ABC - Alfa y Omega

«Me gusta tomar cervezas con Pablo Iglesias»

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¿Ese es su rasgo más distintivo? En él, la fe es el motor de una visión transmutad­ora y poética de la realidad. Tiene la capacidad de descubrir en la realidad mostrenca, muchas veces sombría, tosca o encanallad­a, esa luz de la divinidad; y posee la gracia de convertir los dogmas en fábulas, los preceptos en versos. Tiene un modo juguetón, circense, de hacer malabares con las palabras y hasta con los dogmas. Resulta muy hermoso que cuestiones que suelen ser abordadas de forma árida y muy doctrinal se traten de forma poética. Y es alguien que está convencido de que el Evangelio es un manual para transforma­r el mundo. Atrae por esa visión poderosame­nte disolvente de las falacias de las ideologías modernas. Es como si entrara una riada en tu cabeza y barriera por completo toda la morralla ideológica. Y te sientes limpio, ves la realidad de una manera distinta.

La herejía del capitalism­o

¿No son sus planteamie­ntos socioeconó­micos la faceta de su obra que menos éxito tuvo?

No creo. Pero el conservadu­rismo católico ha tratado de ocultarlos. Se dice siempre que estaba tanto contra el capitalism­o como contra el comunismo. Pero contra lo que más arremete es contra el capitalism­o, que es lo que estaba vigente en su tiempo y lugar. Él decía que el capitalism­o es una herejía, porque en los dones de Dios ve un bien con un precio. También repetía que no es solo una doctrina económica, sino que tiene detrás una antropolog­ía destructiv­a, igual que el comunismo, porque amputa al hombre su faceta sobrenatur­al. Chesterton vio, ya hace un siglo, que el capitalism­o necesita el desarraigo, la desvincula­ción y el antinatali­smo.

Pero la alternativ­a que proponía, el distributi­smo, no llegó muy lejos.

Eso es otra contaminac­ión del pensamient­o conservado­r, que para desprestig­iarlo intenta hacer creer que el Uno de los retos que Juan Manuel de Prada tiene pendiente desde hace varios años es la publicació­n de un libro conjunto de debate con dos amigos, los pensadores marxistas y no creyentes Carlos Fernández Liria y Santiago Alba Rico, ambos chesterton­ianos. «No lo hemos abandonado, pero hay que replantear­lo». Además de que serían «dos contra uno», bromea, se enfrentan al desafío de llegar al público. «La gente busca en este tipo de libros una adhesión [a sus ideas], y aquí se iban a tropezar con una obra problemáti­ca. Es probable que no la compraran ni sus seguidores ni los míos». Una muestra del «fanatismo que está tan extendido hoy».

¿Es frecuente esta admiración por Chesterton en ámbitos de la izquierdas?

A Carlos y a Santiago les sorprende que desde la izquierda no se le reivindiqu­e más. Aunque mucha gente de ese ámbito siente admiración por él, como Íñigo Errejón o Pablo Iglesias. De forma parcial, naturalmen­te. Casi todas las ideologías modernas, que se podrían considerar herejías del cristianis­mo, se caracteriz­an por que hacen estallar esa visión abarcadora que tiene la fe y se quedan con algunos añicos. Por eso hay en ellas fragmentos de verdad. Ellos se dan cuenta de la devastació­n antropológ­ica que provoca el capitalism­o, y de que la fe religiosa es un escudo (cada vez más frágil) frente a ella. Es indudable que provoca mucha curiosidad porque no se conforma con la realidad, le da la vuelta a las cosas y te obliga a hacerte preguntas.

¿Qué ven sus amigos en Chesterton?

Les atrae su visión católica, porque son grandes detractore­s de esa visión turbia del protestant­ismo sobre la condición humana. Les interesa el amor

distributi­smo es una fórmula económica alternativ­a al capitalism­o y el comunismo. Eso es falso. Chesterton nunca aspiró a ello. Él llegaba a lo que podía, que era tomar las encíclicas de León XIII y hacer una lectura política que se pudiera aplicar a la situación concreta con sentido común. Defiende que destila por los seres humanos, y su combate por defenderlo­s frente al dinero. Citan siempre un fragmento de Lo que está mal en el mundo [en el que Chesterton habla de una orden de que se corte el pelo a los niños pobres para que no tengan piojos, N. d. R.] y afirman que para que una golfilla pueda conservar su pelo largo habrá que cambiar el mundo.

¿Esta admiración les ha servido para acercarse a otros aspectos de Chesterton, como su catolicism­o?

Yo sí percibo una evolución. Cada vez hay más sintonía, aunque la contaminac­ión ideológica todavía tira mucho de ellos. Tienen una visión de la Iglesia bastante positiva. Por ejemplo, han escrito una carta defendiend­o al Papa Francisco. Una vez que te despojas de los apriorismo­s, vas a conocer en la Iglesia realidades que no te gustan, pero también otras muchas hacia las que te sientes muy próximo. A veces, bromeando, me reconocen que son católicos. Creo que en gran medida lo son. Les cuesta creer en Dios, pero eso en cualquier momento puede ocurrir.

Sobre su relación con personas como Pablo Iglesias, algunos han criticado que «los extremos se tocan».

Lo que pasa es que la gente está fanatizada, y si a Pablo Iglesias le gusta una novela mía, o a mí tomarme una cerveza con él, necesitan interpreta­r que hay unas oscuras conexiones ideológica­s. ¡Que no, hombre, que no! Hay interés en discutir, inquietud, curiosidad intelectua­l. Creo que esta ansia por interpreta­r todo ideológica­mente es producto de una época muy agónica. También desde algunos ámbitos católicos se han adoptado visiones ideológica­s de forma pendular: a veces más a la izquierda, otras más a la derecha. Es lastimoso, porque son infinitame­nte más pobres que las que da el pensamient­o católico.

que la única manera de construir un mundo justo es distribuir la propiedad para que esta no se concentre en muy pocas manos, condenando a masas cada vez mayores a una vida de miseria. Cuando le pedían concreción daba algunas ideas, pero no era un técnico. Aun así preconizó cosas de

sentido común, como por ejemplo la economía de proximidad: decía que la forma más rápida de tener manzanas no es el ferrocarri­l sino cogerlas de tu jardín. Que se trate de opacar esto es especialme­nte triste porque su pensamient­o resulta muy atractivo para personas de izquierdas.

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Guillermo Navarro Pablo Iglesias, durante la entrega del premio literario Valera a Juan Manuel de Prada en 2018

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