ABC - Alfa y Omega

«Bendita tú entre las mujeres»

IV Domingo de Adviento

- Daniel A. Escobar Portillo Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid

Si durante los últimos domingos la Palabra de Dios que la liturgia nos ofrece ha estado dominada por figuras proféticas, entre las cuales sobresale Juan Bautista, este entra en la escena María, la madre de Jesús. A lo largo del año celebramos algunas fiestas marianas en fechas señaladas, en las que conmemoram­os cómo la salvación que Dios ha traído a los hombres actúa de modo especial en María. Así lo destacan particular­mente días como la Inmaculada Concepción o la Asunción de María. Este cuarto domingo de Adviento se sigue un esquema distinto: la prioridad es anunciar el próximo nacimiento del Salvador y subrayar que la madre de Dios es quien mejor ha vivido la espera de la salvación, con amor de madre, abriéndose a una nueva vida, como nos recuerdan algunas de las oraciones propuestas para este tiempo.

Dios escoge lo sencillo

No es posible comprender en profundida­d el Evangelio de hoy sin tener en cuenta especialme­nte la primera lectura, del profeta Miqueas, quien vivió en el siglo VIII a.C., en tiempos de Isaías, otro de los grandes profetas del Adviento. Esta lectura remarca la desproporc­ión entre la pequeñez de la aldea de Belén, «pequeña entre los clanes de Judá» y la gran obra que Dios llevará a cabo en ella. De un lugar tan insignific­ante el Señor construirá a quien ha de ser guía para Israel y quien dominará hasta el confín de la tierra. Precisamen­te, debido a este oráculo de Miqueas, Herodes supo que era Belén el lugar en el que debía nacer el niño. El designio de la elección de lo humanament­e insignific­ante no se manifiesta únicamente en un lugar, sino también en personas: en primer lugar, en la elección de David. El Mesías nacerá de la casa de David, y David era el menor de los hijos de Jesé. En segundo lugar, la elección de María, quien era una joven sin apenas valor a los ojos del mundo, pero a quien Dios llenó de su gracia incluso antes de nacer.

María se pone en camino

El episodio que hoy escuchamos es continuaci­ón del relato de la Anunciació­n a María. Lo primero que realiza María, pues, tras conocer que concebirá al Mesías es ponerse en camino. Esta reacción marcará no solo la vida de María, sino la de la Iglesia y la de todo creyente, pues fundamenta bíblicamen­te que la actitud del hombre al recibir una llamada de Dios no ha de ser la pasividad, sino el poner en juego los dones que se han recibido. María ha sido «evangeliza­da», pues lleva en sí la Buena Noticia. Y este es el motivo último por el que no puede detenerse. Al llevar a Cristo, su sola presencia llena de alegría a Juan y suscita las alabanzas de Isabel. De igual modo, la Iglesia no puede olvidar que también ha recibido la misión de evangeliza­r, porque lleva en su seno vida, lleva al Señor.

«La criatura saltó de alegría en mi vientre»

Es significat­iva la reacción de Juan antes de nacer, cuando Lucas dice que saltó la criatura en su vientre. En realidad, el episodio de hoy tiene resonancia­s bíblicas, ya que nos recuerda el traslado del Arca de la Alianza entre danzas y alegría en tiempos del rey David. En las letanías del rosario llamamos a María «Arca de la Alianza», puesto que lleva en su seno al Mesías. La alegría domina el tiempo de Adviento y está siempre presente en quien tiene verdadera esperanza. Pero el Evangelio de hoy nos permite percibir otra realidad: es el Espíritu Santo quien posibilita esa alegría. La expresión «Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre», que ha permanecid­o para siempre en el avemaría, nace del Espíritu Santo. Es, por lo tanto, Dios mismo quien nos ayuda a reconocer los dones que hemos recibido y a dar gracias por ellos. María lo hará a través del canto del magníficat, mientras que su prima Isabel lo manifestar­á mediante la expresión que escuchamos en el pasaje de hoy.

 ?? María Pazos Carretero Visitación. ?? Detalle del retablo de Damián Forment en la basílica de Nuestra Señora del Pilar (Zaragoza)
María Pazos Carretero Visitación. Detalle del retablo de Damián Forment en la basílica de Nuestra Señora del Pilar (Zaragoza)

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