El hombre que sujetaba la puerta de la Iglesia
▼ Cuando Gilbert Keith Chesterton se convirtió al catolicismo en 1922, e incluso antes de que él diera el paso, «empezó un efecto dominó de conversiones», influidas por sus escritos pero también por su bondad y alegría, que «continúa hasta hoy». Un libro
María Martínez López
«Todas estas cosas son menos que el polvo para mí, porque me llamo Lázaro y estoy vivo». Así concluía Gilbert Keith Chesterton el soneto que escribió el 30 de julio de 1922, cuando fue admitido en la Iglesia católica en un salón del hotel Railway de Beaconsfield, donde vivía. Lo habían convertido en capilla a falta de un templo cercano. Después de 14 años defendiendo las enseñanzas de la fe católica (desde que publicó Ortodoxia), por fin daba el paso.
Esa celebración sencilla e íntima en el hotel tuvo una enorme repercusión. Chesterton llegó a la Iglesia católica «trayendo a otros consigo. Empezó un efecto dominó [de conversiones] que continúa más de 80 años después de su muerte», en 1936. De hecho, muchos de los conversos «llegaron a la Iglesia antes que Chesterton. Él mismo comentó una vez que estaba de pie a la puerta de
la Iglesia, escoltando a otros dentro sin haber entrado él». Lo cuenta Dale Ahlquist, presidente de la Sociedad Chesterton Americana, de Estados Unidos. De esta lista de cientos de conversos influidos por Chesterton, Ahlquist recoge una treintena de historias en el libro Me llamo Lázaro. Su presentación va a ser uno de los momentos fuertes del congreso anual de la sociedad, del 1 al 3 de agosto en Kansas.
Un padrino
El sacerdote John Udris, que durante cinco años investigó la posibilidad de abrir la causa de canonización de Chesterton en la diócesis de Northampton (de momento descartada, como adelantó Alfa y Omega), también es testigo de la enorme influencia del autor inglés. Ha recibido multitud de testimonios que le atribuyen su conversión. Y, aunque la mayoría cita Ortodoxia como la obra que más los ayudó, «se nota que no es solo una in