ABC - Alfa y Omega

El amor que Dios tiene por ti

Carta semanal del cardenal arzobispo de Madrid ¡Qué estampa tan bella ver a Jesús lavando los pies a los discípulos! ¡Qué atractivo es su gesto y lo que Él nos explica que tiene que significar para quienes nos llamamos discípulos suyos! Se trata de amar c

- +Carlos Card. Osoro Arzobispo de Madrid

Estos días he podido estar con mucha gente en situacione­s muy diversas: soledad, pobreza y abandono; corazones llenos de cosas pero vacíos de entrega y generosida­d; grandes personas con gestos de generosida­d inmensa, de servicio desinteres­ado a los demás… Esto me llevó a tener un coloquio largo con Nuestro Señor a través del pasaje del lavatorio de los pies en el Evangelio de san Juan. Ahí se contempla no un amor teórico, sino un amor que tiene obras y que se manifiesta en hacerse siervo de los demás. ¡Qué estampa tan bella ver a Jesús lavando los pies a los discípulos! ¡Qué atractivo es su gesto y lo que Él nos explica que tiene que significar para quienes nos llamamos discípulos suyos! Se trata de amar como Él amó, dar la vida como Él la dio, servir como Él sirvió, acercarse a los hombres como Él se acercó, con una dedicación especial a quienes están más rotos.

Quiero hablaros al corazón sobre el amor que Dios tiene por cada uno de nosotros frente a dos propuestas engañosas que, en este momento, nos presentan un modo de entender al ser humano disfrazado de verdad: a) mutilar el Evangelio con una ideologiza­ción que no evangeliza, y b) analizar y clasificar a los demás, gastando energías en controlar siempre y sea como sea, desprestig­iando o inventando, pero nunca queriendo y ayudando, que es donde se muestra el interés por el otro. Lo grave es que, en ambos casos, no interesa la persona del Señor; hay otros intereses, como son imponer a los demás lo que yo quiero que sea Jesucristo.

Lo que mide la perfección

¿Sabéis lo que mide la perfección del ser humano, de toda persona? La medida que nos puso Jesucristo: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado». A los santos, precisamen­te, no se les mide por las capacidade­s que tienen para entender doctrinas, sino por la capacidad que en la vida han tenido para tocar la carne sufriente de Cristo en todos los que los rodearon. Por ello, el santo es el que ha tenido capacidad para acercar a quienes se encontró por el camino la noticia viva, experiment­ada en su propia carne, de que Dios lo amaba entrañable­mente.

¿Sabéis también otro factor que mide la perfección de la persona? La medida que puso el Señor: «No vine a hacer mi voluntad, vine a hacer la voluntad del Padre». Hay que dejar espacio para que actúe la gracia de Dios. Porque otra tentación tremenda hoy es fiarme de mis propias fuerzas, no reconocer mis límites y creerme un superhombr­e; sentirme superior a los demás porque cumplo determinad­as normas o soy un fiel cristiano que tengo el atrevimien­to de dirigirme a quien me encuentro, diciendo que todo se puede con la gracia de Dios, pero esa gracia la reduzco a mi propia voluntad. Hay que vivir con la humildad de estar en la presencia de Dios, envueltos en su gloria y en su amor.

Hay personas que no tienen conocimien­to de que Dios las quiere, ignoran la llamada del Señor, la dignidad de su vida, y su existencia está marcada por la banalidad, viven sin ideales, sin horizontes. No perciben el amor de Dios. Las hay también con un conocimien­to falso de Dios, que pierden el sentido de los acontecimi­entos y falsean y camuflan la verdad de su vida entretenié­ndose en opiniones secundaria­s. Tampoco perciben el amor de Dios. Y hay quienes conocen verdaderam­ente a Dios, se han dejado amar por Él. Te

propongo tres momentos para dejarte amar por Dios contemplan­do el texto del lavatorio de los pies:

1. Contempla cómo Dios está al servicio del hombre. Allí están todos los discípulos, también Judas que lo va a traicionar y Pedro que se va a resistir a que el Señor le lave los pies. Y, sin embargo, el Señor, el Maestro, se pone de rodillas, en una actitud humilde y llena de ternura, frente a quienes tienen en el corazón traición, desconfian­za, cerrazón, perversida­d, dureza y crueldad. Ahí, en esta escena, se contrapone el amor y la bondad de Jesús, mostrando cómo es Dios y hasta dónde ama a los hombres. Dios de rodillas ante los hombres, expresando que el amor, la acogida y el cuidado de los otros tienen que marcar nuestra vida. ¿Cómo quiere Jesús que estemos los discípulos? ¿Cómo estás tú ante los que encuentras por la vida, con los que más cerca tienes? Quizá en este gesto podemos ver lo que realmente perturba la historia humana.

2. Contempla a Jesús viviendo su realidad de Hijo de Dios en el lavatorio de los pies. Mira esta realidad de Jesús: el Padre le entrega todo, ha venido de Dios y a Dios vuelve. Quien ha estado con nosotros, quien nos ha revelado el amor de Dios, tiene plena conciencia de estas dos realidades: a) conciencia plena de ser Mesías, por tanto Señor de la historia, en sus manos está el destino de la humanidad, pues todo se lo ha entregado el Padre; y b) conciencia de saber su origen divino, es Hijo de Dios, sabe que ha venido de Dios y que al final de su vida va a ser Dios. Con estas dos realidades realiza el lavatorio de los pies, con plena conciencia de su origen, de su final, de la responsabi­lidad de su misión. Este conocimien­to de quién es, es lo que da valor a todo lo que hace y sucede, también a su Pasión. ¿Eres consciente de las medidas que tiene su amor? ¿De quién te ofrece su amor?

3. Contempla a Jesús lavando los pies a Pedro. Aquí puedes descubrir a Pedro en la realidad humana más profunda de su ser. Sí, rechazando el amor de Dios, porque cree que Jesús no puede actuar de manera tan servil y humilde, no debe rebajarse a lavar los pies, por ello no acepta que sea siervo. En el fondo, no entiende al Dios que muestra su rostro en Jesús, pues para él es el hombre quien debe servir a Dios y no Dios quien sirva y ame al hombre. No acepta que exista alguien que ame al hombre de ese modo. Pedro expresa la dificultad que tenemos para dejarnos amar. ¿Te dejas amar por Dios que quiere servirte y estar a tu lado siempre?

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Sigefredo Un hombre contempla el cuadro El lavatorio de Tintoretto, en el Museo del Prado de Madrid

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