Monseñor Aguirre: «Mi país está controlado por extranjeros»
La amistad entre los líderes religiosos musulmanes y cristianos en la República Centroafricana ha tenido un gran peso para impedir una guerra civil en toda regla en el país. Pero este sigue siendo un polvorín, donde el fin de semana pasado fueron masacradas más de 40 personas –incluidos los sacerdotes Blaise Mada y Celestine Ngoumbango– en un ataque a la catedral y al Arzobispado de Alindao, y a un campo de desplazados vecino que albergaba a 26.000 personas. La mayoría de ellas huyó a la selva. Los autores pertenecían a la Unidad por la Paz en Centroáfrica, una facción de las milicias musulmanas seleka compuesta en gran medida por pastores nómadas procedentes de Níger.
Lo narra a Alfa y Omega monseñor Juan José Aguirre, obispo de Bangassou, que no disimula su rabia por que su país «esté controlado por extranjeros». Los milicianos seleka que desde 2013 controlan el 70 % del país, por ejemplo, proceden en gran medida del Chad y «están armados por Arabia Saudí y los países del Golfo». El conflicto se presenta erróneamente como un conflicto entre musulmanes (30 % de la población) y no musulmanes (70 %), pero bajo esta superficie está «la agenda escondida de países de fuera para introducir el islam radical en Centroáfrica, y que de ahí pase a la República Democrática del Congo y a toda la región. Quieren dividir el país en dos partes, y que Bangassou sea la capital de la zona musulmana».
Esta estrategia –denuncia el obispo– cuenta con el apoyo de Francia y de la Unión Europea. «Se está jugando en la ONU como una partida de ajedrez, y sin entender esto no se puede comprender la carnicería del otro día». No se trata solo del afán de proselitismo de los países islamistas. También del control de «todas las materias primas que atesora el continente: el oro, los diamantes, el manganeso, el wolframio, y el coltán, que se utiliza para drones y misiles».
Uno de los últimos actores en aterrizar en Centroáfrica es la Rusia de Putin. A petición del Gobierno, «desde hace año y medio están armando al Ejército. Sabemos que Putin no es una hermanita de la caridad, pero son los que nos han ayudado» a que el control del Estado se extienda a más zonas del país. «Allí donde llegan, escoltadas por diez o doce rusos, las tensiones se desinflan».
Esta función asumida por Rusia suple en gran medida la ineficacia de los cascos azules de la misión especial de la ONU para el país (MINUSCA). En Alindao, como en muchos otros casos, no hicieron nada para detener a los atacantes. De hecho, su presencia en el país podría tener los días contados, añade Aguirre. Hace unos días la ONU no dio permiso para prolongar su estancia, y a mediados de diciembre se decidirá si abandonan Centroáfrica.