ABC - Alfa y Omega

La madre de todos los pregones

El pregón de Navidad se lleva la palma de los pregones del mundo porque es el Anuncio de la Gran Noticia de todos los tiempos

- Antonio Gil Moreno Sacerdote y periodista

Dios ha querido nacer de una madre y pertenecer a la raza humana, con un cuerpecito débil, con un nombre, con sus llantos y sonrisas…. Esta es la gran Noticia de todos los tiempos.

«Yel Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros». O si lo queréis con palabras más cercanas: Dios ha querido nacer de una madre y pertenecer a la raza humana, con un cuerpecito débil, con un nombre, con sus llantos y sonrisas…. Esta es la gran Noticia de todos los tiempos, anunciada por los ángeles buenos de esta hora. Hace ya más de 20 siglos, y en una Nochebuena, ocurrió el milagro: la luz rompió la noche oscura. La noche empezó a parir luces, señales y dones, dentro de una cueva de Belén, en medio de la intemperie. Ocurrió el milagro de tocar a Dios con los dedos y de percibirle como uno de los nuestros. El pesebre, con el Nacimiento de Jesús, se llenó de luz cálida y tierna. Y todo aquello que era pobre y despreciad­o se volvió precioso. Y un comedero para animales se convirtió en trono del Altísimo. Los hombres no lo acogieron, y unos animales compartier­on con él su refugio.

¡Qué poemas más tiernos se han escrito junto al portal de Belén! Gloria Fuertes, la gran poeta de los niños y de los mayores, narra así el nacimiento de Jesús: «La Virgen, / sonríe muy bella. / ¡Ya brotó el Rosal, / que bajó a la tierra / para perfumar! / La Virgen

María / canta nanas ya. / Y canta a una estrella / que supo bajar / a Belén volando / como un pastor más. / Tres Reyes llegaron; / cesa de nevar. / ¡La luna le ha visto, / cesa de llorar! / Su llanto de nieve / cuajó en el pinar. / Mil ángeles cantan / canción de cristal, / que un Clavel nació / de un suave Rosal».

Y Juan Ramón Jiménez hace de excelso pregonero de la Navidad con versos tan tiernos como sublimes: «Jesús, el dulce, viene… / Las noches huelen a romero… / ¡Oh, qué pureza tiene / la luna en el sendero! / Palacios, catedrales, / tienden la luz de sus cristales / insomnes en la sombra dura y fría… / Mas la celeste melodía / suena fuera… / Celeste primavera / que la nieve, al pasar, blanda, deshace… / y deja atrás eterna calma… / ¡Señor del cielo, nace / esta vez en mi alma!».

Aquella noche, la primera Nochebuena de la historia, quedó para siempre definida con estas palabras mágicas, tiernas, soñadoras, celestes, en el más conocido villancico de todos los tiempos, con la música de Franz Gruber: «Noche de Dios, / noche de paz / Claro sol / brilla ya / y los ángeles / cantando están...». ¡Toca tiernament­e este villancico la esencia teológica de la Navidad! ¡Es el Hijo de Dios el que se hace hombre! Solo buscará el reino de su Padre y su justicia. Vivirá para hacer la vida más humana. Y en Él encontrará este mundo injusto la salvación de Dios.

¿Dónde encontrar al Niño?

¿Dónde está este Niño? ¿Cómo reconocerl­o?, podemos preguntarn­os los ciudadanos que llevamos el mundo en nuestro móvil, sin apenas entenderlo, ni escucharlo. Así dice el mensajero: «Esto os servirá de señal: encontraré­is un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». El niño ha nacido como un excluido. Sus padres no le han podido encontrar un lugar acogedor. Su madre le ha dado a luz sin ayuda de nadie. Ella misma se ha valido para envolverlo en pañales y acostarlo en un pesebre. En este pesebre comienza Dios su aventura entre los hombres. No le encontrare­mos entre los poderosos, sino en los débiles. No está en lo grande y espectacul­ar, sino en lo pobre y pequeño. Vayamos a Belén; volvamos a la raíces de nuestra fe. Busquemos a Dios donde se ha encarnado.

Personajes de la Navidad

Y comenzó a cantarse la Navidad por las voces del pueblo, por los habitantes de las villas, por los villanos, que de ahí, viene la palabra villancico. Y los villanos, en sus villancico­s, enseguida le preguntaro­n: «Dime, Niño, de quién eres, todo vestido de blanco». Y la respuesta surgió inmediatam­ente desde la más profunda teología: «Soy de la Virgen María y del Espiritu Santo». Por eso, la letra del villancico empapa de alegría a todos los pueblos: «Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra y viva el Niño de Dios que nació en la Nochebuena». El Niño Jesús nació para quedarse con nosotros y con nosotros está en todos los belenes, en todos los sagrarios, en todos los caminos, incluso en los que nos llevan a los infiernos de las miserias humanas, para rescatarno­s del mal, del odio y de la muerte, y ofrecernos la verdadera felicidad.

Anunciar la Navidad es recordar sus principale­s personajes.

Primero, José y María, fieles a las ordenanzas legales, acudiendo a Belén para empadronar­se. «Hacia Belén se encaminan / María con su amante esposo / llevando en su compañía / a todo un Dios poderoso». En realidad, el cristianis­mo comenzó con el saludo de Dios a una mujer, a María: «Yo te he llenado de mi amor, te he llenado de mí, y así como estás llena de mí estarás llena de mi Hijo y después de todo los Hijos de la Iglesia», comenta el Papa Francisco.

Segundo, el posadero de Belén, que cierra su posada a la Sagrada Familia, diciéndole­s que no hay sitio para ellos en su mesón. ¡Pobrecillo! ¡Se perdió el Premio Gordo de la Lotería de la creación! «En cuanto a Belén llegaron / posada al punto pidieron / nadie les quiso hospedar / porque tan pobres los vieron».

Tercero, los ángeles buenos que anunciaron a los pastores la Gran Noticia y le señalaron el verdadero pesebre donde está Jesús. ¡Cuidado con los

ángeles malos que anuncian los falsos pesebres donde no está Dios! Cuarto, los pastores, hombres sencillos y rudos, que guardaban su rebaño en el silencio de la noche. Reciben la noticia con una gran alegría y se ponen en camino: «Pastores y pastoras, / abierto está el Edén. / ¿No oís voces sonoras? / Jesús nació en Belén».

Quinto, los poderosos, los grandes, Herodes, cuyo castillo podemos contemplar en todos los belenes, el gran hipócrita, el que pretende engañar a los Magos y a todos los que buscan a Dios, y, curiosamen­te, es un personaje tan repugnante, que su nombre no es digno de aparecer en las letras de ningún villancico; los maestros de la ley, los escribas y fariseos, que no se enteran de la Gran Noticia, enredados en sus poderes, privilegio­s y ambiciones. Y cuando presienten algún peligro para sus tronos, ponen en marcha la matanza de los inocentes, de los más débiles. Será el grito que retumbe a lo largo de los siglos en las conciencia­s libres. La fiesta se ha populariza­do tanto en las calles que ha perdido su sabor evangélico. Se habla más de inocentada que de inocencia. Pero, al fin y al cabo, mártires son estos pobres niños, como aquel pequeño que vio morir a su madre desde la patera y cuando le preguntaro­n qué le gustaría hacer, contestó: «Morirme para estar con mi madre».

Sexto, los Magos de Oriente, los buscadores de Dios, los que adivinan el lenguaje de las estrellas y se ponen en camino, superando mil obstáculos, hasta encontrar al Rey de reyes y Señor de los señores, adorándolo en un humilde portal. «Ya vienen los Reyes Magos,/ ya vienen los Reyes Magos, / cargaditos de juguetes, / al nidito de Belén. / Olé, olé, y Holanda y olé. / Holanda ya se ve, / ya se ve, ya se ve…».

«La Navidad es Belén»

La Navidad llega, un año más, para anunciar al mundo esa Gran Noticia permanente para siempre en las entrañas de la historia. La noche ha parido la luz; la alegría nos desborda de nuevo; la vida es más saludable y llevadera; el dolor se escribe con la ternura; la pobreza siente la mano amiga para compartir. En la Navidad, los gritos son escuchados, las quejas tienen oídos. Las señales vuelven a mostrarnos a Dios: Dios nos visita en un Niño. Dios se acerca en un pesebre. Dios se pone a nuestro lado. Dios se hace de nuestra raza. Dios se humaniza, para que el hombre se divinice.

Cuando san Francisco de Asís inventó el belén, le preguntó el hermano León: «¿Qué es la Navidad?». San Francisco respondió balbuciend­o: «La Navidad es Belén, es gozo, es esperanza, es bondad, es amor, es luz, es ternura, es amanecer… Es silencio».

Y Dios vino esa noche. En medio del silencio y de la noche, la Palabra puso su tienda entre nosotros. Que la escucha atenta de la Palabra nos muestre el camino frente a tantas incertidum­bres y desolacion­es.

A todos vosotros, allá donde os encontréis, con vuestro pesar o gozo, con vuestras lágrimas o sonrisas, con vuestro trozo de esperanza en el alma, o con vuestra soledad a cuestas… ¡Feliz Navidad!

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Roldán Serrano Belén de la Diputación de Córdoba
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