ABC - Alfa y Omega

Con conciencia de enviados

Carta semanal del cardenal arzobispo de Madrid ▼ El Señor llama e invita a tomarnos en serio la transforma­ción de este mundo; llevando una vida que demuestre que esta transforma­ción es sinónimo de honestidad y justicia y antónimo de cualquier forma de cor

- +Carlos Card. Osoro Arzobispo de Madrid

Cuando me puse a escribir esta carta al comenzar el curso, recordé la página del Evangelio que el lunes pasado nos regalaba la Iglesia: esa que relata la vuelta de Jesús a Galilea y, en concreto, a Nazaret, que era donde había sido criado. Nos ayuda a asumir el realismo con el que tenemos que vivir nuestra vida cristiana, porque también todos nosotros volvemos a los lugares donde vivimos, trabajamos, o estudiamos. Como Nazaret para Jesús, esos lugares a los que volvemos son significat­ivos para nosotros. En ellos hemos de vivir y dar lo mejor de nosotros mismos, al tiempo que vamos a aprender de quienes nos rodean: familia, amigos, compañeros de trabajo, profesores que nos enseñan y nos regalan todo lo que nos ayuda a crecer como personas… Comenzar un nuevo curso en nuestro Nazaret, cada uno en el lugar donde esté, es una

aventura maravillos­a para todos, en la que podemos acentuar nuestra misión como cristianos, cada uno según la edad y las responsabi­lidades que tenga. Es una gran oportunida­d para dar un salto cualitativ­o en nuestra vida; es una gracia inmensa que, si la acogemos como discípulos de Cristo, siguiendo sus huellas, nos permite vivir de un modo singular en medio de nuestras tareas y participar en la transforma­ción de nuestro mundo.

¿A qué transforma­ción me refiero? A esa que proclamó Jesús en su tierra cuando dijo: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido: me ha enviado a evangeliza­r a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4, 18-19). El Señor llama a todos los hombres y mujeres de este mundo. Los que un día dijimos que sí y deseamos asumir este compromiso de transforma­ción del mundo, que hemos recibido la vida del Señor, hemos sido invadidos por su Espíritu y ungidos, damos gracias a Dios por su llamada y por mantener nuestro entusiasmo en la misión. También le pedimos que mueva el corazón de todos los hombres que aún no lo conocieron o que, habiéndole conocido, sintieron que su entusiasmo decaía al ver la falta de testimonio de quienes creemos en Él.

Sí, el Señor llama e invita a tomarnos en serio la transforma­ción de este mundo; llevando una vida que demuestre que esta transforma­ción es sinónimo de honestidad y justicia y antónimo de cualquier forma de corrupción. Esto es posible. Hay que hacerlo siempre con la alegría y el entusiasmo que nos reclama y nace del encuentro con Cristo, que nos hace libres, sensibles a todas las necesidade­s de la humanidad, con capacidad crítica, con ese liderazgo que proviene de vivir una vida conforme a la dignidad con la que nos ha revestido el Señor. Os invito a vivir este compromiso con trasparenc­ia y responsabi­lidad concreta por los demás y por el mundo.

Todos estamos de acuerdo en que podemos embellecer el mundo en el que vivimos si somos fieles a la belleza que, en su pueblo de Nazaret, Jesús expresó que traía y ofrecía a todos los hombres. Ofrezcamos con obras y palabras la Buena Noticia, que es Jesucristo, a los más pobres; cada uno de nosotros puede pensar en estos momentos quiénes son los más pobres y cómo los tenemos en nuestro corazón. Regalemos la libertad que Dios ha dado y garantizad­o a todos los hombres y que, a menudo, nosotros retenemos a personas o grupos, dando la posibilida­d de que todos tengan horizontes en la vida, visión auténtica de quiénes son y de quiénes son también los que viven junto a ellos. Rompamos toda opresión, toda atadura que nos limite desarrolla­r las dimensione­s que tiene el ser humano, entre las que se encuentra la dimensión trascenden­te.

A modo de grito os ofrezco estas ideas para acoger en este nuevo curso:

1. ¡Qué grande es Jesucristo!

2. Quién sino Él nos ofrece tantas y tan bellas tareas para que los hombres nos sintamos ofreciendo una nueva imaginació­n a la humanidad.

3. Quién sino Él es capaz de desafiar miradas miopes y cortoplaci­stas, seductoras de resignació­n por la avidez de ese juego peligroso que es la competitiv­idad.

4. Quién sino Él es huésped de sueños que desafían tantas certezas para nuestro tiempo y es generador de horizontes de vida que señalan nuevas miradas, llenas de compasión para todos los hombres.

5. Quién sino Dios nos hace testigos fuertes de apertura a todos los hombres porque todos ellos son hermanos nuestros.

6. Quién sino Él nos ofrece nuevos canales de entendimie­nto, de solidarida­d, de creativida­d, de ayuda mutua.

7. Quién sino Jesucristo nos da las medidas reales que nos impulsan al compromiso, a romper el anonimato y el aislamient­o.

8. Quién sino Él nos invita a construir de una manera nueva la historia.

Comencemos el nuevo curso con conciencia de enviados. Esto es ser discípulos misioneros.

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Cathopic

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