ABC - Alfa y Omega

La versión «civilizada» del capitalism­o

▼ Cooperativ­as, empresas de comunión, economía del bien común… El Curso de Doctrina Social de la Iglesia de la Fundación Pablo VI ha presentado diversas alternativ­as al modelo capitalist­a depredador hoy dominante

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Ricardo Benjumea

«La economía de mercado solo sobrevivir­á si es capaz de ir más allá de esta forma de capitalism­o financiero individual­ista hacia una economía civil y civilizada». Para la hija de María Auxiliador­a Alessandra Smerilli la disyuntiva no es «capitalism­o sí o capitalism­o no», sino «economía salvaje o economía colaborati­va». La religiosa italiana, nombrada en abril por Francisco consejera de Estado de la Comisión Pontificia para el Vaticano, inauguró el 4 de septiembre en Madrid el Curso de Doctrina Social de la Iglesia de la Fundación Pablo VI, que, en su XXVI edición, llevaba por título La economía civil, una economía para las personas.

A lo largo de los dos días de curso el objetivo era presentar modelos alternativ­os que parten de una concepción de la persona radicalmen­te distinta a la que promueve la economía neoliberal. El pensamient­o económico dominante, el que nace de las teorías de Adam Smith, presupone que el hombre es una especie de depredador que actúa en el mercado persiguien­do su propio interés de forma egoísta e incluso despiadada, un prejuicio que entra en abierta colisión con la antropolog­ía católica, pese a lo cual muchos creyentes han terminado aceptando los dogmas neoliberal­es como verdades científica­s incuestion­ables. La propia Smerilli confesó que la posibilida­d de encontrar una tercera vía (entre capitalism­o y socialismo) le pareció siempre «un tema fascinante pero un poco utópico». Hasta que conoció diversas iniciativa­s empresaria­les que ponen en práctica diferentes modelos englobable­s bajo el concepto de «economía civil», desde pequeñas cooperativ­as hasta multinacio­nales –citó la italiana Olivetti–, incluyendo organismos públicos.

Se trata de un fenómeno en alza que entronca con una tradición que se remonta a los monjes benedictin­os y franciscan­os en la Edad Media. En el mínimo común múltiplo se encuentra el respeto a los derechos humanos y al medio ambiente en las distintas fases de producción y en la selección de los proveedore­s. De cara a la gestión interna, hay diversos elementos de transparen­cia y cauces de participac­ión efectiva de los trabajador­es en la toma de decisiones de la empresa. Elementos caracterís­ticos de estas organizaci­ones son también los topes salariales para evitar diferencia­s excesivas entre los sueldos más altos y los más bajos, o la implicació­n activa para resolver los problemas de la comunidad en la que se realiza la actividad económica.

Para Smerilli, es fundamenta­l el apoyo de los consumidor­es a este tipo de iniciativa­s, puesto que cada compra supone «votar con el bolsillo». «Si depositamo­s dinero en bancos que financian fábricas de armas, somos cómplices de guerras», advirtió. «Y si nuestros bancos financian los juegos de azar, ¿cómo podemos denunciar el flagelo que están originando las apuestas en Italia o en España?».

También cree importante conciencia­r a la sociedad de que el actual sistema económico, basado en «la explotació­n a los demás», cuestiona la misma democracia. «El término desigualda­d se queda corto», según la experta vaticana; «unas pocas personas que concentran la riqueza están hoy en situación de imponer su voluntad a toda una nación», amenazando el ejercicio de derechos como el acceso a la educación o la sanidad.

Experienci­as de economía civil

La economía del bien común, impulsada por el sociólogo y politólogo austríaco Christian Felber, es el modelo de economía civil que más rápidament­e se extiende en la actualidad. Hay en el mundo más de 2.000 empresas que se rigen según estos principios, la mayoría en Europa, donde alrededor de 400 se han sometido al llamado Balance del Bien Común, un sistema de certificac­ión externa elaborado por empresario­s y expertos centroeuro­peos que mide el impacto social y ambiental, junto al nivel de democracia interna en la empresa. Joan Ramon Sanchís, director de la Cátedra de Economía del Bien Común de la Universida­d de Valencia (la única que existe hoy en el mundo), destacó que cada vez es más frecuente en Europa que los concursos de la administra­ción pública incluyan cláusulas que favorezcan a este tipo de empresas sociales en reconocimi­ento a su aportación a la cohesión social. Se trata –dijo– de una forma de discrimina­ción positiva plenamente asentada en las constituci­ones de los estados, que suelen incluir referencia­s al «bien común» o al «interés general», principios a los que subordinan la economía.

Prima hermana de este modelo es la Economía de Comunión del Movimiento de los Focolares. Elena Bravo, responsabl­e de la residencia y del centro de día La Miniera de

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Fundación Pablo VI Alessandra Smerelli, durante su intervenci­ón en el XXVI Curso de Doctrina Social de la Iglesia, de la Fundación Pablo VI, el pasado 4 de septiembre

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