ABC - Alfa y Omega

De voluntario… a pedir ayuda

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«No recuerdo cuándo fue el primer día que vine a comer al Ave María. Un amigo me habló de esto y vinimos. Pero nada más entrar por la puerta se me encendió la bombilla: yo había estado aquí 25 años antes, porque vine varios días a trabajar como voluntario. No me podía ni imaginar que acabaría comiendo aquí en el mismo comedor al que venía para ayudar…», dice Francisco, uno de los habituales del Ave María en los últimos tiempos. «He conocido a mucha gente buena en la calle»

¿El motivo de su situación? «La vida, la crisis… Yo estaba con mi padre pero él se murió. Nos dedicábamo­s a comprar y vender terrenos pero luego se dio mal todo, y acabé en la calle. Llevo así desde 2013. Duermo en casa de amigos que me apoyan y poco a poco voy saliendo. Vengo aquí a desayunar, y el resto del día arreglo mis cosas para algún día salir de esto», dice Francisco, sin entrar en más detalles.

Francisco reconoce agradecido toda la ayuda que ha recibido estando en la calle, y recuerda con especial cariño a Paulino Alonso, a la comunidad de Sant’Egidio, al padre Ángel, a la comunidad del Cordero, a Manuel (el portero del palacio arzobispal de Madrid), al obispo de Alcalá, a diversos sacerdotes… «He conocido a mucha gente buena en la calle», afirma. Y se le saltan las lágrimas al recordar a los voluntario­s del Ave María: Conchita, Enrique, Ángel…, que «son fantástico­s, fuera de lo común». Servir y dar alegría

Más o menos cuando Francisco vino por primera vez como voluntario lo hizo también Consuelo, que lleva ayudando en el comedor cada jueves desde hace 24 años. «Para mí es algo que me llena mucho, me reservo ese día para venir aquí y darle toda mi dedicación». Sus tareas aquí son sobre todo «servir e intentar darles algo de alegría. No se trata solo de darles un

plato de comida, sino también de acogerlos y atenderlos y responder a sus preguntas. La calle quema mucho, es muy dura. Pienso a veces que cualquiera de mis hijos podría haber caído en este mundo y haber necesitado venir aquí. Yo me levanto y me ducho y desayuno y tengo agua caliente todos los días, pero ellos no. Yo tengo todo y ellos nada», dice. Por eso «vengo aquí con el objetivo de sacar lo mejor de mí misma, porque es bonito hacer algo por los demás. Para mí es una alegría poder venir aquí y ofrecer mi tiempo, y darles una palabra de cariño además del desayuno».

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Juan Luis Vázquez Díaz- Mayordomo Francisco, Paulino Alonso y Consuelo, en el comedor

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