Mi mejor amigo del cielo
Con 9 años yo era ateo. Desde esa edad empecé una cruzada por la verdad, y en esa época la verdad era que no existe Dios. Durante mis estudios de interpretación, en los que aprendí que había algo más grande que yo y que mis esfuerzos, me di cuenta de que ya no era ateo, sino espiritual; pero no religioso. Me encantaba George Bernard Shaw. En sus obras hablaba de la Fuerza Vital, que me gustaba porque era emocionante pero impersonal. Algo muy práctico.
Entonces, encontré (más bien ella me encontró a mí) una antología de C. S. Lewis.
¡Un escritor cristiano que no sacrificaba su inteligencia para creer! ¿Cómo podía ser que defendiera la fe de forma convincente y atractiva? Decidí leer todos sus libros, y no paraba de mencionar a un tal Chesterton. En mi biblioteca tenían Lo que está mal en el mundo. ¡Era mejor que Lewis! Y tan actual… Cuando vi que el libro era de 1910, me di cuenta de que además de inteligente era un profeta. El segundo libro suyo que leí era sobre Shaw. ¡Lo clavaba! Y claramente lo quería, a pesar de ser opuestos en todo. Percibí que mostraba algo profundamente verdadero sobre Shaw y sus limitaciones, pero a la vez algo profundamente verdadero sobre la realidad misma. Luego me di cuenta de que eso es lo que hace en todos sus libros. Leí más y más, y descubrí el humor, la humildad y la perspicacia. Hablaba mucho de Belloc, y así lo descubrí a él. Me encantan los tres escritores (Lewis, Chesterton y Belloc). Y los quiero a los tres. Pero Chesterton es el más grande. Es mi patrono. Me llevó a la Iglesia católica casi de la mano. Sin saberlo en su momento, fui admitido en ella un 30 de julio, como él, solo que 78 años después. Es mi mejor amigo en el cielo.