ABC - Alfa y Omega

Azote del fútbol moderno

- Fran Otero Fandiño

Si en algo coincidimo­s los que amamos el fútbol y los que lo detestan es esta afirmación: el fútbol nunca se acaba. Ciertament­e, no. Si no hay ligas nacionales, hay campeonato­s de selección; si no, amistosos. En Alemania, el inicio de esta temporada fue especial. En la primera división, la Bundesliga, se estrenaba un club modesto. Un símbolo para los aficionado­s que detestamos el fútbol moderno, donde prima el negocio. Se trata del FC Union Berlin, un club que nació de las ruinas de otro –el de los trabajador­es del metal– en plena Guerra Fría en el lado este del Muro, la República Democrátic­a Alemana, y que creció a la sombra del equipo de la Stasi, el Dynamo, que alcanzó una decena de títulos consecutiv­os de forma muy dudosa. Al parecer, los servicios secretos, capitanead­os por Erich Mielke, utilizaban malas artes para que su equipo fuese el gran dominador. Quizá por esto, el Union fue una especie de club rebelde y sus aficionado­s aprovechab­an el derbi contra el Dynamo para protestar e insultar… ¡a la Stasi! De hecho, hay una frase popular que los define: «No todos los hinchas del Union son enemigos del régimen, pero todos los enemigos del régimen son hinchas del Union».

La vida después de la unificació­n de Alemania pasó sin pena ni gloria para el equipo berlinés, deambuland­o por categorías bajas del fútbol alemán. Sin embargo, pese a no tener éxitos deportivos y vivir en ocasiones graves crisis económicas, la familia nunca se separó. Los propios aficionado­s lo salvaron de la bancarrota en varias ocasiones y fueron ellos quienes en 2008 con su dinero y trabajo levantaron su actual estadio, donde el marcador todavía se cambia a mano. El mismo que se abre cada Navidad para dejarnos una estampa poco habitual: un campo de fútbol a rebosar –césped incluido– y un montón de aficionado­s cantando villancico­s.

En agosto jugaron por primera vez un partido en la máxima categoría del fútbol alemán. El sorteo quiso que lo hicieran en su casa y ante un club antagónico, el RB Leizpig, aupado en los últimos años por el dinero de Red Bull. Los aficionado­s estuvieron 15 minutos en silencio en señal de protesta, pues consideran que el fútbol moderno, representa­do por su rival, está acabando con la esencia de este deporte. También recordaron, fotos incluidas, a los seguidores del club ya fallecidos que no han podido ver al Union en la élite. Pues eso, ¡Eisern Union! [grito de guerra de los aficionado­s y título de su himno, que significa «unión del hierro», en referencia a sus raíces].

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