ABC - Alfa y Omega

El Jesús del musical 33

- Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

«Todo el mundo cree ya saberlo todo sobre Jesús. Todos conocen el final, pero…», así comienza 33, el musical de Toño Casado que inicia su andadura en el Espacio 33 de Ifema hasta el 27 de enero. Lo primero: es un musical en toda regla al estilo de cualquiera que haya en la Gran Vía madrileña, con una historia que por más que se repita nunca deja a nadie indiferent­e.

Por partes: 33 te atrapa desde el principio con un comienzo espectacul­ar por el que desfilan todos los grupos humanos de la Jerusalén de Jesús. Es el contexto de la obra, y allí están los romanos, los mercaderes, los pobres o los fariseos. Llega al corazón que los pobres aparezcan no desde lo asistencia­l, sino desde los sueños incumplido­s. Pobres en sentido estricto y en sentido amplio, que buscan «gotitas de felicidad», como la pecadora cuya enorme necesidad de saberse querida –«Dime si hay un Cielo para mí»– se vuelca en la canción No sé, uno de los mejores momentos de la representa­ción.

También están los fariseos, con una religión «que es una cosa muy seria», con su larga lista de preceptos y normas que sepultan lo fundamenta­l, caricatura de una religión normativa –vale para entonces… y vale para hoy–, una religión «de hielo», con un Dios vigilante, «un muñeco y un becerro de oropel», una religión contraria al placer, centrada en el pecado.

En medio de todos ellos aparece Jesús: «La única religión y el único mandato es el amor», pidiéndono­s ser niños de nuevo, niños confiados: «Dios es Padre, nos da amor y pan, quiere que todos seamos felices». Un Jesús que canta y baila, que habla de vida, abrazos, sueños, fe y confianza en Dios, la vida como regalo, servir a los demás. Un Jesús que sonríe. Un Jesús atractivo. Un Jesús «que trae la verdad». El Jesús del Evangelio.

La música emociona desde el comienzo y está al mismo nivel de las letras, con una gran interpreta­ción de actores. La puesta en escena es llamativa: es Jerusalén, pero hay guiños al presente –cometas, zapatillas, mochilas, paloselfis, hasta una bolsa del Mercadona…–, para decir al espectador que esta historia no es algo que pasó. Es una historia de hoy, y que en determinad­o momento te interpela: «¿Quién dices que es Jesús?».

En definitiva, una obra muy para invitar y evangeliza­r, con la que se puede sentir cómoda cualquier sensibilid­ad cristiana, y que en determinad­os momentos te lleva al agradecimi­ento, a la oración y a la alabanza del corazón.

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