Cartas a la redacción
Vacaciones
Con el fin del curso escolar, la canícula ya está en puerta y para todos el verano es, en gran parte, un tiempo soñado y deseado. Y es cierto que esta debe ser una etapa de relax que nos puede servir para enriquecernos interiormente y también físicamente; para realizar lo que no podemos hacer durante el resto del año: pasear sosegadamente, montar en bicicleta, nadar, leer un buen libro, viajar, disfrutar de la naturaleza, del mar, de los amigos, de la familia o simplemente disfrutar de los espacios interiores de la casa. Las tan esperadas vacaciones de veranos deberían ser para, entre otras miles de cosas, disfrutar en lugar de protestar; son momentos para valorar más, y con tranquilidad, todo lo que tenemos. Desde hace años he sacado como conclusión particular que el período veraniego nos puede servir para acercarnos más a nosotros, para encontrar nuestra propia reconciliación; la vida cotidiana nos enreda en una maraña de prisas. En definitiva, creo que las vacaciones de verano también deben servir, aparte del descanso físico, para renovarse, (también en lo espiritual) transformando parte de lo que tenemos y rompiendo con aquello que nos sobran.