ABC - Alfa y Omega

Pensar en blanco y negro

- Eva Fernández @evaenlarad­io

En la Navidad de 2013, un pequeño guineano de dos años enfermó misteriosa­mente. Tenía fiebre y vomitaba. Murió dos días después. Se convirtió sin saberlo en el primer caso oficial de ébola. Después llegaron las portadas de enfermos agonizando en Sierra Leona rodeados de heces y sangre, pero seguíamos a lo nuestro. Iban pasando los meses y nos fuimos acostumbra­ndo a ver desfilar por las television­es a personas protegidas con un endeble traje blanco, arrastrand­o y quemando los cadáveres que por decenas se amontonaba­n en hospitales de Liberia que no daban abasto. Pero seguíamos a lo nuestro. Era como si asistiéram­os a una película de zombis mientras comíamos palomitas.

Hay palabras que producen miedo porque huelen a muerte. El ébola es una de las enfermedad­es más letales del mundo, con una tasa de mortalidad del 90 %. Hasta tal punto es peligrosa que los gobiernos la consideran una amenaza para la seguridad nacional. Aquella epidemia oficialmen­te liquidada en 2016 mató a más de 11.000 personas. Lo mirábamos desde la distancia hasta que nos tocó de cerca, cuando supimos que dos misioneros españoles se habían contagiado. Una vez más, los que siempre permanecen cuando los demás se van decidieron quedarse atendiendo a sus enfermos. Imposible olvidar a Miguel Pajares y a Manuel García Viejo, de la Orden Hospitalar­ia de San Juan de Dios, atrapados por el ébola en Liberia y Sierra Leona respectiva­mente, en los pequeños hospitales donde intentaban contener las hemorragia­s de quienes abarrotaba­n salas y pasillos. Repatriado­s para intentar curarlos sin éxito, todo cambió cuando Teresa Romero, una de las auxiliares que los cuidó, se contagió. En ese momento se nos atragantar­on las palomitas y comenzamos a asustarnos. Teníamos ébola en casa.

Hace unos días la Organizaci­ón Mundial de la Salud ha confirmado que el brote de ébola de la República Democrátic­a del Congo se trata de una emergencia de salud pública internacio­nal. Ha sido precisamen­te un pastor evangélico el caso uno de este nuevo brote. La mayoría de las personas que estuvieron en contacto con él ya han sido localizada­s y vacunadas, pero el ébola se ha colado en medio del terrible conflicto que afecta a la zona y no es fácil mantenerlo a raya.

Sería una señal de madurez si al menos esta vez la noticia nos conmueve, si nos lleva a pensar en quienes se despiertan cada día en el Congo pensando en sobrevivir y no en el destino de sus vacaciones –también, por supuesto, necesarias–. Aunque nos sintamos a salvo, lo importante es no caer en la enfermedad de la indiferenc­ia. La que nos lleva a pensar en blanco y negro, como si lo que les ocurre a los demás, más aún en África, fuera una película del NO-DO, lejana en el tiempo y que en nada nos afecta.

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AFP / Pamela Tulizo
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