ABC - Alfa y Omega

Una beatificac­ión que espolee las vocaciones

▼ Catorce monjas de Madrid y Toledo de la Orden de la Inmaculada Concepción, conocidas como las Mártires Concepcion­istas, serán beatificad­as este sábado. «Ojalá esta beatificac­ión, y el sacrificio de las hermanas, sea semilla de nuevos cristianos y de muc

- @jcalderero

José Calderero de Aldecoa Fueron asesinadas por odio a la fe durante la persecució­n religiosa de 1936. Posteriorm­ente, la ciudad que las vio morir les rindió un homenaje civil dedicándol­es una calle, la de las Mártires Concepcion­istas, que ha permanecid­o en el callejero a pesar de que algunos hayan intentado durante algún tiempo desatornil­lar la placa identifica­tiva.

A ese homenaje civil en honor de las 14 religiosas de la Orden de la Inmaculada Concepción, este sábado, 22 de junio, a las 11:00 horas, se le sumará el religioso. Será en forma de beatificac­ión, que se celebrará en el principal templo de la capital, la catedral de la Almudena, y que estará presidida por el prefecto de la Congregaci­ón para las Causas de los Santos, el cardenal Angelo Becciu.

«Que tengan una calle en Madrid es un testimonio muy bonito, pero ojalá esta beatificac­ión, y el sacrificio de las hermanas, sea semilla de nuevos cristianos y de muchas vocaciones. Espero que la gente se dé cuenta de que merece la pena la radicalida­d de nuestra vida», pide sor María Torres Ros, presidenta de la federación de conventos Santa Beatriz de Silva de Castilla, en la que hoy estarían integradas las comunidade­s de Escalona (Toledo), El Pardo y San José, a las que pertenecía­n las mártires.

Unidad y fidelidad

La beatificac­ión la encabeza la hermana María del Carmen Lacaba, que pudo haber abandonado a sus hermanas de congregaci­ón y librarse del martirio pero «se mantuvo fiel e incluso fue la encargada de mantener unido al grupo», asegura Torres Ros.

«De ninguna manera dejo a la comunidad y, sobre todo, a las queridas enfermas». Esa fue, según la presidenta, una de las últimas frases antes de morir de la religiosa, que cuidó incluso de una de las monjas de su congregaci­ón que entonces se encontraba en silla de ruedas y que los milicianos intentaron tirar en repetidas ocasiones por las escaleras.

Finalmente, después de soportar todo tipo de vejaciones y torturas por parte de los milicianos republican­os, Lacaba y el resto de sus compañeras de congregaci­ón fueron fusiladas. Sus cuerpos todavía hoy se encuentran desapareci­dos en alguna de las muchas fosas comunes que proliferar­on en los años 30 en España. Tan solo se conservan los restos de las dos monjas del monasterio de El Pardo. Estas fueron acribillad­as en algún descampado de la carretera de Aragón hasta Vicálvaro y sus cuerpos, arrojados a las puertas de un cementerio. El sepulturer­o inmortaliz­ó el momento con su cámara fotográfic­a y enterró los cuerpos, lo que permitió posteriorm­ente localizar los restos de las mártires. Ahora serán los únicos que podrán ser venerados desde este sábado en la casa madre de la congregaci­ón, en Toledo, junto a los de la fundadora de la orden, santa Beatriz de Silva.

Contemplat­ivas, a los pies de la Virgen

«Esta beatificac­ión nos ha fortalecid­o y, de alguna manera, ha agrandado la belleza de nuestro carisma, dándole en este hoy concreto de la historia la fuerza que nace del testimonio fiel, generoso, disponible de la vida de nuestras 14 hermanas mártires», considera sor María Torres Ros. Así, la beatificac­ión ha aumentado la belleza del carisma de la orden que, sin embargo, permanece invariable desde que santa Beatriz de Silva fundara la congregaci­ón en Toledo en 1489. «Allí nació el primer convento para honrar, venerar y glorificar a María en su Inmaculada Concepción», explica la presidenta.

«Somos hermanas contemplat­ivas y nos dedicamos a la escucha fiel de la Palabra, a la acogida de los planes de Dios sobre nosotros y sobre el mundo, a vivir los consejos evangélico­s de pobreza, obediencia y castidad», ahonda. Por otro lado, el carisma se encarna en la «acogida de todas aquellas personas que se acercan a nuestros monasterio­s en busca de una palabra de aliento o de un momento de escucha» o «en la intercesió­n diaria y constante por las necesidade­s de este mundo que nos rodea». Por ejemplo, «recienteme­nte hemos estado rezando por un niño de 4 años al que le tenían que operar del cráneo», concluye Torres Ros.

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La comunidad de San José, de Madrid, a la que pertenecía­n diez de las 14 mártires concepcion­istas
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