Corredores, la vía migratoria (parcial) que gusta a todos
Los corredores humanitarios de Sant’Egidio deben su existencia a dos de los encuentros internacionales de oración por la paz. En el de Amberes (Bélgica) de 2014, miembros de la Mesa Valdense y de esta realidad católica compartieron su inquietud por hacer algo frente a tragedias como la de Lampedusa de 2013. Las semanas siguientes, el sueño de ofrecer una alternativa legal y segura tomó forma en torno a la figura, permitida por la UE, de un visado limitado a un país en casos de emergencia. Con los valdenses y la Federación Evangélica de Italia presentaron el proyecto a los ministerios de Exteriores e Interior del Gobierno de Matteo Renzi. «Al principio dijeron que era imposible –narra Daniela Pompei, su responsable–. Pero piano, piano, fuimos hablando» y se constituyó un grupo de trabajo.
Iglesia, por sus contactos con ETA y la participación del ahora neocardenal Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia, en el desarme de la banda terrorista hace dos años.
Pero el método de Sant’Egidio no propone solución solo a guerras abiertas o al terrorismo. En la época de la «tercera guerra mundial por partes» de la que habla el Papa Francisco y Pero, después de un año, estaban bloqueados: «A algunos funcionarios les daba miedo traer a personas que iban a solicitar asilo pero no eran refugiados reconocidos». Así llegó el encuentro de oración de Tirana (Albania), marcado por la reciente muerte en la costa turca del niño Aylan. «En esa ocasión participó el ministro de Exteriores, Paolo Gentiloni, y hablamos con él». Lograron salir del punto muerto, y en noviembre se encontró una solución utilizando el criterio de vulnerabilidad: mujeres solas, enfermos, familias en dificultad... En diciembre de 2015 se firmó el primer protocolo, para solicitantes sirios, y en 2017 otro para subsaharianos. Ambos se han ido renovando. «También con [el exministro] Salvini, con algunos cambios leves. Todos los gobiernos han visto que es una respuesta pragmática y seria
de nuevos desafíos, la Comunidad ha abordado situaciones como la crisis de los migrantes y refugiados en Europa, frente a la cual ideó, junto con las iglesias evangélicas, la propuesta de los corredores humanitarios. Esta apuesta ha logrado convencer tanto a los socialdemócratas italianos, que fueron los primeros en firmarla, como al exministro del Interior Matteo Salvini, que se corresponde a una exigencia real. Y garantiza tanto la seguridad de los ciudadanos como de los refugiados, con un itinerario de integración» en el que se implican particulares y comunidades. Con todo, Pompei es consciente de que este modelo, que funciona muy bien para pequeños grupos (los llegados rondan los 3.000), no puede dar respuesta a todos los inmigrantes. «Es solo una de varias soluciones. Defendemos también que se regularice a los irregulares que trabajan, facilitar la reagrupación familiar, y abrir canales para quienes llegan por motivos económicos». Con todo ello, se reduciría «el campo del que se alimenta el tráfico irregular».
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rostro visible de la ideología antiinmigración. Ya ha llevado a Italia de forma segura a 2.600 solicitantes de asilo, y se ha implantado también en Francia, Bélgica y Andorra.
Incluso en la lejana crisis de los rohinyá expulsados de Myanmar se ha hecho presente Sant’Egidio gracias a