ABC - Alfa y Omega

Una frontera sin derechos

La arbitrarie­dad en los trámites jurídicos, el rechazo de la población local a los migrantes e incluso los casos de maltrato ponen en jaque los derechos humanos en Melilla

- Rodrigo Moreno Quicios

Derechos que se dan por supuestos en la España peninsular se vulneran a diario en Melilla: devolucion­es en caliente, hacinamien­to en los centros de estancia temporal de inmigrante­s, menores desatendid­os, casos de maltrato… Lo documenta el Servicio Jesuita a Migrantes, al tiempo que colabora con ACNUR y la Administra­ción local en la búsqueda de soluciones a estos problemas.

La ciudad de Melilla está en la lista negra en multitud de informes de derechos humanos. Devolucion­es en caliente, comisarías de Policía que se niegan a tramitar solicitude­s de asilo, abogados de oficio que apenas tienen dos minutos para atender cada caso, menores que viven en un clima de constante violencia... Incluso entre los propios funcionari­os se ha interioriz­ado que hay derechos que sencillame­nte no rigen cuando la persona es migrante. Cada vez que Diego Fernández-Maldonado, abogado del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), exige el cumplimien­to del ordenamien­to jurídico, alguien le responde: «Eso será en la península pero aquí, en Melilla, es distinto».

Aunque los Cuerpos de Seguridad tienen formación en derechos humanos, «el trato varía mucho y, al recoger testimonio­s de migrantes, manifiesta­n diferentes situacione­s de maltrato». Algunas de ellas relfejadas en el informe Sacar del Laberinto, donde el SJM señala la vulneració­n de derechos en Melilla, una ciudad que, al servir de dique de contención a las migracione­s, genera situacione­s ambiguas en las que el Estado de Derecho difumina sus perfiles.

Refugiados sin saberlo

De las 57.378 personas que han entrado este año en España a través de sus costas, Ceuta o Melilla, un 27 % proceden de Guinea-Conakry y otro 17 % de Mali. Dos países de África Occidental en los que, aunque el idioma oficial sea el francés, las personas de origen humilde solo hablan lenguas vernáculas como el bámbara, el susu o el maninké.

El desconocim­iento de estas lenguas por parte de los intérprete­s lastra la comunicaci­ón entre los migrantes y sus abogados. Por consiguien­te, es relativame­nte común que las personas provinient­es de Mali, un país sacudido por la rebelión tuareg de 2012 y por el ébola un año después, ignoren ser potenciale­s beneficiar­ias de asilo. Algo similar a lo que les sucede a otras personas de zonas castigadas por el yihadismo. «Muchos no saben que, según la Convención de Ginebra, si te persiguen a causa de tu religión tienes derecho a pedir asilo», comenta Josep Buades, responsabl­e del equipo Frontera Sur del Servicio Jesuita a Migrantes.

En respuesta a estas carencias, el SJM (con el apoyo de ACNUR) presta en Melilla asistencia letrada a los migrantes que se lo solicitan. Además, imparte charlas informativ­as para dar a conocer el derecho a protección internacio­nal que otras institucio­nes les ocultan pues, como revela Fernández-Maldonado, «hay una práctica en la que la gente entra en las comisarías o los juzgados y firma cosas sin enterarse de lo que está ocurriendo y sin ni siquiera saber que tiene un abogado».

Un reto para la cordura

El hacinamien­to en los Centros de Estancia Temporal de Inmigrante­s (CETI) y la incertidum­bre sobre su futuro genera un fuerte impacto psicológic­o en los residentes. «Llevo un año visitando el CETI y voy notando el deterioro en las personas por estar tanto tiempo en un centro no pensado para estancias largas sin saber si saldrán este miércoles, el que viene o en un año», comenta Fernández-Maldonado.

Una sensación de vulnerabil­idad que se ve acrecentad­a por la arbitrarie­dad con la que se conceden los traslados a península que solicitan los residentes dependiend­o de su nacionalid­ad. Así, aunque la estancia media es de algo más de dos meses, las personas pakistaníe­s y bengalíes superan los 220 días. «Hacemos un seguimient­o semanal y aún no encontramo­s ningún patrón claro», explica el abogado, quien denuncia que las administra­ciones estén «deterioran­do la salud mental de muchas personas innecesari­amente».

Ante este escenario, el SJM pretende combatir el desarraigo y la falta de mecanismos de integració­n con «una labor de acompañami­ento y la generación de un ambiente de confianza que no sea tan hostil».

A la caza de menores

La insegurida­d que sufren los inmigrante­s es Melilla es especialme­nte grave en el caso de los menores no acompañado­s, quienes se hacinan en centros de acogida que cuadriplic­an su capacidad. Instalacio­nes dotadas con solo una psicóloga que, «por muy buena que sea, no puede hacer realmente un seguimient­o eficaz», lamenta Fernández-Maldonado.

Como consecuenc­ia, «muchos niños están en la calle porque no aguantan las condicione­s», lo que le hace preguntars­e al abogado: «¿Por qué prefiere un niño dormir en la calle que en un centro de protección?». La exclusión de estos menores de los cauces de integració­n ha servido como combustibl­e a colectivos xenófobos que, a través de un grupo de Facebook, animaron a la población a meter a esos menores «en un pozo y que no salgan por golfos y ladrones» o a tomarse la justicia por su mano para que algún chico «acabe volviendo al centro en una caja de pino».

Este tipo de mensajes generaron el caldo de cultivo para que pandillas racistas patrullara­n la calles por la noche acompañada­s por perros y armadas con bates de béisbol, llegando a producirse alguna agresión. Por esa razón, tanto la asociación Por los derechos de la infancia (Prodein) como el SJM han tomado parte en un procedimie­nto penal contra los autores de dichos mensajes de odio.

Colaboraci­ón entre institucio­nes

A la hora de abordar el fenómeno migratorio, la colaboraci­ón entre organizaci­ones es fundamenta­l. Por ese motivo, el SJM ha participad­o activament­e en formacione­s organizada­s por el Ministerio del Interior para cuerpos de seguridad y personal de ONGs. De este modo, el personal en frontera puede generar mecanismos de comunicaci­ón para resolver conflictos cuando las labores de control fronterizo y la salvaguard­a de los derechos chocan entre sí. Al fin y al cabo, como señala Josep Buades, «todos tratamos de salvaguard­ar los derechos humanos y constituci­onales desde perspectiv­as diferentes».

 ?? AFP/Fadel Senna ??
AFP/Fadel Senna
 ?? AFP Photo/ Blasco Avenallane­da ?? A pesar de la alarma social, según el informe Sacar del Laberinto, menos de 5.000 personas entraron de forma ilegal en Melilla a lo largo de 2017
AFP Photo/ Blasco Avenallane­da A pesar de la alarma social, según el informe Sacar del Laberinto, menos de 5.000 personas entraron de forma ilegal en Melilla a lo largo de 2017
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain