Vacaciones
Cuando ya había aceptado la idea de no volar a España, fue que sí. Pero mi corazón estaba inquieto. Debía presentarme en el aeropuerto mientras en el hospital del Sol, en El Paso, moría Teresa Sánchez a causa de la masacre ocurrida en el Walmart de Cielo Vista el 3 de agosto. Era miembro de mi comunidad parroquial de Little Flower. A la vez recibí un guasap de mi compañero Antonio con una fotografía publicada en El Paso Times donde aparecía celebrando el funeral de un miembro de su parroquia, Juan de Dios Velázquez, acribillado el mismo día.
Antes, en Atlanta, donde tenía que esperar cinco horas para hacer la conexión a Madrid, me entró una llamada de uno de los muchachos (dos de Guatemala y uno de Honduras), a los que acogí dos días antes. Me dice que se llevaron a la muchacha y a su compañero, pero que a él lo habían abandonado. Me contó que habían pagado cada uno 7.000 dólares por cruzarlos de Ciudad Juárez y llevarlos hasta Houston. Después de cruzar, los acomodaron en una pensión y les quitaron el teléfono móvil, con la promesa de volver a por ellos al día siguiente. No aparecieron, y el dueño de la pensión los puso en la calle. En el centro de la ciudad alguien les dio mi nombre y les dijo que yo les ofrecería ayuda. Vinieron caminando y devoraron literalmente todo lo que tenía en el refrigerador. Les
dejé usar mi teléfono, con el que se comunicaron con uno de los coyotes de Juárez. Les prometió enviar a alguien. Vino una jovencita muy arreglada con un muchacho, y me dijo que venía a por ellos; le contesté que de ahí no se iba nadie sin saber yo a dónde. Me comunicó con un tal Jesús, a quien pregunté cuál era su papel en la historia. Resultó ser el responsable de llevarlos a Houston. Mi instinto me decía que algo estaba mal, pero decidieron fiarse. Les supliqué que me llamasen en cuanto llegasen a su destino. Nunca lo hicieron. Los que sí me llamaron fueron sus familiares angustiados por la espera. Tuve la precaución de tomarme una fotografía con los tres jóvenes y le dije a la chica que vino a por ellos que la publicaría si no tenía la certeza de que la historia tenía final feliz. Me quedé con un sabor de boca amargo y recé por ellos.
La obsesión de los dirigentes por construir un muro más alto lo único que consigue es que las mafias hagan su agosto. Al criminalizar a los migrantes con mentiras orquestadas, se consigue que supremacistas blancos los acribillen a balazos. Incluso se forman patrullas de civiles que les disparan, como si de conejos se tratase, a los que intentan cruzar por el desierto de Arizona. Hoy me he reencontrado con los detenidos del Processing Center y los he mirado con ternura. Me han dado una carta que otro día compartiré con vosotros.