Familias numerosas
Muchas madres de familia estamos gratamente sorprendidas de ver cómo nuestros hijos han vivido estas seis semanas de confinamiento estricto con toda naturalidad. Han hecho las tareas del colegio, los trabajos de la universidad, han compartido los dispositivos electrónicos disponibles para poder seguir las clases online... En el caso concreto de mis hijos, en 119 metros cuadrados sin terraza ni mascota que sacar a pasear, han tenido el mérito añadido de compartir espacios y ordenadores entre los diez de familia.
Además, han mejorado sus artes culinarias y han participado en las tareas domésticas, tan importantes para transformar una casa en un hogar. Esto nos confirma que los hijos necesitan pocas cosas para ser felices: ver que los padres se quieren y que les dedican tiempo.
Hay que reconocer que muchas familias necesitaban encontrarse nuevamente, hablar sin prisa, comer todos reunidos en una mesa y, en nuestro caso como familia cristiana procedente del Congo, poder rezar juntos el rosario y asistir a Misa online. Hemos tenido muy presentes y rezado por los que han perdido a sus seres queridos y por los que sufren y sufrirán, de una manera u otra, las consecuencias de esta crisis sanitaria.
Si los matrimonios y las familias salen de esta crisis más unidas y fortalecidas, algo positivo habrá dejado este largo confinamiento.