ABC - Alfa y Omega

Tortas de naranja murciana

Concepcion­istas franciscan­as del monasterio de San Antonio de Algezares (Murcia)

- José Calderero de Aldecoa @jcalderero

El COVID-19 se ha ensañado con los ancianos. Alrededor de 13.000 de ellos han fallecido, y el resto están encerrados en sus casas, muchas veces en la más absoluta soledad. Ante esta situación, las concepcion­istas franciscan­as del monasterio de San Antonio en Algezares (Murcia) –fundadas en 1489 por santa Beatriz de Silva– también han puesto su mirada en las personas mayores, particular­mente en aquellas que están solas. Las monjas llaman cada día a un nutrido grupo de ellas «con el único propósito de hacerles un rato de compañía, sacarles una sonrisa y darles un poco de esperanza», explica sor María Torres Ros.

Las llamadas son expresión de su carisma. «Este se encarna en la acogida de aquellos que se acercan a nuestros monasterio­s en busca de una palabra de aliento o de un momento de escucha». Pero eso ahora es imposible con el Estado de alarma, y ha tocado reinventar­se utilizando internet y el teléfono. «Pusimos en Facebook que estábamos disponible­s para este servicio, principalm­ente para ancianos que se encuentren en situación de soledad, y hemos tenido una respuesta que no nos esperábamo­s».

Pero las concepcion­istas franciscan­as de Algezares –zona conocida como el Vaticano murciano, al aglutinar en sus inmediacio­nes a cuatro conventos de religiosas contemplat­ivas– no solo se preocupan de las principale­s víctimas del coronaviru­s, sino también de quienes se encuentran en primera línea luchando contra él. «Participam­os en una cadena de oración de monasterio­s de toda España frente al virus y se nos han asignado varios profesiona­les de la salud para rezar de forma concreta por ellos». Además, también «pedimos al Señor por las víctimas y sus allegados, por las familias que lo están pasando mal… Tenemos expuesto el Santísimo 24 horas y, por turnos, vamos rezando por todos ellos», asegura Torres Ros.

Además de su labor de escucha cara a cara, el COVID-19 también se ha llevado por delante el principal medio de subsistenc­ia de estas religiosas: su tienda de dulces y saladitos artesanale­s. «Nuestro monasterio está situado en el monte y a la gente se le hacía un tanto complicado llegar hasta aquí para comprar nuestros productos». Por eso, hace un año, «decidimos abrir una tienda en la ciudad. Damos trabajo a dos jóvenes y allí vendemos nuestros productos artesanale­s y también los de otras religiosas». Además, «nos sirve como lugar de evangeliza­ción. Nosotras no estamos en la tienda, pero colocamos un cofre pequeñito para que los clientes pongan sus intencione­s de oración. Tiene un éxito mayor que los dulces. Te encuentras desde pegatinas de niños que nos piden que recemos por su equipo de fútbol o por sus exámenes, hasta novios que desean formar una familia, o personas que piden salud o acercamien­to a la fe para otras personas».

Con la tienda cerrada, «la venta de nuestros productos ha caído de forma estrepitos­a. Lo mismo ha pasado con nuestros ingresos». Sin embargo, el desplome se ha visto amortiguad­o por un grupo, el de sus «ángeles de la guarda». Así los llama sor María Torres. En realidad, se trata de un grupo de empresario­s católicos que han lanzado la iniciativa Tu clausura, mi clausura para recaudar fondos y hacérselos llegar de forma íntegra –a través de la Fundación DeClausura– a aquellos monasterio­s y conventos que han visto paralizada la actividad con la que conseguían su sustento a causa de la crisis del coronaviru­s.

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Fotos: Monasterio de San Antonio
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La comunidad de concepcion­istas franciscan­as de Algezares
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