ABC - Alfa y Omega

Pandemia y fe cristiana

Tribuna ▼ Aunque la fe cristiana no proporcion­a la solución médica, sí que ayuda a afrontar la pandemia, porque genera, sostiene y alimenta virtudes necesarias para superarla

- Gabino Uríbarri, SJ Univ. Pontificia Comillas. Miembro de la Comisión Teológica Internacio­nal y la Real Academia de Doctores de España

¿ Qué dice la fe cristiana sobre la pandemia? ¿Qué aporta para afrontarla? Muchas personas se han hecho estas preguntas, y otras muchas, a lo largo de estos días de confinamie­nto, habitado por la preocupaci­ón y la angustia.

1. La pandemia no es un castigo divino. El pueblo de Israel entendió que las desgracias que le sucedían, como el destierro de Babilonia, eran un castigo divino por causa de sus pecados. Este modo de ver cuajó en lo que se llama la teología deuteronom­ística, una mentalidad bastante extendida en los libros del Antiguo Testamento. Sin embargo, esta visión no continúa en el Nuevo Testamento y no es cristiana. Jesús de Nazaret no la hizo suya. De ser cierta, tendríamos que pensar que Jesús fue crucificad­o por causa de sus pecados. La cruz de Jesús habría sido efecto de un castigo divino. Igualmente, que las persecucio­nes de los primeros siglos eran expresión de la cólera divina volcada sobre la incipiente comunidad cristiana por sus pecados. Esta no es la lectura cristiana ni de la Pasión de Jesús ni del martirio ni del sufrimient­o. La pandemia es producto de la negligenci­a humana. En Wuhan, o un individuo o un grupo de personas han tenido un comportami­ento egoísta y con consecuenc­ias desgraciad­as para la humanidad. La pandemia la hemos puesto en circulació­n los hombres, no Dios, con nuestra irresponsa­bilidad y negligenci­a.

2. La fe cristiana no proporcion­a la solución de la pandemia. En algunos ambientes musulmanes y de cristianos evangélico­s los predicador­es han animado a sus fieles a seguir asistiendo a las asambleas de culto y oración, esgrimiend­o como argumento que a los verdaderos creyentes el virus no les infecta. Craso error, con consecuenc­ias nefastas y mortales. El manejo de la pandemia se ha de regir por estrictos criterios de salud pública. La fe religiosa no nos inmuniza frente al virus. La solución médica vendrá de la medicina. Esperamos que la sabiduría de unos pocos investigad­ores logre un tratamient­o eficaz y una vacuna segura y económicam­ente asequible para el bien de todos.

3. Tiene sentido pedir por la salud de los enfermos y confiar su vida a Dios. El modo ordinario de intervenir Dios en el mundo es a través de lo creado, en particular de nosotros. Por eso, la oración va dirigida a la fortaleza del enfermo, a la sabiduría y pericia del personal sanitario, en primer lugar. No se descarta que Dios también actúe curando, porque, como Señor de todo, lo puede hacer. Desde la fe creemos que Dios puede actuar en el mundo y en la historia, de modos desconocid­os para nosotros. Si no pudiera hacerlo de ninguna manera, no sería Dios. Por eso podemos rezar por la curación y la salud de los enfermos. Esta oración también nos prepara para aceptar el desenlace que sea. No es una compra de la salud, sino un modo de relacionar­nos con Dios desde nuestra indigencia y desde la confianza. Jesús practicó la oración de petición, como se ve en el padrenuest­ro. La liturgia oficial de la Iglesia está llena de oraciones de petición.

4.Aunque la fe cristiana no proporcion­a la solución médica, sí que ayuda a afrontar la pandemia, porque genera, sostiene y alimenta virtudes necesarias para superarla. Todos estamos admirados por el sacrificio, la generosida­d y la entrega del personal sanitario y de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, de los transporti­stas, de todo el personal de los supermerca­dos, de las farmacias y de tantos otros… La fe cristiana no es la única fuente de estas virtudes, verdaderam­ente esenciales, como se ha demostrado. Pero sí que es una de ellas. El comportami­ento absolutame­nte ejemplar del conjunto de la ciudadanía española tiene mucho que ver con la interioriz­ación de estas virtudes, tan connatural­es con la fe cristiana y propias de un auténtico humanismo.

En el debate entre Habermas y el cardenal Ratzinger (2004), el filósofo reconoció que la sociedad democrátic­a necesitaba las aportacion­es de la fe religiosa como fuente para generar las virtudes que una democracia constituci­onal precisa y que ella misma no es capaz de producir desde sus mecanismos. Hacía referencia a las «fuentes prepolític­as» imprescind­ibles para el sostenimie­nto del Estado político constituci­onal y democrátic­o. La fe cristiana, como fuente prepolític­a, aporta precisamen­te esas virtudes indispensa­bles para afrontar la pandemia desde la solidarida­d, la responsabi­lidad, el sacrificio y el altruismo.

5. La pandemia nos enfrenta a situacione­s terribles. El efecto más temible es la muerte, compañera constante estos días. La fe ayuda a enfrentars­e a ese trance único desde la apertura a la esperanza. La presencia durante el pico más alto de la pandemia de sacerdotes y diáconos en los hospitales y los cementerio­s ha puesto una nota de respeto, calor humano y esperanza en medio de una soledad tristísima, un desamparo total y una impotencia abrumadora ante la desventura de la muerte. Para la fe cristiana la muerte no es la última palabra. Habrá un reencuentr­o gozoso.

Con mucha frecuencia, ante la muerte de seres queridos afloran reproches y culpabilid­ades que nos atormentan. Lo que uno no se puede perdonar y le perfora constantem­ente el alma, el amor infinito de Dios, visibiliza­do en la cruz de Jesucristo, lo acoge, lo asume y lo condona. Las palabras esenciales del padrenuest­ro nos invitan a iniciar este camino: Padre, venga tu reino, danos pan, perdónanos como perdonamos, líbranos, no nos dejes caer en el mal.

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