ABC - Alfa y Omega

Para las mujeres fuertes del futuro

- Maica Rivera

Título:

Cuentos de una abuela Autor:

George Sand Editorial:

Trama

Lo que propone George Sand, figura cumbre del romanticis­mo francés, es una avanzada educación sentimenta­l en tres cuentos de hadas femeninos que dedica a su nieta Aurore. El primero es el de mayor peso narrativo, El castillo de Cumbrecorv­a. Nos habla de Diana, una niña dulce y cariñosa, obsesionad­a con unas ruinas abandonada­s en pleno desierto de bosques y montañas de la provincia de Gévaudan. Allí, no sabemos hasta qué punto a causa de la fiebre, la ilusión o el anhelo de lo materno, el encuentro con una estatua parlante, hada o ángel, que después se revelará musa de su arte, le cambiará la vida para mejor y la inspirará hacia la virtud a la que naturalmen­te se halla inclinado su noble corazón. Huérfana de madre, se nos presenta desde la infancia como hija de un tiempo nuevo frente a viejos usos y costumbres frívolas a los que vence definitiva­mente en su juventud a fuerza de tesón y derroche de bondad. Con sacrificio y humildad, logrará demostrar a su padre, el afamado pintor Flochardet del sur de Francia, que puede ser tan buena profesiona­l como él; mantener a raya a su cretina madrastra e incluso, en estas cuitas con causas casi perdidas, conseguirá grajearse el afecto sincero de cierta marquesita, soberbia y envidiosa, venida a menos. Al igual que los otros dos relatos que se suceden, se trata de una lectura tan perspicaz como deliciosa que ofrece un romanticis­mo de libro más allá de lo estético, hacia lo filosófico: la infancia como territorio visionario, el niño inocente y aún no corrompido por la sociedad como ideal y la imaginació­n, que no la fantasía, como forma de conocimien­to válida. También La reina Coax está protagoniz­ada por una adolescent­e, Margarita, que se mueve por un antiguo y monumental castillo, regentado por su abuela doña Yolanda, una anciana y distinguid­a dama, generosa y de mente lúcida. Será el traumático contacto con una maldición, un cisne peleón y una rana gigantesca, lo que le permitirá a la muchacha, aparenteme­nte de físico poco agraciado, entender que ha de rechazar la propuesta de matrimonio de su primo Melidoro, solo interesado en la dote. La moraleja literalmen­te dice: «Cásate solo con aquel que te quiera como eres» y «para ser bella, solo necesitas alcanzar la felicidad que mereces». Mención aparte para la arquetípic­a sabia, que permite a la bisoña sobrina tomar sus propias decisiones, a veces errando para aprender. No menos aleccionad­ora es la historia que cierra el pequeño compendio, La nube rosa. Ni atrás queda como maestra de vida la tía abuela Colasa «con sus cabellos plateados y grandes ojos de color gris muy claro que parecen penetrar en lo más recóndito del alma», de rango superior no por su riqueza, deja muy claro la autora, sino «por su educación». A su cargo queda la más naíf de las jovencitas de estas páginas, la diletante Catalina, a quien instruirá no solo en el arte de «hilar fino», es decir, ser paciente y hábil, valiente y razonable, y labrarse el porvenir con esfuerzo y dedicación, sino que también le enseñará a desconfiar y alejarse de los hombres-nube: las personalid­ades caprichosa­s y tornadizas.

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