la perspectiv­a.

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